miércoles, 28 de abril de 2021

Leyendo la piedra filosofal, capítulo 13

 Nicolás Flamel:


— Aquí acaba — declaró Lavender, quien suspiró y cerró el libro.

— ¿Quién quiere leer el siguiente? — preguntó Dumbledore. Varias manos se alzaron. Sin embargo, nadie de Slytherin había levantado la mano. Con un destello en sus ojos, Dumbledore declaró:

— Usted, Crabbe.

Crabbe pegó un salto. Intercambió miradas confusas con Goyle y Malfoy, quien hizo una mueca de desagrado. Finalmente, sintiendo la mirada de todos sobre él, Crabbe se levantó y caminó hacia el atril.

Carraspeó.

— El siguiente capítulo se llama: Nicolás Flamel.

Se escucharon murmullos de interés.

Dumbledore había convencido a Harry de que no buscara otra vez el espejo de Oesed, y durante el resto de las vacaciones de Navidad la capa invisible permaneció doblada en el fondo de su baúl.

A Harry se le hacía muy extraño escuchar a Crabbe leyendo sobre su vida. Bueno, escuchar a Crabbe leyendo ya era de por sí muy raro.

Harry deseaba poder olvidar lo que había visto en el espejo, pero no pudo. Comenzó a tener pesadillas.

— Pobrecito — gimió Parvati. No fue la única. Muchos parecían estar de acuerdo con ella y la señora Weasley parecía estar muy triste.

Una y otra vez, soñaba que sus padres desaparecían en un rayo de luz verde, mientras una voz aguda se reía.

Harry evitó mirar las expresiones horrorizadas de los alumnos que lo rodeaban. En su lugar, miraba fijamente al suelo, deseando que el libro dejara de mencionar temas tan sensibles.

¿Te das cuenta? Dumbledore tenía razón. Ese espejo te puede volver loco —dijo Ron, cuando Harry le contó sus sueños.

Algunos asintieron. Dumbledore sonreía levemente, aunque también parecía triste.

Hermione, que volvió el día anterior al comienzo de las clases, consideró las cosas de otra manera. Estaba dividida entre el horror de la idea de Harry vagando por el colegio tres noches seguidas («¡Si Filch te hubiera atrapado!»)

Se escucharon risas.

y desilusionada porque finalmente no hubieran descubierto quién era Nicolás Flamel. Ya casi habían abandonado la esperanza de descubrir a Flamel en un libro de la biblioteca, aunque Harry estaba seguro de haber leído el nombre en algún lado.

— Los cromos de las ranas de chocolate — sonrió un Hufflepuff de cuarto. Algunos alumnos, especialmente los de la casa Ravenclaw, parecían bastante satisfechos de sí mismos.

Cuando empezaron las clases, volvieron a buscar en los libros durante diez minutos durante los recreos. Harry tenía menos tiempo que ellos, porque los entrenamientos de quidditch habían comenzado también. Wood los hacia trabajar más duramente que nunca. Ni siquiera la lluvia constante que había reemplazado a la nieve podía doblegar su ánimo.

Wood pareció muy orgulloso de sí mismo. A su lado, Angelina rodó los ojos.

Los Weasley se quejaban de que Wood se había convertido en un fanático,

Oliver los miró mal, pero ellos fingieron no darse cuenta.

pero Harry estaba de acuerdo con Wood.

— ¿En serio? —preguntó Fred, incrédulo. —Nos hacía volar en medio de tormentas.

— Durante horas — añadió George, fingiendo un escalofrío.

— Débiles —murmuró Oliver, ganándose las quejas de los gemelos.

Si ganaban el próximo partido contra Hufflepuff, podrían alcanzar a Slytherin en el campeonato de las casas, por primera vez en siete años.

Algunos Slytherin, concretamente de sexto y séptimo, sonrieron al recordar que su casa había ganado la copa durante tantos años seguidos. Los alumnos de cursos inferiores no tenían el placer de haber vivido esas victorias, por lo que parecían bastante frustrados.

Además de que deseaba ganar; Harry descubrió que tenía menos pesadillas cuando estaba cansado por el ejercicio.

Las miradas de pena regresaron en todo su esplendor. Harry comenzaba a sentirse muy frustrado. Sus pesadillas de primer año no habían sido nada en comparación con las que llevaba teniendo desde la noche de la última prueba del torneo. ¿Cómo reaccionaría la gente cuando leyera esos sueños? ¿Aparecerían en los libros? Suponía que sí, ya que las pesadillas de primero habían sido bastante irrelevantes y aun así aparecían.

Y eso le llevaba de nuevo a la cuestión de por qué narices tenían que leer sobre sus pesadillas delante del comedor. ¿Por qué no podían saltarse esa información inútil?

Se le debió notar en la cara lo frustrado que estaba, porque Hermione le sonrió como muestra de ánimo.

Entonces, durante un entrenamiento en un día especialmente húmedo y lleno de barro, Wood les dio una mala noticia. Se había enfadado mucho con los Weasley, que se tiraban en picado y fingían caerse de las escobas.

Hubo risas, pero Oliver volvió a fulminar con la mirada a los gemelos.

¡Dejad de hacer tonterías! —gritó—. ¡Ésas son exactamente las cosas que nos harán perder el partido! ¡Esta vez el árbitro será Snape, y buscará cualquier excusa para quitar puntos a Gryffindor!

George Weasley, al oír esas palabras, casi se cayó de verdad de su escoba.

Más risas, aunque muchos de los alumnos de años inferiores, que nunca habían visto un partido de quidditch en el que la señora Hooch no fuera el árbitro, parecían muy alarmados.

¿Snape va a ser el árbitro? —Escupió un puñado de barro—. ¿Cuándo ha sido árbitro en un partido de quidditch? No será imparcial, si nosotros podemos sobrepasar a Slytherin.

