miércoles, 28 de abril de 2021

Leyendo la cámara secreta, capítulo 18

 La recompensa de Dobby:


— ¡Eso ha sido genial! — exclamó una chica de segundo.

— Aún no me creo que hayas derrotado a un basilisco con una espada — dijo Colin, mirando con admiración a Harry. Varios de sus amigos se burlaron de él, aunque todos ellos también sentían mucho más respeto por Harry del que habían sentido antes de leer lo que pasó en la cámara.

Harry se fijó en los Weasleys, que también aplaudían y le sonreían. Incluso Percy se había unido al aplauso, si bien parecía incómodo ante la idea de mirar a Harry directamente, por lo que tenía la vista fija en un lugar sobre su hombro. La señora Weasley tenía los ojos llorosos y le sonreía.

— Solamente queda un último capítulo — anunció Dumbledore con una sonrisa cuando los aplausos se hubieron extinguido. — Se titula: La recompensa de Dobby. ¿Quién quiere leer?

Muchas personas se ofrecieron voluntarias. Mientras el director elegía a alguien, Harry no pudo evitar mirar hacia donde Draco Malfoy estaba sentado.

El chico había estado pálido durante la lectura del capítulo anterior. Escuchar que Lord Voldemort no era sangre limpia, sino que tenía un padre muggle y había sido criado en un orfanato, no le había sentado nada bien. Quizá por eso apenas reaccionó cuando escuchó el título del último capítulo, a pesar de que debía saber exactamente cuál había sido la recompensa de Dobby. En el fondo, Harry admiraba su habilidad para parecer tranquilo en una situación tan complicada; si él estuviera obligado a ver frente a todos lo malvado que era su padre, no habría podido soportarlo.

Dumbledore eligió a Ritchie Coote para leer, por lo que el chico subió a la tarima rápidamente y, con una sonrisa, cogió el libro.

— La recompensa de Dobby— leyó.

A Harry le sorprendió ver la cantidad de gente que sonrió al escuchar eso. A pesar de que Dobby había cometido muchos errores intentando cuidar de Harry, no quedaba ninguna duda de que mucha gente le había tomado cariño durante la lectura. Harry no podía culparlos por ello.

Hubo un momento de silencio cuando Harry, Ron, Ginny y Lockhart aparecieron en la puerta, llenos de barro, suciedad y, en el caso de Harry, sangre. Luego alguien gritó:

¡Ginny!

Era la señora Weasley, que estaba llorando delante de la chimenea. Se puso en pie de un salto, seguida por su marido, y se abalanzaron sobre su hija.

Los señores Weasley todavía parecían algo nerviosos tras la lectura del capítulo anterior. Ginny tampoco se había recuperado del todo, a juzgar por su postura hundida en el sofá. Parecía totalmente agotada, pero mucho más tranquila que antes.

Harry, sin embargo, miraba detrás de ellos. El profesor Dumbledore estaba ante la repisa de la chimenea, sonriendo, junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificultad y se llevaba una mano al pecho.

La profesora bufó.

— La situación no era para menos…

Fawkes pasó zumbando cerca de Harry para posarse en el hombro de Dumbledore. Sin apenas darse cuenta, Harry y Ron se encontraron atrapados en el abrazo de la señora Weasley.

¡La habéis salvado! ¡La habéis salvado! ¿Cómo lo hicisteis?

Tanto Harry como Ron sonrieron abiertamente al recordar eso. La señora Weasley los miró con ternura.

Creo que a todos nos encantaría enterarnos —dijo con un hilo de voz la profesora McGonagall.

La profesora Sprout le dio unas palmaditas amistosas en la espalda a McGonagall, a quien no pareció sentarle muy bien.

La señora Weasley soltó a Harry, que dudó un instante, luego se acercó a la mesa y depositó encima el Sombrero Seleccionador, la espada con rubíes incrustados y lo que quedaba del diario de Ryddle.

Se oyeron murmullos. Muchos se preguntaban dónde estarían ahora la espada y los restos del diario.

Harry empezó a contarlo todo. Habló durante casi un cuarto de hora, mientras los demás lo escuchaban absortos y en silencio. Contó lo de la voz que no salía de ningún sitio;

— Cosa que debía haber contado mucho antes — resopló Snape, fulminando a Harry con la mirada.

— Nadie me habría creído y todos habrían pensado que estaba loco — se defendió Harry. Durante un momento, él y Snape se miraron directamente a los ojos. Harry estaba seguro de que ambos estaban pensando en que eso era exactamente lo que había sucedido cuando Harry había anunciado al mundo el regreso de Voldemort.

Otros muchos hicieron esa misma conexión, por lo que hubo quienes agacharon la cabeza y quienes hicieron muecas de incomodidad.

que Hermione había comprendido que lo que él oía era un basilisco que se movía por las tuberías; que él y Ron siguieron a las arañas por el bosque; que Aragog les había dicho dónde había matado a su víctima el basilisco; que había adivinado que Myrtle la Llorona había sido la víctima, y que la entrada a la Cámara de los Secretos podía encontrarse en los aseos…

— Hicisteis muchísimas cosas ese año — dijo Angelina, haciendo una mueca. — Sigue pareciéndome increíble que nadie se diera cuenta de nada.

— Igual que en primero, con Quirrell y el perro de tres cabezas— se quejó Alicia Spinnet. — ¿Cómo no nos enteramos de nada? Somos de su misma casa…

Muchas personas se preguntaban lo mismo, pero sobre todo eran los Gryffindor los que más indignados estaban.

Muy bien —señaló la profesora McGonagall, cuando Harry hizo una pausa—, así que averiguasteis dónde estaba la entrada, quebrantando un centenar de normas, añadiría yo. Pero ¿cómo demonios conseguisteis salir con vida, Potter?

— Con mucha suerte — murmuró Ron.

Así que Harry, con la voz ronca de tanto hablar, les relató la oportuna llegada de Fawkes y del Sombrero Seleccionador, que le proporcionó la espada. Pero luego titubeó. Había evitado hablar sobre la relación entre el diario de Ryddle y Ginny. Ella apoyaba la cabeza en el hombro de su madre, y seguía derramando silenciosas lágrimas por las mejillas. ¿Y si la expulsaban?, pensó Harry aterrorizado. El diario de Ryddle no serviría ya como prueba, pues había quedado inservible… ¿cómo podrían demostrar que era el causante de todo?

— Eres un cielo, Harry — dijo Parvati, con cierto tono de sorpresa. Varias personas asintieron y le dieron la razón, incluida la señora Weasley, quien le miraba con cariño.

— ¿Qué más te daba si la expulsaban? Solo era la hermana de tu amigo — añadió Lavender.

Harry bufó.

— ¿Y qué? — replicó. — No habría sido justo que la expulsaran por algo que no había sido culpa suya.