En el comedor, todo el mundo estaba de acuerdo con George, pero nadie dijo nada. La mirada gélida del profesor Snape era suficiente para mantener en silencio a todo el cuerpo estudiantil.

El resto del equipo se acercó a George para quejarse.

No es culpa mía —dijo Wood—. Lo que tenemos que hacer es estar seguros de jugar limpio, así no le daremos excusa a Snape para marcarnos faltas.

Todo aquello estaba muy bien, pensó Harry; pero él tenía otra razón para no querer estar cerca de Snape mientras jugaba a quidditch.

Muchos alumnos intercambiaron miradas, recordando las sospechas que recaían sobre el profesor de pociones.

Los demás jugadores se quedaron, como siempre, para charlar entre ellos al finalizar el entrenamiento, pero Harry se dirigió directamente a la sala común de Gryffindor; donde encontró a Ron y Hermione jugando al ajedrez. El ajedrez era la única cosa a la que Hermione había perdido, algo que Harry y Ron consideraban muy beneficioso para ella.

Hermione bufó. Harry y Ron rieron, a lo que también se sumó Ginny.

— La verdad, estoy de acuerdo —dijo la chica, ganándose una mirada indignada de Hermione.

No me hables durante un momento —dijo Ron, cuando Harry se sentó al lado —. Necesito concen... —vio el rostro de Harry—. ¿Qué te sucede? Tienes una cara terrible.

— Qué directo — comentó Katie con una mueca mientras Angelina reía.

Fue como si un balde de agua fría cayera sobre Harry. Katie. ¿Habría sobrevivido a lo que fuera que sucediera en sexto año? ¿Y si no lo había hecho? Tenía toda la intención de preguntarle al primer encapuchado con el que se cruzara, pero tendría que esperar hasta que el director quisiera hacer una pausa en la lectura.

En tono bajo, para que nadie más los oyera, Harry les explicó el súbito y siniestro deseo de Snape de ser árbitro de quidditch.

Snape contuvo las ganas de rodar los ojos.

No juegues —dijo de inmediato Hermione.

Diles que estás enfermo —añadió Ron.

Finge que se te ha roto una pierna —sugirió Hermione.

Rómpete una pierna de verdad —dijo Ron.

— ¡Ron! — lo regañó su madre mientras medio comedor reía a carcajadas.

No puedo —dijo Harry—. No hay un buscador suplente. Si no juego, Gryffindor tampoco puede jugar.

— ¿Te habrías roto la pierna si Gryffindor hubiera tenido un buscador suplente? — preguntó Lupin con incredulidad. Harry se encogió de hombros.

— Me lo habría planteado.

Algunas personas rieron.

En aquel momento Neville cayó en la sala común.

— ¿Cayó? — preguntaron algunas voces. Neville se puso muy rojo.

Nadie se explicó cómo se las había arreglado para pasar por el agujero del retrato, porque sus piernas estaban pegadas juntas, con lo que reconocieron de inmediato el Maleficio de las Piernas Unidas. Había tenido que ir saltando todo el camino hasta la torre Gryffindor.

Hubo algunas risas, que enseguida fueron acalladas por una severa mirada de McGonagall.

Todos empezaron a reírse, salvo Hermione, que se puso de pie e hizo el contramaleficio.

— Gracias —susurró el chico, quien seguía muy rojo.

Las piernas de Neville se separaron y pudo ponerse de pie, temblando.

¿Qué ha sucedido? —preguntó Hermione, ayudándolo a sentarse junto a Harry y Ron.

Malfoy —respondió Neville temblando—. Lo encontré fuera de la biblioteca. Dijo que estaba buscando a alguien para practicarlo.

— Das mucho asco — le espetó Parvati a Malfoy, que sonreía con suficiencia.

¡Ve a hablar con la profesora McGonagall! —lo instó Hermione—. ¡Acúsalo!

Neville negó con la cabeza.

No quiero tener más problemas —murmuró.

— De hecho, señor Longbottom —intervino McGonagall — lo correcto en estas situaciones es informar a un profesor.

Neville asintió, aunque no parecía muy convencido.

¡Tienes que hacerle frente, Neville! —dijo Ron—. Está acostumbrado a llevarse a todo el mundo por delante, pero ésa no es una razón para echarse al suelo a su paso y hacerle las cosas más fáciles.

No es necesario que me digas que no soy lo bastante valiente para pertenecer a Gryffindor; eso ya me lo dice Malfoy —dijo Neville, atragantándose.

Draco rodó los ojos ante la oleada de miradas asqueadas que cayeron sobre él. Neville estaba tan rojo que podría haber pasado por un Weasley.

Harry buscó en los bolsillos de su túnica y sacó una rana de chocolate, la última de la caja que Hermione le había regalado para Navidad. Se la dio a Neville, que parecía estar a punto de llorar.

Tu vales por doce Malfoys —dijo Harry—. ¿Acaso no te eligió para Gryffindor el Sombrero Seleccionador? ¿Y dónde está Malfoy?

Crabbe hizo una mueca.

En la apestosa Slytherin.

Crabbe parecía asqueado consigo mismo por haber leído eso en voz alta, pero nadie le prestaba atención ya. Hubo muchas protestas por parte de los Slytherin, muchos de los cuales gritaban improperios contra Harry y Neville. Otras casas respondieron contra los Slytherin y los profesores tardaron cinco minutos en conseguir que todo el mundo se callara.

Neville dejó escapar una débil sonrisa, mientras desenvolvía el chocolate. —Gracias, Harry... Creo que me voy a la cama... ¿Quieres el cromo? Tú los coleccionas, ¿no?

— ¿Es aquí cuando descubrís que la respuesta a todo estaba en un estúpido cromo? — ironizó Zacharias Smith.

Mientras Neville se alejaba, Harry miró el cromo de los Magos Famosos.