A juzgar por el resoplido que soltó Ginny, la chica no estaba de acuerdo con esa afirmación.

Instintivamente, Harry miró a Dumbledore, y éste esbozó una leve sonrisa. La hoguera de la chimenea hacía brillar sus lentes de media luna.

Lo que más me intriga —dijo Dumbledore amablemente—, es cómo se las arregló lord Voldemort para embrujar a Ginny, cuando mis fuentes me indican que actualmente se halla oculto en los bosques de Albania.

— ¿Cómo lo sabía? — se escuchó preguntar a Roger Davies. Aunque hubo muchos murmullos, nadie se atrevió a ofrecer una teoría. El director no dijo nada.

Harry se sintió maravillosamente aliviado.

Jamás lo admitiría en voz alta, pero Harry echaba de menos esos días en los que podía confiar en que Dumbledore arreglara la situación y le hiciera sentir mejor.

¿Qué… qué? —preguntó el señor Weasley con voz atónita—. ¿Sabe qui-quién? ¿Ginny embrujada? Pero Ginny no ha… Ginny no ha sido… ¿verdad?

Ginny sonrió tristemente.

Fue el diario —dijo inmediatamente Harry, cogiéndolo y enseñándoselo a Dumbledore—. Ryddle lo escribió cuando tenía dieciséis años.

Dumbledore cogió el diario que sostenía Harry y examinó minuciosamente sus páginas quemadas y mojadas.

Soberbio —dijo con suavidad—.

Ritchie imitó el tono de Dumbledore, sacándole sonrisas a más de uno.

Por supuesto, él ha sido probablemente el alumno más inteligente que ha tenido nunca Hogwarts.

Se escucharon bufidos y Harry vio que Hermione fruncía el ceño, molesta. Sin embargo, ninguno de los alumnos cuyo ego acababa de ser herido se atrevió a cuestionar las palabras de Dumbledore.

Se volvió hacia los Weasley, que lo miraban perplejos—. Muy pocos saben que lord Voldemort se llamó antes Tom Ryddle. Yo mismo le di clase, hace cincuenta años, en Hogwarts.

— Me sigue pareciendo rarísimo — dijo Seamus. — No me puedo creer que estudiara aquí…

— ¡Y que sacara buenas notas! — exclamó Dean. — Siempre me lo he imaginado como un viejo loco y malvado, no como un…

No hizo falta que terminara la frase. Nadie se había imaginado nunca que el temido Lord Voldemort hubiera sido un alumno estudioso y querido por sus profesores.

Desapareció tras abandonar el colegio… Recorrió el mundo…, profundizó en las Artes Oscuras, tuvo trato con los peores de entre los nuestros, acometió peligros, transformaciones mágicas, hasta tal punto que cuando resurgió como lord Voldemort resultaba irreconocible.

Todos escuchaban en silencio, con aire solemne.

Prácticamente nadie relacionó a lord Voldemort con el muchacho inteligente y encantador que recibió aquí el Premio Anual.

— Encantador no es precisamente la primera palabra que me viene a la mente al pensar en Quien-Vosotros-Sabéis — dijo Fred.

Pero Ginny —dijo la señora Weasley—. ¿Qué tiene que ver nuestra Ginny con él?

¡Su… su diario! —dijo Ginny entre sollozos—. He estado escribiendo en él, y me ha estado contestando durante todo el curso…

Ginny gimió y escondió la cara entre las manos.

¡Ginny! —exclamó su padre, atónito—. ¿No te he enseñado una cosa? ¿Qué te he dicho siempre? No confíes en cosas que tengan la capacidad de pensar pero de las cuales no sepas dónde tienen el cerebro. ¿Por qué no me enseñaste el diario a mí o a tu madre? Un objeto tan sospechoso como ése, ¡tenía que ser cosa de magia negra!

— La verdad, esa es una muy buena lección — dijo el profesor Lupin. — Creo que no estaría de más repetirla, señor Coote.

No confíes en cosas que tengan la capacidad de pensar pero de las cuales no sepas dónde tienen el cerebro — repitió Ritchie Coote obedientemente. Muchos asintieron como si se encontraran en clase. Arthur Weasley le sonrió a Lupin.

No…, no lo sabía —sollozó Ginny—. Lo encontré dentro de uno de los libros que me había comprado mamá. Pensé que alguien lo había dejado allí y se le había olvidado…

— Alguien lo había dejado, eso es cierto — murmuró Harry con el ceño fruncido. — Solo que no por error.

— Ese imbécil — gruñó Ron por lo bajo. — Espero que Malfoy se muera de la vergüenza al leer esto.

Harry asintió con fervor, volviendo a mirar al Slytherin, que escuchaba la lectura aparentemente impasible.

La señorita Weasley debería ir directamente a la enfermería —terció Dumbledore con voz firme—. Para ella ha sido una experiencia terrible. No habrá castigo. Lord Voldemort ha engañado a magos más viejos y más sabios.

— Ejem, ejem…

Se escucharon gemidos y quejas. La profesora Umbridge fingió no darse cuenta.

— Señor director, ¿sería tan amable de explicar por qué no hubo castigo? Teniendo en cuenta que la señorita Weasley casi causó la muerte de varios de sus compañeros, lo mínimo que se debería haber hecho…

— Disculpe que la interrumpa, profesora — dijo Dumbledore. — Me temo que está usted malinterpretando la lectura. Quizá le convendría volver a escuchar los últimos dos capítulos.

— Los he escuchado perfectamente — replicó Umbridge con frialdad. — Y mi opinión sigue siendo la misma. Espero su respuesta.

Todos los Weasley la fulminaban con la mirada, incluido Percy, quien parecía el más indignado de todos. Ginny era la única que no lo hacía, pero Harry estaba seguro de que se debía a que la chica se había quedado totalmente sin energía tras la tensión de los capítulos anteriores. Miraba a Umbridge casi como si le diera pereza.

— Si ha escuchado atentamente — respondió Dumbledore, — sabrá que la señorita Weasley no fue la causante de los ataques.

— ¡Fue ella quien los hizo! — saltó Umbridge. — ¡Usted mismo lo ha escuchado! Echó al monstruo sobre el resto de alumnos.

— Cierre la boca — dijo Bill en voz alta. — ¿Es estúpida o es que su comprensión lectora es la misma que la de un niño de tres años?

Umbridge jadeó, furiosa, pero antes de que pudiera contestar, Dumbledore se interpuso.

— Independientemente de las capacidades lectoras de la profesora, creo que es necesario aclarar de nuevo la causa de los ataques — dijo cortésmente. — El diario era un objeto lleno de uno de los tipos de magia más oscuros que se conocen. No importa quién hubiera cogido ese diario, pues cualquiera que lo hubiera hecho habría sufrido el mismo destino que la señorita Weasley. El origen de los ataques no está en ella, sino en el diario y en la poderosa magia que contenía.