Dumbledore otra vez —dijo— Él fue el primero que...

Bufó. Miró fijamente la parte de atrás de la tarjeta. Luego levantó la vista hacia Ron y Hermione.

— Parece que sí —respondió Terry Boot, quien parecía divertirse.

¡Lo encontré! —susurró—. ¡Encontré a Flamel! Os dije que había leído ese nombre antes. Lo leí en el tren, viniendo hacia aquí. Escuchad lo que dice: «El profesor Dumbledore es particularmente famoso por derrotar al mago tenebroso Grindelwald, en 1945, por el descubrimiento de las doce aplicaciones de la sangre de dragón ¡y por su trabajo en alquimia con su compañero Nicolás Flamel!».

Hermione dio un salto. No estaba tan excitada desde que le dieron la nota de su primer trabajo.

Se escucharon risas, pero también algunas burlas. Parvati y Lavender se reían por lo bajo.

¡Esperad aquí! —dijo, y se lanzó por la escalera hacia el dormitorio de las chicas. Harry y Ron casi no tuvieron tiempo de intercambiar una mirada de asombro y ya estaba allí de nuevo, con un enorme libro entre los brazos.

¡Nunca pensé en buscar aquí! —susurró excitada—. Lo saqué de la biblioteca hace semanas, para tener algo ligero para leer.

¿Ligero? —dijo Ron,

Más risas. Hermione rodó los ojos. Muchos Ravenclaw murmuraban, comentando los libros que leían por placer y comparándolos con el de Hermione.

pero Hermione le dijo que esperara, que tenía que buscar algo y comenzó a dar la vuelta a las páginas, enloquecida, murmurando para sí misma.

Al fin encontró lo que buscaba. —¡Lo sabía! ¡Lo sabía!

¿Podemos hablar ahora? —dijo Ron con malhumor. Hermione hizo caso omiso de él.

— Perdón, estaba muy emocionada — dijo ella con una sonrisa tímida. Ron se encogió de hombros, quitándole importancia al asunto.

Nicolás Flamel —susurró con tono teatral— es el único descubridor conocido de la Piedra Filosofal.

— Ohhhhhhh.

El comedor al completo estalló en conversaciones.

— ¿Entonces lo de la piedra es verdad?

— ¿No era un mito?

— Sigo sin creérmelo.

— ¡Yo quiero una!

Los profesores tuvieron que llamar al silencio al alumnado e incluso a los miembros de la Orden del Fénix, quienes también conversaban animadamente.

Aquello no tuvo el efecto que ella esperaba. —¿La qué? —dijeron Harry y Ron.

— Idiotas —dijo Malfoy por lo bajo. Pansy y Goyle rieron.

¡Oh, no lo entiendo! ¿No sabéis leer? Mirad, leed aquí.

Empujó el libro hacia ellos, y Harry y Ron leyeron:

Crabbe tomó aire antes de seguir leyendo. Parecía estar muy cansado de leer y Harry se preguntaba si esta sería la primera vez que había leído tanto rato en voz alta.

El antiguo estudio de la alquimia está relacionado con el descubrimiento de la Piedra Filosofal, una sustancia legendaria que tiene poderes asombrosos. La piedra puede transformar cualquier metal en oro puro. También produce el Elixir de la Vida, que hace inmortal al que lo bebe.

Se ha hablado mucho de la Piedra Filosofal a través de los siglos, pero la única Piedra que existe actualmente pertenece al señor Nicolás Flamel, el notable alquimista y amante de la ópera. El señor Flamel, que cumplió seiscientos sesenta y cinco años el año pasado,

Se escucharon exclamaciones de admiración y sorpresa.

lleva una vida tranquila en Devon con su esposa Perenela (de seiscientos cincuenta y ocho años).

— Imagina pasar seiscientos años con una persona — le dijo una Gryffindor de séptimo a otra. — ¿No se aburren?

— Quizá tienen una relación abierta — sugirió la otra chica. Los que las escucharon parecieron asqueados ante la idea de que hubiera gente de seiscientos años ligando por ahí.

¿Veis? —dijo Hermione, cuando Harry y Ron terminaron—. El perro debe de estar custodiando la Piedra Filosofal de Flamel. Seguro que le pidió a Dumbledore que se la guardase, porque son amigos y porque debe de saber que alguien la busca. ¡Por eso quiso que sacaran la Piedra de Gringotts!

¡Una piedra que convierte en oro y hace que uno nunca muera! —dijo Harry—. ¡No es raro que Snape la busque! Cualquiera la querría.

Esa era una gran verdad, a juzgar por las expresiones de muchos alumnos.

Y no es raro que no pudiéramos encontrar a Flamel en ese Estudio del reciente desarrollo de la hechicería —dijo Ron—. Él no es exactamente reciente si tiene seiscientos sesenta y cinco años, ¿verdad?

Hubo risas y Ron parecía muy orgulloso de sí mismo por haber hecho reír a tanta gente.

A la mañana siguiente, en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, mientras copiaban las diferentes formas de tratar las mordeduras de hombre lobo,

Lupin hizo una mueca.

Harry y Ron seguían discutiendo qué harían con la Piedra Filosofal si tuvieran una.

— Yo convertiría toda mi casa en oro — dijo un alumno de tercero de Gryffindor.

— Pues qué estupidez — replicó un Ravenclaw de cuarto. — Si lo conviertes todo en oro, ¿dónde dormirías? No creo que sea muy cómodo dormir en una cama de oro.

— Puedo dejar el colchón y las sábanas como están.

— Seguiría siendo muy hortera.

El Gryffindor abrió la boca para replicar, pero un chasquido de McGonagall consiguió que se callara.

Hasta que Ron dijo que él se compraría su propio equipo de quidditch y Harry recordó el partido en que tendría a Snape de árbitro.

Jugaré —informó a Ron y Hermione—. Si no lo hago, todos los Slytherins pensarán que tengo miedo de enfrentarme con Snape. Les voy a demostrar... les voy a borrar la sonrisa de la cara si ganamos.

Siempre y cuando no te borren a ti del terreno de juego —dijo Hermione.

Hubo algunas risas.

— Qué optimista — ironizó Ginny.

Sin embargo, a medida que se acercaba el día del partido, Harry se ponía más nervioso, pese a todo lo que le había dicho a sus amigos.

Muchos asintieron, entendiendo a Harry perfectamente.

El resto del equipo tampoco estaba demasiado tranquilo. La idea de alcanzar a Slytherin en el torneo de la casa era maravillosa, nadie lo había conseguido en siete años, pero ¿podrían hacerlo con aquel árbitro tan parcial?

Los que lo habían vivido sabían que así era. Muchos Gryffindor sonrieron al recordarlo.

Harry no sabía si se lo imaginaba o no, pero veía a Snape por todas partes. Por momentos, hasta se preguntaba si Snape no lo estaría siguiendo para atraparlo.

— Eres un paranoico — se rió Angelina. Harry no le contestó. ¿Había estado Snape siguiéndole de verdad? No para atraparlo, sino para protegerlo.

La idea le resultaba increíblemente incómoda.

Las clases de Pociones se convirtieron en torturas semanales para Harry, por la forma en que lo trataba Snape. ¿Era posible que Snape supiera que ellos habían averiguado lo de la Piedra Filosofal?

— No, solo es un imbécil — murmuró Ginny. Muy pocos la escucharon, pero todos los que lo hicieron estaban de acuerdo.

Harry no se imaginaba cómo podía saberlo... aunque algunas veces tenía la horrible sensación de que Snape podía leer los pensamientos.

A Harry le dio un escalofrío. Snape y Dumbledore intercambiaron miradas durante un segundo, pero nadie lo notó.

Harry supo, cuando le desearon suerte en la puerta de los vestuarios, la tarde siguiente, que Ron y Hermione se preguntaban si volverían a verlo con vida.

— Oh, venga ya —bufó Malfoy. — ¿De verdad pensabas que te iban a matar, Potter? Eres más estúpido de lo que pensaba.

Hubo algunas quejas hacia Malfoy, pero muchos parecían estar de acuerdo en que Harry, Ron y Hermione estaban siendo demasiado dramáticos. Sin embargo, la mayoría de los estudiantes de primero parecían estar totalmente de acuerdo con lo dicho en el libro, y miraban al profesor Snape con sospecha y, en muchos casos, con miedo.

Por su parte, el profesor Snape se mantenía en silencio, utilizando todo su autocontrol para no responder a la cantidad de estupideces que se estaban diciendo (y pensando) en el comedor.

Aquello no era lo que uno llamaría reconfortante. Harry casi no oyó las palabras de Wood, mientras se ponía la túnica de quidditch y cogía su Nimbus 2.000.

Wood suspiró.

— Creo que nadie me escuchaba.

Ron y Hermione, entre tanto, encontraron un sitio en las gradas, cerca de Neville, que no podía entender por qué estaban tan preocupados, ni por qué llevaban sus varitas al partido. Lo que Harry no sabía era que Ron y Hermione habían estado practicando en secreto el Maleficio de las Piernas Unidas. Se les ocurrió la idea cuando Malfoy lo utilizó con Neville, y estaban listos para utilizarlo con Snape, si daba alguna señal de querer hacer daño a Harry.

Snape gruñó y fulminó con la mirada a los dos alumnos, quienes evitaron mirarle directamente. Por otro lado, Harry se sentía conmovido por las acciones de sus amigos y se había quedado mudo de la impresión.

No te olvides, es locomotor mortis —murmuró Hermione, mientras Ron deslizaba su varita en la manga de la túnica.

Ya lo sé —respondió enfadado—. No me des la lata.

— Aunque fuerais amigos parece que no os llevabais muy bien — comentó Colin Creevey.

— Nos llevamos bien — afirmó Hermione. Nadie le replicó nada.

Mientras tanto, en el vestuario, Wood había llevado aparte a Harry

No quiero presionarte, Potter; pero si alguna vez necesitamos que se capture en seguida la snitch, es ahora. Necesitamos terminar el partido antes de que Snape pueda favorecer demasiado a Hufflepuff.

Muchos Gryffindor miraban mal a Snape, quien devolvía las miradas y conseguía que la gente agachara la cabeza.

¡Todo el colegio está allí fuera! —dijo Fred Weasley, espiando a través de la puerta—. Hasta... ¡Vaya, Dumbledore ha venido al partido!

El corazón de Harry dio un brinco.

¿Dumbledore? —dijo, corriendo hasta la puerta para asegurarse. Fred tenía razón. Aquella barba plateada era inconfundible.

Se escucharon algunas risas y Dumbledore pasó una mano por su larga barba, obviamente orgulloso.

Harry tenía ganas de reírse a carcajadas, del alivio que sentía. Estaba a salvo. No había forma de que Snape se animara a hacerle algo si Dumbledore estaba mirando.

Lo mismo pensaban muchos alumnos, que parecían aliviados.

Tal vez por eso Snape parecía tan enfadado mientras los equipos desfilaban por el terreno de juego, algo que Ron también notó.

Nunca vi a Snape con esa cara de malo —dijo a Hermione—. Mira, ya salen. ¡Eh!

Snape rodó los ojos. ¿Cara de malo? Algunas personas se reían por lo bajo. Canuto movía la cola con energía.

Alguien había golpeado a Ron en la parte de atrás de la cabeza. Era Malfoy.

Oh, perdón, Weasley, no te había visto.

Malfoy sonrió burlonamente a Crabbe y Goyle.