Dejó unos segundos de silencio para que todos asimilaran sus palabras antes de continuar hablando.

— Que yo sepa, la señorita Weasley no tiene el poder de petrificar a nadie — dijo, y su tono sonaba casi irónico. — Tampoco tiene el poder de matar con la mirada, aunque creo que algunas personas no estarían de acuerdo con esa afirmación.

Miró detenidamente a los gemelos y a Percy. Fred asintió solemnemente.

— Da mucho miedo — dijo, fingiendo un escalofrío. Algunos sonrieron.

— No tendrá el poder de petrificar a nadie — interrumpió Umbridge. — Pero sí que tuvo el poder de lanzar a la bestia asesina sobre otros alumnos. Eso es innegable.

— No por voluntad propia — dijo Dumbledore.

— Si alguno de esos alumnos hubiera muerto, estarían muertos igual, independientemente de la intención de la señorita Weasley — le espetó Umbridge. No había en su tono nada de su habitual dulzura falsa. En su lugar, su tono era frío y calculador, y Harry pensó que ese tono se correspondía más con la personalidad real de la profesora que el otro.

Ginny jadeó y, por primera vez desde que se había iniciado la discusión, mostró interés.

— Y Quien-Tú-Sabes ha regresado, independientemente de sus intenciones de ocultarlo — replicó de mala gana. — Todo el mundo comete errores. Si no es usted capaz de mostrar un poco de compasión, espero que no la pida cuando todos leamos las cosas que ha hecho durante este año.

— Muestre un poco de respeto — dijo Umbridge, lívida de ira.

— Gáneselo — replicó Ginny.

Harry nunca había visto a los gemelos parecer tan orgullosos de alguien. Ron sonreía ampliamente, a la vez que Percy miraba a Ginny con la boca ligeramente abierta en una mueca de sorpresa. Los señores Weasley no dijeron nada para aplacar la ira de Ginny, y Harry estaba seguro de que Molly tendría muchas cosas que decirle a Umbridge si no se hallaran en un lugar público.

— En resumidas cuentas — intervino Dumbledore de nuevo, con ojos brillantes. — La señorita Weasley no recibió un castigo porque no lo merecía. Cualquiera que hubiera encontrado ese diario habría llevado a cabo las mismas acciones.

Muchos asintieron y Umbridge se vio obligada a cerrar la boca. Sin embargo, Harry notó que algunos fruncían el ceño, como si no terminaran de estar de acuerdo con Dumbledore.

Enfadado, se forzó a seguir escuchando la lectura.

Fue a abrir la puerta—. Reposo en cama y tal vez un tazón de chocolate caliente. A mí siempre me anima —añadió, guiñándole un ojo bondadosamente—. La señora Pomfrey estará todavía despierta. Debe de estar dando zumo de mandrágora a las víctimas del basilisco. Seguramente despertarán de un momento a otro.

¡Así que Hermione está bien! —dijo Ron con alegría.

Sorprendida, Hermione le sonrió a Ron.

— ¿Ves? Te echaron de menos — dijo Tonks con una sonrisa.

No les han causado un daño irreversible —dijo Dumbledore.

La señora Weasley salió con Ginny, y el padre iba detrás, todavía muy impresionado.

— Como para no estarlo — dijo Kingsley. Arthur asintió con fervor.

¿Sabes, Minerva? —dijo pensativamente el profesor Dumbledore a la profesora McGonagall—, creo que esto se merece un buen banquete. ¿Te puedo pedir que vayas a avisar a los de la cocina?

Bien —dijo resueltamente la profesora McGonagall, encaminándose también hacia la puerta—, te dejaré para que ajustes cuentas con Potter y Weasley.

— ¿Ajustar cuentas? — saltó Sirius. — No me digas que van a castigarlos por salvar una vida.

— No creo — dijo Lupin, aunque pareció dudar un momento.

Eso es —dijo Dumbledore.

Salió, y Harry y Ron miraron a Dumbledore dubitativos. ¿Qué había querido decir exactamente la profesora McGonagall con aquello de «ajustar cuentas»? ¿Acaso los iban a castigar?

Harry le sonrió a Sirius, quien le devolvió la sonrisa.

Creo recordar que os dije que tendría que expulsaros si volvíais a quebrantar alguna norma del colegio —dijo Dumbledore.

Ron abrió la boca horrorizado.

Se escucharon resoplidos.

— Sabemos que no los expulsaron — dijo Zacharias Smith. — Esto tendría más emoción si los libros estuvieran contando cosas del futuro.

— ¿Crees que en el futuro los expulsen por algo? — preguntó Hannah Abbott. — Porque yo empiezo a pensar que pueden hacer lo que sea sin que los pillen y, que si los pillan, de todas formas jamás los expulsarán.

Muchos le dieron la razón. Harry no podía negar que él a veces pensaba lo mismo.

Lo cual demuestra que todos tenemos que tragarnos nuestras palabras alguna vez —prosiguió Dumbledore, sonriendo—. Recibiréis ambos el Premio por Servicios Especiales al Colegio y… veamos…, sí, creo que doscientos puntos para Gryffindor por cada uno.

Los Gryffindor estallaron en aplausos. Harry y Ron sonrieron como idiotas.

Ron se puso tan sonrosado como las flores de San Valentín de Lockhart, y volvió a cerrar la boca.

Se escucharon risas.

Pero hay alguien que parece que no dice nada sobre su participación en la peligrosa aventura —añadió Dumbledore—. ¿Por qué esa modestia, Gilderoy?

Harry dio un respingo. Se había olvidado por completo de Lockhart.

Eso provocó aún más risas. Ahora que la parte difícil del libro había pasado, los alumnos estaban mucho más animados y disfrutaban más de los detalles cómicos. Harry deseaba internamente que todo lo que leyeran fuera agradable y gracioso, pero sabía que eso era imposible. Todavía tenían los libros sobre su tercer, cuarto y quinto curso por delante. Y el sexto y el séptimo lo tenían intrigado, pero también le aterraba lo que pudiera leer en ellos.

Se volvió y vio que estaba en un rincón del despacho, con una vaga sonrisa en el rostro. Cuando Dumbledore se dirigió a él, Lockhart miró con indiferencia para ver quién le hablaba.

Profesor Dumbledore —dijo Ron enseguida—, hubo un accidente en la Cámara de los Secretos. El profesor Lockhart…

¿Soy profesor? —preguntó sorprendido—. ¡Dios mío! Supongo que seré un inútil, ¿no?

— Al menos lo admite — dijo Dean. — Me cae mejor ahora.

Muchos rieron y le dieron la razón.

—… intentó hacer un embrujo desmemorizante y el tiro le salió por la culata — explicó Ron a Dumbledore tranquilamente.

Hay que ver —dijo Dumbledore, moviendo la cabeza de forma que le temblaba el largo bigote plateado—, ¡herido con su propia espada, Gilderoy!

— Espera — dijo Angelina con los ojos como platos — ¿Le contasteis al profesor Dumbledore la confesión de Lockhart? ¿O acaso ya…?

Harry hizo memoria.

— Eh… no se lo contamos — admitió. Sintiéndose tan sorprendido e indignado como Angelina, levantó la vista para mirar a Dumbledore, que tenía la mirada fija en Ritche Coote.

— ¡El profesor Dumbledore lo sabía! — exclamó un chico de segundo. — ¡Sabía que Lockhart era un impostor! ¡Y aun así lo contrató!

Decenas de personas exclamaron, gritaron y se quejaron a la vez, haciendo que el pobre Ritchie fuera incapaz de seguir leyendo durante varios minutos. Eventualmente, el propio director se puso en pie para conseguir que todos se calmaran.

— Gilderoy Lockhart fue la única persona que se ofreció a ocupar el puesto de defensa — repitió pacientemente. — Solo tenía dos opciones: o contratarlo a él, o cancelar esa clase durante todo el año. Supuse que, incluso si no podía enseñaros mucho sobre defensa, podríais aprender cosas de él.

Dumbledore se sentó de nuevo, indicándole a Ritchie que continuara leyendo.

¿Espada? —dijo Lockhart con voz tenue—. No, no tengo espada. Pero este chico sí tiene una. —señaló a Harry—. Él se la podrá prestar.

— Menudo imbécil — dijo Cormac McLaggen sin piedad alguna.

¿Te importaría llevar también al profesor Lockhart a la enfermería? —dijo Dumbledore a Ron—. Quisiera tener unas palabras con Harry.

Lockhart salió. Ron miró con curiosidad a Harry y Dumbledore mientras cerraba la puerta.

— Eso no pinta nada bien — dijo Padma Patil con una mueca.

Muchos miraron a Harry con curiosidad, claramente preguntándose si había recibido algún castigo después de todo.

Dumbledore fue hacia una de las sillas que había junto al fuego.

Siéntate, Harry —dijo, y Harry tomó asiento, incomprensiblemente azorado—. Antes que nada, Harry, quiero darte las gracias —dijo Dumbledore, parpadeando de nuevo—. Debes de haber demostrado verdadera lealtad hacia mí en la cámara. Sólo eso puede hacer que acuda Fawkes.

Harry sintió cómo se ruborizaba. Le habría encantado que esto no se leyera frente a todos.

Acarició al fénix, que agitaba las alas posado sobre una de sus rodillas. Harry sonrió con embarazo cuando Dumbledore lo miró directamente a los ojos.

Sin poder evitarlo, Harry bufó. ¿Cuántos meses hacía que el director no hacía precisamente eso?

Volvió a mirarlo y, como ya era costumbre, Dumbledore ni siquiera parecía interesado en dedicarle un segundo de atención.

Así que has conocido a Tom Ryddle —dijo Dumbledore pensativo—. Imagino que tendría mucho interés en verte.

De pronto, Harry mencionó algo que le reconcomía:

Profesor Dumbledore… Ryddle dijo que yo soy como él. Una extraña afinidad, dijo…

Muchos se inclinaron en sus asientos, llenos de curiosidad.

¿De verdad? —preguntó Dumbledore, mirando a un Harry pensativo, por debajo de sus espesas cejas plateadas—. ¿Y a ti qué te parece, Harry?

¡Me parece que no soy como él! —contestó Harry, más alto de lo que pretendía —. Quiero decir que yo…, yo soy de Gryffindor, yo soy…

— Claro que eres de Gryffindor — dijo Wood con fiereza. — Ya te lo hemos dicho. No puedes ser de otra cosa.

Harry sonrió, agradecido.

Pero calló. Resurgía una duda que le acechaba.

Profesor —añadió después de un instante—, el Sombrero Seleccionador me dijo que yo… haría un buen papel en Slytherin. Todos creyeron un tiempo que yo era el heredero de Slytherin, porque sé hablar pársel…

Tú sabes hablar pársel, Harry —dijo tranquilamente Dumbledore—, porque lord Voldemort, que es el último descendiente de Salazar Slytherin, habla pársel. Si no estoy muy equivocado, él te transfirió algunos de sus poderes la noche en que te hizo esa cicatriz. No era su intención, seguro…

Se hizo el silencio.

Con la boca abierta, algunos se giraron para mirar a Harry, a quien no le sorprendió ver vestigios de miedo en sus miradas. Tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para no rodar los ojos.

— ¿Potter tiene los poderes de El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado? — exclamó Anthony Goldstein.

Harry notó que a Umbridge le brillaban los ojos, como si le acabara de tocar la lotería.

— No exactamente — respondió Dumbledore antes de que la profesora pudiera meterse. — No tiene los mismos poderes, pero comparte algunas capacidades, como la de hablar pársel.

Eso no pareció calmar a nadie. Con desagrado, Harry notó que muchos fruncían el ceño y lo miraban, o murmuraban entre sí, evaluándolo.

— ¿Cuántas cosas tenemos que leer para que dejéis de pensar que soy un mago oscuro cada vez que pasa algo? — resopló. — Hasta ahora, ¿me habéis visto hacer algo que demuestre que soy malvado o que estoy loco?

— Que estás loco sí — dijo Katie Bell. — Pero no es la clase de locura que te convierte en un mago oscuro.

— Sí, estás como una cabra — intervino Angelina. — En el sentido de que no tienes miedo cuando deberías tenerlo y haces locuras como entrar en el bosque prohibido de noche a hablar con tarántulas.

— Del tamaño de elefantes — añadió George. A Ron de dio un escalofrío.

— Vale, eso lo acepto — dijo Harry. — ¿Pero he hecho algo malvado?

Se hizo el silencio, mientras todos pensaban. Harry supuso que lo único oscuro que podían recordar era la capacidad de hablar pársel, pero la había usado para salvar a Justin y a Ginny. No tenían nada que reprocharle.

Cuando, poco a poco, se fueron dando cuenta de ello, muchos parecieron arrepentirse, y Ritchie Coote siguió leyendo.

¿Voldemort puso algo de él en mí? —preguntó Harry, atónito.

Eso parece.

Así que yo debería estar en Slytherin —dijo Harry, mirando con desesperación a Dumbledore—.

— De eso nada — bufó Ron. Muchos Gryffindor le dieron la razón, vocalizando sus protestas. Los Creevey parecían especialmente molestos con la idea de que Harry perteneciera a Slytherin.