Crabbe se sobresaltó al leer su propio nombre. Siguió leyendo con voz entrecortada. Se había puesto muy rojo.

Me pregunto cuánto tiempo durará Potter en su escoba esta vez. ¿Alguien quiere apostar? ¿Qué me dices, Weasley?

A Harry le hizo gracia ver que Crabbe estaba imitando a Malfoy, aunque parecía que lo hacía de forma inconsciente.

Ron no le respondió: Snape acababa de pitar un penalti a favor de Hufflepuff, porque George Weasley le había tirado una bludger.

Algunos rieron, pero otros muchos miraron mal a George. Sorprendentemente, estos últimos no eran solo alumnos de Slytherin, sino que muchos Gryffindor sentían que George estaba poniendo en riesgo la victoria de su equipo. Harry tuvo que contenerse para no recordarles que todo eso había pasado ya y que habían ganado de todas formas.

Hermione, que tenía los dedos cruzados sobre la falda, observaba sin cesar a Harry, que circulaba sobre el juego como un halcón, buscando la snitch.

¿Sabéis por qué creo que eligen a la gente para la casa de Gryffindor? —dijo Malfoy en voz alta unos minutos más tarde, mientras Snape daba otro penalti a Hufflepuff, sin ningún motivo

Algunas personas abuchearon. Los Hufflepuff no parecían muy contentos; a nadie en esa casa le agradaba ganar haciendo trampas.

. Es gente a la que le tienen lástima. Por ejemplo, está Potter; que no tiene padres, luego los Weasley, que no tienen dinero... Y tú, Longbottom, que no tienes cerebro.

— Tendrá un castigo doble, señor Malfoy, por todo lo leído en este capítulo y en el anterior — declaró McGonagall mirando severamente al Slytherin. — Ya he oído suficiente. Me acompañará a mi despacho al terminar este capítulo.

Malfoy tenía cara de haber chupado un limón, cosa que agradó mucho a Harry.

Neville se puso rojo y se volvió en su asiento para encararse con Malfoy —Yo valgo por doce como tú, Malfoy —tartamudeó.

Crabbe dejó salir una risita, aunque haber escuchado que Draco tendría un castigo doble hizo que tratara de disimularlo. Muchos lo miraron mal.

Malfoy, Crabbe y Goyle estallaron en carcajadas, pero Ron, sin quitar los ojos del partido, intervino.

Así se habla, Neville.

Longbottom, si tu cerebro fuera de oro serías más pobre que Weasley, y con eso te digo todo.

Se escucharon bufidos y quejas, pero la más grande fue la de Angelina, quien se levantó de su asiento, se quitó un zapato y se lo lanzó a Malfoy a la cabeza.

— Ya no te aguanto más — exclamó la chica, volviendo a sentarse. Medio comedor estalló en carcajadas, mientras Draco Malfoy la miraba como si le hubieran salido dos cabezas más.

— Castigada, Johnson — intervino Snape. — Y diez puntos menos para Gryffindor.

— Severus, el sistema de puntos no está funcionando — le recordó Dumbledore. Snape bufó.

— Siga leyendo, Crabbe — le espetó al chico, quien dio un salto y siguió leyendo de forma apresurada.

La preocupación por Harry estaba a punto de acabar con los nervios de Ron.

Harry le sonrió a Ron, quien se sonrojó levemente.

Te prevengo, Malfoy... Una palabra más...

¡Ron! —dijo de pronto Hermione—. ¡Harry...!

¿Qué? ¿Dónde?

Harry había salido en un espectacular vuelo, que arrancó gritos de asombro y vivas entre los espectadores. Hermione se puso de pie, con los dedos cruzados en la boca, mientras Harry se lanzaba velozmente hacia el campo, como una bala.

— ¿Con los dedos cruzados? — Harry sonreía aún más. Hermione rodó los ojos, pero también sonrió.

Tenéis suerte, Weasley, es evidente que Potter ha visto alguna moneda en el campo —dijo Malfoy.

— Eso ni siquiera es gracioso — comentó Luna Lovegood. Algunos asintieron. Malfoy no se atrevió a decir nada: no quería que el castigo con McGonagall se convirtiera en un castigo triple.

Ron estalló. Antes de que Malfoy supiera lo que estaba pasando, Ron estaba encima de él, tirándolo al suelo.

— ¡Oooooh!

— ¡Así se hace, Ron!

Muchos alumnos emocionados gritaban y animaban al menor de los Weasley, que se sonrojó y sonrió ampliamente.

Neville vaciló, pero luego se encaramó al respaldo de su silla para ayudar.

— ¡No me lo puedo creer!

— ¡Vamos, Neville!

— ¿Qué Longbottom hizo qué?

Se escucharon exclamaciones de sorpresa y ánimo por todo el comedor. A Harry le hizo gracia ver que hasta Flitwick parecía muy entusiasmado con la pelea, aunque la mayoría de profesores parecían bastante contrariados.

Neville estaba muy rojo, y Ron trataba por todos los medios de ignorar a su madre, quien le estaba echando la bronca por pelear.

¡Vamos, Harry! —gritaba Hermione, subiéndose al asiento para ver bien a Harry, sin darse cuenta de que Malfoy y Ron rodaban bajo su asiento y sin oír los gritos y golpes de Neville, Crabbe y Goyle.

Parecía que Crabbe estaba sufriendo al leer la escena.

En el aire, Snape puso en marcha su escoba justo a tiempo para ver algo escarlata que pasaba a su lado, y que no chocó con él por sólo unos centímetros. Al momento siguiente Harry subía con el brazo levantado en gesto de triunfo y la mano apretando la snitch.