El Sombrero Seleccionador distinguió en mí poderes de Slytherin y…

Te puso en Gryffindor —dijo Dumbledore reposadamente—. Escúchame, Harry. Resulta que tú tienes muchas de las cualidades que Slytherin apreciaba en sus alumnos, que eran cuidadosamente escogidos: su propio y rarísimo don, la lengua pársel…, inventiva…, determinación…, un cierto desdén por las normas —añadió, mientras le volvía a temblar el bigote—. Pero aun así, el sombrero te colocó en Gryffindor. Y tú sabes por qué. Piensa.

Mientras leía las cualidades de los Slytherin, muchos de ellos levantaban la cabeza o sonreían, orgullosos de su casa.

Me colocó en Gryffindor —dijo Harry con voz de derrota— solamente porque yo le pedí no ir a Slytherin…

Exacto —dijo Dumbledore, volviendo a sonreír—. Eso es lo que te diferencia de Tom Ryddle. Son nuestras elecciones, Harry, las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades.

— ¿Y qué pasa? — dijo Daphne Greengrass de repente. — Si Potter hubiera elegido ir a Slytherin, ¿se habría convertido en un mago oscuro? Eso es estúpido.

— Que Quien-Vosotros-Sabéis perteneciera a Slytherin no significa que todos seamos así — dijo un chico de tercero a quien Harry no conocía de nada.

Varios Slytherin le dieron la razón, cansados ya de ese tema.

Harry estaba en su silla, atónito e inmóvil—. Si quieres una prueba de que perteneces a Gryffindor, te sugiero que mires esto con más detenimiento.

Dumbledore se acercó al escritorio de la profesora McGonagall, cogió la espada ensangrentada y se la pasó a Harry. Sin mucho ánimo, Harry le dio la vuelta y vio brillar los rubíes a la luz del fuego. Y luego vio el nombre grabado debajo de la empuñadura: Godric Gryffindor:

Se oyeron jadeos.

Sólo un verdadero miembro de Gryffindor podría haber sacado esto del sombrero, Harry —dijo simplemente Dumbledore.

— Mira, no — djo Zacharias Smith. — Lo de la cámara ya ha sido raro. Lo de derrotar al basilisco con la espada, imposible. ¿Encima la espada es la legendaria, la perdida espada de Godric Gryffindor? Definitivamente no me creo nada.

— Pues no te lo creas — replicó Ron. — Pero la espada sigue en el despacho de Dumbledore. Y la cámara, con los restos del basilisco, sigue estando en su sitio.

— Todo lo que estamos leyendo es demostrable — dijo Hermione.

Durante un minuto, ninguno de los dos dijo nada. Luego Dumbledore abrió uno de los cajones del escritorio de la profesora McGonagall y sacó de él una pluma y un tintero.

Lo que necesitas, Harry, es comer algo y dormir. Te sugiero que bajes al banquete, mientras escribo a Azkaban: necesitamos que vuelva nuestro guarda.

Algunos exclamaron de alegría y Hagrid les sonrió.

Y tengo que redactar un anuncio para El Profeta, además —añadió pensativo—. Necesitamos un nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Vaya, parece que no nos duran nada, ¿verdad?

— Esperemos que este año tampoco dure — murmuró Ginny, fulminando a Umbridge con la mirada.

Harry se levantó y se dispuso a salir. Pero apenas tocó el pomo de la puerta, ésta se abrió tan bruscamente que pego contra la pared y rebotó.

Se oyeron algunos murmullos y risitas.

— ¿Quién fue el maleducado que entró así al despacho del director? — se escuchó preguntar a Susan Bones.

Lucius Malfoy estaba allí, con el semblante furioso; y también Dobby, encogido de miedo y cubierto de vendas.

Durante un segundo, todos asimilaron lo que acababan de escuchar, antes de girarse a mirar a Malfoy.

Draco se había puesto muy tenso, pero mantenía la cabeza bien alta y la mirada fija en el libro, ignorando a todo el mundo.

Buenas noches, Lucius —dijo Dumbledore amablemente.

El señor Malfoy casi derriba a Harry al entrar en el despacho. Dobby lo seguía detrás, pegado a su capa, con una expresión de terror.

— ¿Dobby era de los Malfoy? — exclamó Dennis Creevey antes de echarse a reír. No fue el único que se rió.

¡Vaya! —dijo Lucius Malfoy, fijos en Dumbledore sus fríos ojos—. Ha vuelto. El consejo escolar lo ha suspendido de sus funciones, pero aun así, usted ha considerado conveniente volver.

Algunos intercambiaron miradas confusas. Nadie había considerado extraño que Dumbledore estuviera en el colegio, a pesar de que, ciertamente, en teoría estaba inhabilitado.

Bueno, Lucius, verá —dijo Dumbledore, sonriendo serenamente—, he recibido una petición de los otros once representantes. Aquello parecía un criadero de lechuzas, para serle sincero. Cuando recibieron la noticia de que la hija de Arthur Weasley había sido asesinada, me pidieron que volviera inmediatamente.

— Asesinada — exclamó Michael Corner, horrorizado.

— Parece que dieron la noticia demasiado pronto — dijo uno de sus amigos.

Pensaron que, a pesar de todo, yo era el hombre más adecuado para el cargo. Además, me contaron cosas muy curiosas. Algunos incluso decían que usted les había amenazado con echar una maldición sobre sus familias si no accedían a destituirme.

Ritchie Coote pausó la lectura unos segundos para mirar de forma significativa a Malfoy, quien frunció el ceño un momento pero, aun así, consiguió mantener el porte elegante y orgulloso que lo caracterizaba.

El señor Malfoy se puso aún más pálido de lo habitual, pero seguía con los ojos cargados de furia.

¿Así que… ha puesto fin a los ataques? —dijo con aire despectivo—. ¿Ha encontrado al culpable?

Lo hemos encontrado —contestó Dumbledore, con una sonrisa.

¿Y bien? —preguntó bruscamente Malfoy—. ¿Quién es?

— Como si no lo supieras — escupió Fred por lo bajo.

El mismo que la última vez, Lucius —dijo Dumbledore—. Pero esta vez lord Voldemort actuaba a través de otra persona, por medio de este diario.

Levantó el cuaderno negro agujereado en el centro, y miró a Malfoy atentamente. Harry, por el contrario, no apartaba los ojos de Dobby.

El elfo hacía cosas muy raras. Miraba fijamente a Harry, señalando el diario, y luego al señor Malfoy. A continuación se daba puñetazos en la cabeza.

— Ese elfo está como una chota — dijo Dean. Harry se planteó explicarle exactamente lo que pretendía Dobby, pero prefirió dejar que la lectura lo hiciera por él.

Ya veo… —dijo despacio Malfoy a Dumbledore.

Un plan inteligente —dijo Dumbledore con voz desapasionada, sin dejar de mirar a Malfoy directamente a los ojos—. Porque si Harry, aquí presente —el señor Malfoy dirigió a Harry una incisiva mirada de soslayo—, y su amigo Ron no hubieran descubierto este cuaderno…, Ginny Weasley habría aparecido como culpable. Nadie habría podido demostrar que ella no había actuado libremente…

— Pero, como el diario fue encontrado, es perfectamente demostrable que la señorita Weasley no tuvo la culpa de nada — dijo la profesora McGonagall, mirando de reojo a Umbridge, quien frunció el ceño y no contestó.

El señor Malfoy no dijo nada. Su cara se había vuelto de repente como de piedra.

E imagine —prosiguió Dumbledore— lo que podría haber ocurrido entonces… Los Weasley son una de las familias de sangre limpia más distinguidas. Imagine el efecto que habría tenido sobre Arthur Weasley y su Ley de defensa de los muggles, si se descubriera que su propia hija había atacado y asesinado a personas de origen muggle. Afortunadamente apareció el diario, con los recuerdos de Ryddle borrados de él. Quién sabe lo que podría haber pasado si no hubiera sido así.

— Ese cabrón lo tenía muy bien pensado — gruñó Charlie.

Sin embargo, no lo hizo en un tono de voz lo suficientemente bajo, por lo que muchas personas a lo largo del comedor lo escucharon, incluido Draco.

— Retira eso — le espetó, furioso. — No tolero que insultes a mi padre, Weasley.

Charlie lo miró con una ceja alzada.

— Tu padre se merece todos y cada uno de los insultos que le pueda decir, mocoso — replicó. — Y creo que estamos a punto de leer por qué, pero eso ya lo sabes.

Draco jadeó, lleno de rabia, pero no fue capaz de responder algo hiriente antes de que Coote continuara leyendo.

El señor Malfoy hizo un esfuerzo por hablar.

Ha sido una suerte —dijo fríamente.

Pero Dobby seguía, a su espalda, señalando primero al diario, después a Lucius Malfoy, y luego pegándose en la cabeza.

— ¿Está diciendo que…? — empezó a decir Justin, cuyos ojos se habían abierto en un gesto de comprensión.

Y Harry comprendió de pronto. Hizo un gesto a Dobby con la cabeza, y éste se retiró a un rincón, retorciéndose las orejas para castigarse.

— Pobrecito — dijo Luna. Harry asintió. Aunque en el despacho de Dumbledore no había sentido mucha pena por Dobby, debido a la confusión, leer ahora esos autocastigos le hacía sentirse bastante mal.

¿Sabe cómo llegó ese diario a Ginny, señor Malfoy? —le preguntó Harry. Lucius Malfoy se volvió hacia él.

¿Por qué iba a saber yo de dónde lo cogió esa tonta? —preguntó.

Varios Weasley gruñeron y soltaron improperios contra Malfoy. Ginny frunció el ceño, pero no dijo nada.

Porque usted se lo dio —respondió Harry—. En Flourish y Blotts. Usted le cogió su libro de transformación y metió el diario dentro, ¿a que sí?

Vio que el señor Malfoy abría y cerraba las manos.

Demuéstralo —dijo, furioso.

Sin embargo, los alumnos no parecían necesitar que se lo demostraran. Muchos de ellos exclamaron e insultaron al señor Malfoy.

— ¡No me lo puedo creer!

— ¿Y ese hombre es uno de los peces gordos del ministerio? ¡Tendría que estar en Azkaban!

— ¡Que lo encierren!

— RETIRA ESO — exclamó Malfoy, poniéndose en pie y mirando directamente a la chica de cuarto que lo había dicho. Pero la chica no se acobardó y, poniéndose en pie también, replicó:

— Entiendo que es tu padre y que escuchar todo esto debe ser difícil, pero por su culpa casi mueren varios alumnos. Tendrían que llevárselo a Azkaban.

Furioso, Malfoy hizo amago de sacar la varita, pero McGonagall intervino rápidamente.

— Siéntese, señor Malfoy. Usted también, señorita Fawler.

Durante un momento, pareció que Draco iba a desafiarla, pero entonces miró a Snape y volvió a sentarse. Ritchie Coote siguió leyendo.

Nadie puede demostrarlo —dijo Dumbledore, y sonrió a Harry—, puesto que ha desaparecido del libro todo rastro de Ryddle. Por otro lado, le aconsejo, Lucius, que deje de repartir viejos recuerdos escolares de lord Voldemort. Si algún otro cayera en manos inocentes, Arthur Weasley se asegurará de que le sea devuelto a usted…

Malfoy fulminó al señor Weasley con la mirada. Pero éste sonreía, lleno de orgullo, por lo que Draco fue incapaz de mirarlo más que unos segundos.

Lucius Malfoy se quedó un momento quieto, y Harry vio claramente que su mano derecha se agitaba como si quisiera empuñar la varita. Pero en vez de hacerlo, se volvió a su elfo doméstico.

¡Nos vamos, Dobby!

— De tal palo, tal astilla — murmuró Ron.

Tiró de la puerta, y cuando el elfo se acercó corriendo, le dio una patada que lo envió fuera.

Se oyeron jadeos y gritos de protesta.

— ¡Pobre Dobby! — gimió Lavender.

Oyeron a Dobby gritar de dolor por todo el pasillo. Harry reflexionó un momento, y entonces tuvo una idea.

Profesor Dumbledore —dijo deprisa—, ¿me permite que le devuelva el diario al señor Malfoy?

Claro, Harry —dijo Dumbledore con calma—. Pero date prisa. Recuerda el banquete.

Muchos miraron a Harry con curiosidad.

Harry cogió el diario y salió del despacho corriendo. Aún se oían alejándose los gritos de dolor de Dobby, que ya había doblado la esquina del corredor.

Hermione se mordía el labio.

— Me parece increíble que Dobby tuviera que aguantar ese abuso durante tantos años…

Rápidamente, preguntándose si sería posible que su plan tuviera éxito, Harry se quitó un zapato, se sacó el calcetín sucio y embarrado, y metió el diario dentro. Luego se puso a correr por el oscuro corredor.

Algunos intuyeron lo que Harry estaba a punto de hacer, a juzgar por sus súbitas sonrisas y por los murmullos de emoción que se escuchaban.

Los alcanzó al pie de las escaleras.

Señor Malfoy —dijo jadeando y patinando al detenerse—, tengo algo para usted.

Y le puso a Lucius Malfoy en la mano el calcetín maloliente.

¿Qué diablos…?

Muchos se echaron a reír a carcajadas.

— ¡Le diste un calcetín sucio a Lucius Malfoy! — exclamó Sirius, lleno de alegría. — ¡Eso es casi mejor que derrotar a un basilisco con una espada!