El comedor estalló en aplausos. Los alumnos de Gryffindor gritaban y coreaban, y hasta los Ravenclaw y Hufflepuff parecían muy emocionados, a pesar de haber perdido el partido. Solo algunos Slytherin aplaudían. Harry se fijó en que había un grupo de alumnos de tercero de Slytherin que parecían muy emocionados con el partido, a pesar del resultado. Viéndolos corear y reír, le pareció que no eran tan malas personas como los Slytherin con los que había tenido que lidiar.

Las tribunas bullían. Aquello era un récord, nadie recordaba que se hubiera atrapado tan rápido la snitch.

— Wow — Dennis Creevey miraba a Harry con la boca abierta.

¡Ron! ¡Ron! ¿Dónde estás? ¡El partido ha terminado! ¡Hemos ganado! ¡Gryffindor es el primero! —Hermione bailaba en su asiento y se abrazaba con Parvati Patil, de la fila de delante.

Ambas chicas se sonrieron.

Harry saltó de su escoba, a centímetros del suelo. No podía creerlo. Lo había conseguido... El partido había terminado y apenas había durado cinco minutos. Mientras los de Gryffindor se acercaban al terreno de juego, vio que Snape aterrizaba cerca, con el rostro blanco y los labios tirantes. Entonces Harry sintió una mano en su hombro y, al darse la vuelta, se encontró con el rostro sonriente de Dumbledore.

Bien hecho —dijo Dumbledore en voz baja, para que sólo Harry lo oyera—. Muy bueno que no buscaras ese espejo... que te mantuvieras ocupado... excelente...

Snape escupió con amargura en el suelo.

Aunque algunas personas rieron por lo bajo, nadie dijo nada. No querían enfadar al ya molesto profesor de pociones.

Un rato después, Harry salió del vestuario para dejar su Nimbus 2.000 en la escobera. No recordaba haberse sentido tan contento.

Muchas personas le sonrieron, entre ellas Luna. Harry le devolvió la sonrisa.

Había hecho algo de lo que podía sentirse orgulloso. Ya nadie podría decir que era sólo un nombre célebre. El aire del anochecer nunca había sido tan dulce.

— Aquella fue una noche increíble — suspiró Katie, sonriente. A Harry le dio otra punzada de nervios al escuchar su voz. Qué ganas tenía de salir de allí y preguntarle a algún desconocido del futuro qué había pasado con Katie

Lo que Harry no sabía era que, fuera del comedor, desde un aula vacía donde podían monitorear todo lo que sucediera durante la lectura, los encapuchados hablaban precisamente de ese tema.

— ¿Entonces no ha leído nada más, no? ¿Seguro que decía la verdad?

— Seguro — afirmó la persona que había interrumpido a Harry mientras leía el sexto libro. — El pobre se ha llevado un susto de muerte.

— Vendrá a preguntarnos — declaró otra persona. — Tendremos que estar preparados.

— ¿Qué le decimos?

— La verdad. Que Katie está bien, que fue solo un susto, que no tiene que preocuparse por eso.

Alguien le dio un puñetazo a la mesa. Se hizo el silencio.

— Tenemos cosas más importantes de las que hablar —gruñó esa persona. — ¿Aún no hay pistas sobre lo que sucedió en la lechucería?

— No, no hay nada.

— El castillo ahora mismo es una fortaleza —afirmó alguien con voz nerviosa. — Hemos revisado todas las entradas, incluso los pasadizos. No hay forma de que nadie pueda entrar o salir sin que lo sepamos.

— Pero…

No terminó la frase, pero tampoco era necesario. Todos sabían lo que quería decir. Fuera quien fuera quien había impedido que Nott hablara con su familia, ya estaba dentro del castillo.

— La opción de que un alumno se hiciera pasar por uno de nosotros sigue siendo la más plausible — declaró alguien. — No tenemos razón para alarmarnos. Lo tenemos todo bajo control.

Alguien suspiró.

— Creo que tendremos que tener los ojos muy abiertos. No hay más que podamos hacer.

— ¡Esperad! — exclamó alguien. — ¿¡Por qué no lo he pensado antes!?

— ¿El qué?

— ¡El mapa del merodeador! Podemos comprobar si hay alguien en el castillo que no deba estar aquí.

Tras unos segundos de silencio atónito, dos personas salieron corriendo del aula, directas a la torre de Gryffindor. Si había alguien en el castillo, ¡tendría que salir en el mapa!

En el comedor, la lectura continuaba sin problemas.

Anduvo por la hierba húmeda, reviviendo la última hora en su mente, en una feliz nebulosa: los Gryffindors corriendo para llevarlo en andas, Ron y Hermione en la distancia, saltando como locos, Ron vitoreando en medio de una gran hemorragia nasal...

Hubo muchas risas. Molly parecía alarmada.

Harry llegó a la cabaña. Se apoyó contra la puerta de madera y miró hacia Hogwarts, cuyas ventanas despedían un brillo rojizo en la puesta del sol. Gryffindor a la cabeza. Él lo había hecho, le había demostrado a Snape...

Snape bufó de nuevo.

Y hablando de Snape.

Una figura encapuchada bajó sigilosamente los escalones delanteros del castillo. Era evidente que no quería ser visto dirigiéndose a toda prisa hacia el bosque prohibido. La victoria se apagó en la mente de Harry mientras observaba. Reconoció a la figura que se alejaba. Era Snape, escabulléndose en el bosque, mientras todos estaban en la cena... ¿Qué sucedía?

El aire relajado y feliz del comedor se tornó en tensión. ¿De verdad iba el profesor Snape a robar la piedra filosofal?

Harry saltó sobre su Nimbus 2.000 y se elevó. Deslizándose silenciosamente sobre el castillo, vio a Snape entrando en el bosque. Lo siguió.

Al escuchar eso, al profesor le invadió una furia terrible. Abrió la boca para gritarle a Potter, pero Dumbledore le hizo un gesto antes de que pudiera hacerlo.

Deja que la lectura hable por ti.