El señor Malfoy extrajo el diario del calcetín, tiró éste al suelo y luego pasó la vista, furioso, del diario a Harry.

Harry Potter, vas a terminar como tus padres uno de estos días —dijo bajando la voz—. También ellos eran unos idiotas entrometidos.

Eso provocó jadeos de indignación entre muchos estudiantes y profesores. El profesor Flitwick parecía tener ganas de hechizar a Lucius Malfoy, y, de haber podido hacerlo, Harry estaba seguro de que la señora Weasley se habría unido gustosamente a la pelea.

Y se volvió para irse—. Ven, Dobby. ¡He dicho que vengas!

Pero Dobby no se movió. Sostenía el calcetín sucio y embarrado de Harry, contemplándolo como si fuera un tesoro de valor incalculable.

Algunos parecieron muy confundidos y Harry supuso que estaban dudando de la salud mental de Dobby,

Mi amo le ha dado a Dobby un calcetín —dijo el elfo asombrado—. Mi amo se lo ha dado a Dobby.

¿Qué? —escupió el señor Malfoy—. ¿Qué has dicho?

Los que todavía no habían entendido lo que estaba sucediendo lo hicieron en ese momento. Las sonrisas se contagiaron por todo el comedor.

Dobby tiene un calcetín —dijo Dobby aún sin poder creérselo—. Mi amo lo tiró, y Dobby lo cogió, y ahora Dobby… Dobby es libre.

— Se lo merece — sonrió Colin.

Lucius Malfoy se quedó de piedra, mirando al elfo. Luego embistió a Harry.

¡Por tu culpa he perdido a mi criado, mocoso!

— ¿Lucius Malfoy intentó pegarte? — exclamó Arthur Weasley. Harry se removió, algo incómodo.

Pero Dobby gritó:

¡Usted no hará daño a Harry Potter!

Se oyó un fuerte golpe, y el señor Malfoy cayó de espaldas. Bajó las escaleras de tres en tres y aterrizó hecho una masa de arrugas. Se levantó, lívido, y sacó la varita, pero Dobby le levantó un dedo amenazador.

Todos escuchaban con la boca abierta. Draco se había puesto pálido como la cera.

Usted se va a ir ahora —dijo con fiereza, señalando al señor Malfoy—. Usted no tocará a Harry Potter. Váyase ahora mismo.

Lucius Malfoy no tuvo elección. Dirigiéndoles una última mirada de odio, se cubrió por completo con la capa y salió apresuradamente.

Hubo unos segundos de asombro antes de que muchas personas comenzaran a aplaudir y a vitorear a Dobby. Harry miró a Malfoy, quien parecía tener ganas de que la tierra se lo tragase.

¡Harry Potter ha liberado a Dobby! —chilló el elfo, mirando a Harry. La luz de la luna se reflejaba, a través de una ventana cercana, en sus ojos esféricos—. ¡Harry Potter ha liberado a Dobby!

Es lo menos que podía hacer, Dobby —dijo Harry, sonriendo—. Pero prométame que no volverá a intentar salvarme la vida.

— Eso, eso, por favor — dijo Neville. — Lo increíble es que sobrevivieras a sus intentos de salvarte la vida.

Una sonrisa amplia, con todos los dientes a la vista, cruzó la fea cara cetrina del elfo.

Sólo tengo una pregunta, Dobby —dijo Harry, mientras Dobby se ponía el calcetín de Harry con manos temblorosas—. Usted me dijo que esto no tenía nada que ver con El-que-no-debe-ser-nombrado, ¿recuerda? Bueno…

Era una pista, señor —dijo Dobby, con los ojos muy abiertos, como si resultara obvio—. Dobby le daba una pista. Antes de que cambiara de nombre, el Señor Tenebroso podía ser nombrado tranquilamente, ¿se da cuenta?

— Esa es la peor pista que he visto nunca — dijo Lee Jordan.

Bien —dijo Harry con voz débil—. Será mejor que me vaya. Hay un banquete, y mi amiga Hermione ya estará recobrada…

Dobby le echó los brazos a Harry en la cintura y lo abrazó con fuerza.

¡Harry Potter es mucho más grande de lo que Dobby suponía! —sollozó—.¡Adiós, Harry Potter!

Y dando un sonoro chasquido, Dobby desapareció.

Harry se sonrojó ligeramente al escuchar de nuevo esos cumplidos. Snape lo fulminaba con la mirada.

Harry había estado presente en varios banquetes de Hogwarts, pero en ninguno como aquél. Todos iban en pijama, y la celebración duró toda la noche.

Los que no habían estado en Hogwarts durante aquel banquete escuchaban con emoción, no queriendo perderse ningún detalle del extraño banquete. Los que sí que habían estado, sentían todavía más emoción que los demás, porque esa había sido una de las noches más especiales en todos sus años en Hogwarts.

Harry no sabía si lo mejor había sido cuando Hermione corrió hacia él gritando: «¡Lo has conseguido! ¡Lo has conseguido!»;

Mucha gente sonrió al escuchar eso y Hermione le dio un abrazo a Harry, muy contenta.

o cuando Justin se levantó de la mesa de Hufflepuff y se le acercó veloz para estrecharle la mano y disculparse infinitamente por haber sospechado de él;

Varios Hufflepuff miraron a Justin con orgullo, de forma que éste se sonrojó hasta las orejas.

o cuando Hagrid llegó, a las tres y media, y dio a Harry y a Ron unas palmadas tan fuertes en los hombros que los tiró contra el postre;

Eso provocó muchas risas.

— ¿A las tres y media? ¿De la madrugada? — preguntó una niña de primero. Cuando los mayores le dijeron que sí, su cara de sorpresa hizo reír a Harry.

o cuando dieron a Gryffindor los cuatrocientos puntos ganados por él y Ron, con lo que se aseguraron la copa de las casas por segundo año consecutivo;

En ese momento, la casa entera de Gryffindor estalló en aplausos. McGonagall parecía tremendamente orgullosa.

De entre el resto de casas, nadie podía reprocharle a Gryffindor que se había merecido el primer puesto.

o cuando la profesora McGonagall se levantó para anunciar que el colegio, como obsequio a los alumnos, había decidido prescindir de los exámenes («¡Oh, no!», exclamó Hermione);

— Menos mal — dijo Tonks. — Lo que les faltaba a los pobres…

— ¿Cómo que "Oh, no"? — dijo Fred, mirando a Hermione como si le hubiera crecido otra cabeza. — Dicen que Harry está loco, pero creo que tú eres peor.

Hermione rodó los ojos.

o cuando Dumbledore anunció que, por desgracia, el profesor Lockhart no podría volver el curso siguiente, debido a que tenía que ingresar en un sanatorio para recuperar la memoria. Algunos de los profesores se unieron al grito de júbilo con el que los alumnos recibieron estas noticias.

También en el presente muchos aplaudían y gritaban.

¡Qué pena! —dijo Ron, cogiendo una rosquilla rellena de mermelada—. Estaba empezando a caerme bien.

— Solo porque se llamó inútil a sí mismo — dijo Ron con una sonrisita.

El resto del último trimestre transcurrió bajo un sol radiante y abrasador. Hogwarts había vuelto a la normalidad, con sólo unas pequeñas diferencias: las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras se habían suspendido («pero hemos hecho muchas prácticas», dijo Ron a una contrariada Hermione)

— Vosotros tres habéis hecho demasiadas prácticas — dijo la profesora Sprout, mirando directamente a Harry, Ron y Hermione.

y Lucius Malfoy había sido expulsado del consejo escolar. Draco ya no se pavoneaba por el colegio como si fuera el dueño. Por el contrario, parecía resentido y enfurruñado. Y Ginny Weasley volvía a ser completamente feliz.

Ginny sonrió al leer eso. Aunque todavía parecía agotada, se la veía mucho más tranquila que antes. Muchos le sonrieron.

Por otro lado, Malfoy tenía cara de haberse tragado un limón entero.

Muy pronto llegó el momento de volver a casa en el expreso de Hogwarts. Harry, Ron, Hermione, Fred, George y Ginny tuvieron todo un compartimento para ellos. Aprovecharon al máximo las últimas horas en que les estaba permitido hacer magia antes de que comenzaran las vacaciones. Jugaron al snap explosivo, encendieron las últimas bengalas del doctor Filibuster de George y Fred, y jugaron a desarmarse unos a otros mediante la magia. Harry estaba adquiriendo en esto gran habilidad.

— Y menos mal — dijo Harry en voz baja. — Ese es el hechizo más útil que jamás he aprendido.

Hermione pareció estar a punto de replicar, seguramente para mencionar otros hechizos extremadamente útiles, pero decidió no hacerlo al recordar lo mucho que a Harry le había servido ese hechizo en particular.

Estaban llegando a King's Cross cuando Harry recordó algo.

Ginny…, ¿qué es lo que le viste hacer a Percy, que no quería que se lo dijeras a nadie?

Percy se atragantó con su propia saliva.

¡Ah, eso! —dijo Ginny con una risita—. Bueno, es que Percy tiene novia.

Se oyeron silbidos y risitas, a la vez que Percy se ponía de color escarlata.

A Fred se le cayeron los libros que llevaba en el brazo.

¿Qué?

Muchos rieron.

— ¿Tan sorprendente es? — dijo una chica de sexto. — Es bastante guapo.

Una oleada de risitas siguió a ese comentario. Fred puso cara de asco, igual que George. Percy se tapó la cara con las manos.

—Toma — dijo Harry, pasándole la almohada. — Esta es la almohada-escondite oficial.

Percy miró a Harry unos instantes, como evaluándolo. Harry le mantuvo la mirada y esperó que el chico entendiera lo que quería decir.

Despacio, Percy alargó la mano y tomó la almohada, dándole las gracias a Harry con un gesto de la cabeza. Acto seguido, la abrazó contra sí mismo y escondió la cara en ella, provocando que a Wood le diera un ataque de risa.

Es esa prefecta de Ravenclaw, Penélope Clearwater —dijo Ginny—. Es a ella a quien estuvo escribiendo todo el verano pasado. Se han estado viendo en secreto por todo el colegio. Un día los descubrí besándose en un aula vacía. Le afectó mucho cuando ella fue…, ya sabéis…, atacada. No os reiréis de él, ¿verdad? —añadió.

— Vaya, vaya — dijo Bill con una sonrisa. — Parece que Perce no es tan aburrido como pensaba.

— No sabía eso — bufó Charlie.

Percy seguía con la cara escondida y Harry supuso que leer delante de todos tus hermanos, tus profesores y tus padres sobre aquel año en el que te veías en secreto con tu novia para darte el lote, no debía ser muy cómodo.

Ni se me pasaría por la cabeza —dijo Fred, que ponía una cara como si faltase muy poco para su cumpleaños.

Por supuesto que no —corroboró George con una risita.

Eso hizo reír a muchos. Algunos se preguntaban qué narices habría pasado para que los gemelos se llevaran tan mal con Percy en el presente.

El expreso de Hogwarts aminoró la marcha y al final se detuvo.

Harry sacó la pluma y un trozo de pergamino y se volvió a Ron y Hermione.

Esto es lo que se llama un número de teléfono —dijo Harry, escribiéndolo dos veces y partiendo el pergamino en dos para darles un número a cada uno—. Tu padre ya sabe cómo se usa el teléfono, porque el verano pasado se lo expliqué. Llamadme a casa de los Dursley, ¿vale? No podría aguantar otros dos meses sin hablar con nadie más que con Dudley…

— Error, error — dijo Harry. — No debí haberos dado el número.

— Tendrías que habérselo dado solo a Hermione — dijo Ginny. — Aunque tu tío se merecía que alguien le gritara.

Algunos la miraron con curiosidad, pero como no explicó su comentario, tuvieron que seguir escuchando a Ritche.

Pero tus tíos estarán muy orgullosos de ti, ¿no? —dijo Hermione cuando salían del tren y se metían entre la multitud que iba en tropel hacia la barrera encantada—. ¿Y cuando se enteren de lo que has hecho este curso.

Algunos bufaron.

¿Orgullosos? —dijo Harry—. ¿Estás loca? ¿Con todas las oportunidades que tuve de morir, y no lo logré? Estarán furiosos…

Si bien el comentario había pretendido ser gracioso, la mayoría de gente no se lo tomó con mucho humor, algo que frustró a Harry sobremanera.

Entonces, Harry notó que Sirius lo miraba amargamente.

— No volverás con ellos — dijo. Muchos lo miraron, curiosos, y con mucho menos miedo del que habían sentido tan solo el día anterior. — Vete haciendo a la idea.

Harry asintió, aunque en el fondo no sabía si tener esperanzas o no.

Y juntos atravesaron la verja hacia el mundo muggle.

— Ya está. Este es el final — dijo Ritche Coote, cerrando el libro.

— Muy bien, muy bien. — Dumbledore se puso en pie. — Espero que todos hayáis disfrutado la lectura. Mañana comenzaremos a leer el tercer libro.

Con un gesto, hizo que un libro se materializara a su lado, flotando en el aire.

— Se titula — dijo, cogiéndolo y examinando la portada, — Harry Potter y el Prisionero de Azkaban.


●LA HISTORIA NO ES MÍA, LA PUEDEN ENCONTRAR ORIGINALMENTE EN FANFICTION AUTORA REAL: Luxerii


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