Las palabras resonaron en su mente. Tardó unos segundos en recobrar la calma, pero fue capaz de mantener el control.

Iba a necesitar media botella de whisky de fuego para compensar la tensión de este día.

Los árboles eran tan espesos que no podía ver adónde había ido Snape. Voló en círculos, cada vez más bajos, rozando las copas de los árboles, hasta que oyó voces. Se deslizó hacia allí y se detuvo sin ruido, sobre un haya.

¿Es que nadie iba a cuestionar a Potter? Se preguntó Snape. Había seguido y espiado a un profesor, ¿es que a nadie le importaba? Ninguno de los otros docentes había hecho el más mínimo comentario al respecto. De nuevo, el favoritismo hacia Potter era innegable.

Con cuidado se detuvo en una rama, sujetando su escoba y tratando de ver a través de las hojas.

Abajo, en un espacio despejado y sombrío, vio a Snape. Pero no estaba solo. Quirrell también estaba allí.

Algunas personas parecieron muy sorprendidas.

Harry no podía verle la cara, pero tartamudeaba como nunca. Harry se esforzó por oír lo que decían.

... n-no sé p-por qué querías ver-verme j-justo a-aquí, de entre t-todos los l-lugares, Severus...

Oh, pensé que íbamos a mantener esto en privado —dijo Snape con voz gélida.

— Primero Filch, ahora Quirrell —dijo Fred con una mueca. — Espero que al menos esta vez no se levante la túnica.

Por suerte para él, ningún profesor lo escuchó, pero Lee y George tuvieron que meterse el puño en la boca para no reír a carcajadas.

. Después de todo, los alumnos no deben saber nada sobre la Piedra Filosofal.

Harry se inclinó hacia delante.

Lo mismo sucedía en el comedor: muchos alumnos se inclinaron hacia delante en sus asientos, deseosos de saber qué iba a suceder con la Piedra.

Quirrell tartamudeaba algo y Snape lo interrumpió.

¿Ya has averiguado cómo burlar a esa bestia de Hagrid?

P-p-pero Severus, y-yo...

Tú no querrás que yo sea tu enemigo, Quirrell —dijo Snape, dando un paso hacia él.

Y-yo no s-sé qué...

Tú sabes perfectamente bien lo que quiero decir.

Una lechuza dejó escapar un grito y Harry casi se cae del árbol.

Nadie rió. Las caras de horror de muchos alumnos dejaban claro que creían que Snape era el culpable y quería robar la Piedra.

Se enderezó a tiempo para oír a Snape decir:

... tu pequeña parte del abracadabra. Estoy esperando.

P-pero y-yo no...

Era muy curioso escuchar a Crabbe imitando la tartamudez del profesor Quirrell.

Muy bien —lo interrumpió Snape—. Vamos a tener otra pequeña charla muy pronto, cuando hayas tenido tiempo de pensar y decidir dónde están tus lealtades.

Se echó la capa sobre la cabeza y se alejó del claro. Ya estaba casi oscuro, pero Harry pudo ver a Quirrell inmóvil, como si estuviera petrificado.

— Normal — bufó Ernie Macmillan. — Yo también lo estaría.

¿Harry, dónde estabas? —preguntó Hermione con voz aguda.

¡Ganamos! ¡Ganamos! ¡Ganamos! —gritaba Ron al tiempo que daba palmadas a Harry en la espalda—. ¡Y yo le puse un ojo negro a Malfoy y Neville trató de vencer a Crabbe y Goyle él solo! Todavía está inconsciente, pero la señora Pomfrey dice que se pondrá bien.

Muchos felicitaron a Neville, quien, a pesar de todo, sonrió.

Todos te están esperando en la sala común, vamos a celebrar una fiesta, Fred y George robaron unos pasteles y otras cosas de la cocina...

— ¡Fred! ¡George! —exclamó Molly. —¿Es que no puede pasar ni un capítulo en el que no hagáis nada fuera de las normas?

— Pero mamá —se defendió George — Eso ni siquiera puede considerarse robar.

— Exacto, los elfos domésticos te dan todo lo que les pidas.

Crabbe siguió leyendo, ignorando la reprimenda que Molly les estaba echando a los gemelos.

Ahora eso no importa —dijo Harry sin aliento—. Vamos a buscar una habitación vacía, ya veréis cuando oigáis esto...

Se aseguró de que Peeves no estuviera dentro antes de cerrar la puerta, y entonces les contó lo que había visto y oído.

— Bueno, esto explica por qué siempre estáis susurrando entre vosotros — comentó Lavender. — Siempre me he preguntado cómo tenéis tantas cosas de las que hablar.

El trío intercambió miradas. Si el resto supiera… Los secretos de primer año no habían sido nada comparados con los de años venideros: la cámara de los secretos, usar poción multijugos, viajar en el tiempo para salvar a un hipogrifo condenado a muerte y a un fugitivo buscado por toda la comunidad mágica y muggle…

Así que teníamos razón, es la Piedra Filosofal y Snape trata de obligar a Quirrell a que lo ayude a conseguirla. Le preguntó si sabía cómo pasar ante Fluffy y dijo algo sobre el «abracadabra» de Quirrell... Eso significa que hay otras cosas custodiando la Piedra, además de Fluffy, probablemente cantidades de hechizos, y Quirrell puede haber hecho algunos encantamientos anti-Artes Oscuras que Snape necesita romper...

¿Quieres decir que la Piedra estará segura mientras Quirrell se oponga a Snape? —preguntó alarmada Hermione.

En ese caso no durará mucho —dijo Ron.

— Eh… es el final del capítulo — declaró Crabbe. Cerró el libro con torpeza y volvió a su asiento junto a Goyle y Malfoy.

— Muy bien — Dumbledore se puso en pie. —Es hora de comer. Las personas que necesiten salir del comedor deben seguir las normas establecidas: grupos de diez personas, solo cuatro grupos a la vez. Pero antes…

Igual que el día anterior, pidió que todo el mundo se levantara de sus asientos. Con un chasquido hizo que las mesas de las casas volvieran a aparecer. Los alumnos que no querían salir del comedor tomaron asiento, mientras que el resto trataba desesperadamente de hacer grupos para poder ir al baño, tomar el aire o coger cosas de sus habitaciones.

Esta vez, Harry fue rápido.

— Necesito salir un rato —dijo. — ¿Alguien se viene? Creo que podemos ser hasta diez.

— Yo voy — dijo Ron inmediatamente. — Necesito ir al baño.

— Yo también — confesó Ginny. Hermione asintió.

— Nosotros también vamos, empieza a ser agobiante estar aquí dentro — se unieron los gemelos y Lee, quien, por la forma de mover las piernas, parecía tener muchas ganas de ir al baño.

— Somos siete —dijo Hermione, contando con los dedos de las manos. — Podemos intentar salir ya, o buscar a tres personas más.

— Vamos con vosotros — dijo Dean, señalándose a sí mismo, a Seamus y a Neville. — Si tengo que pasar el día entero aquí encerrado me va a dar algo.

— Perfecto entonces, somos diez — dijo Hermione. — Vamos.

Los diez se encaminaron hacia las puertas del comedor, donde un encapuchado controlaba qué grupos podían salir. Ya había dejado salir a dos grupos, uno formado por Hufflepuffs y otro por Slytherins . El grupo de Harry se abrió paso y consiguió salir el tercero.

Una vez fuera, Harry respiró hondo. Era muy agradable estar en un sitio donde no había cientos de personas.

— No lo tengo muy claro, ¿nos podemos separar? — dijo Neville, nervioso. — Porque si hay que ir al baño…

—No creo que haya ningún problema —dijo Hermione. Cogió a Ginny de un brazo y se fue con ella hacia los baños de chicas más cercanos. El resto del grupo se encaminó hacia la segunda planta, ya que suponían que los baños de la primera estarían llenos.

— Os espero fuera — dijo Harry. Ron lo miró con la ceja levantada, pero las ganas de ir al baño fueron más fuertes que su curiosidad y dejó a Harry solo en el pasillo.

Harry miró a su alrededor. No veía a nadie. Tomó un momento para disfrutar del silencio y la tranquilidad. Tras unos segundos de relax, empezó a caminar por el pasillo, manteniendo los ojos bien abiertos.

— ¿Me buscabas?

Una voz habló detrás de él. Harry, quien había esperado que sucediera algo así, se giró para encarar al encapuchado que había aparecido. Supo nada más verlo que no era el mismo que había visto en la lechucería, aunque no tenía ni la más remota idea de quién podía ser.

— ¿Qué pasó con Katie?

El encapuchado rió. Se apoyó contra la pared, de forma relajada.

— ¿Y si no te lo digo?

— Le diré a todo el mundo lo que he leído — Harry sabía que no lo haría, pero no se le ocurría otra cosa.

El encapuchado se echó a reír.

— No te lo crees ni tú.

Pasaron unos segundos de silencio que para Harry fueron interminables.

— Necesito saberlo… ¿Está bien? O…

Fred. Lupin. El encapuchado no necesitaba que dijera lo que estaba pensando para saberlo.

— Katie está bien — dijo finalmente. —Se llevó un buen susto, pero se recuperó por completo.

Harry sintió cómo se le quitaba un paso de encima.

— Gracias —dijo, con la voz ligeramente entrecortada.

— No hay de qué — respondió el encapuchado. — Te recomiendo que aproveches para ir al baño antes de seguir leyendo. Creo que el director quiere terminar el primer libro hoy.

Harry asintió, todavía algo aturdido por el alivio que sentía. Se despidió del encapuchado, a quien ni siquiera le preguntó por su identidad (había asumido que no se la iba a decir).Aunque tenía mucho aprecio por sus amigos, no quería renunciar a los pocos minutos de tranquilidad y silencio que podría tener en todo el día, así que decidió encaminarse hacia los baños de la tercera planta.

Cuando salió, casi se chocó de frente con Cho Chang. Iba con sus amigas de Ravenclaw, quienes estallaron en risitas.

— Perdona, Harry. No miraba por dónde iba — se disculpó la chica. Harry asintió, algo aturdido. No tenía ni la más remota idea de cómo interactuar con Cho.

Oh, no. Cho. ¿Se leerían sus pensamientos sobre ella en el quinto libro? ¿Se enteraría todo el comedor de que la chica le gustaba?

El pánico debió reflejarse en su cara, porque Cho lo miró con preocupación.

— ¿Estás bien? Bueno… es una pregunta un poco tonta, supongo. Por supuesto que no debes estar bien.

Las amigas de Cho se habían escabullido sin que Harry se diera cuenta. Estaban Cho y él, solos, en el pasillo del tercer piso.

— Eh…

— Me parece muy valiente lo que estás haciendo, Harry — dijo ella, dando un paso hacia él, quien notó con nerviosismo lo cerca que estaban. — Leer tu vida delante de todo el mundo… No sé si yo sería capaz de hacerlo.

Harry sintió que debía hablar.

— No es nada — dijo, aunque era una mentira tan obvia que no supo cómo Cho no le replicó al instante. — Es… es lo que debo hacer, si así se salvan vidas.

Se escuchó un sollozo que lo pilló completamente por sorpresa.

— Eh… ¿y tú, estás bien? — le preguntó a la chica, quien había sacado un pañuelo y se enjugaba las lágrimas.

— No te preocupes… Es solo que… Si hubieran enviado estos libros hace un año, quizá C-Cedric…

Rompió a llorar. Harry no sabía qué hacer, y mucho menos cuando Cho se tiró a sus brazos, sollozando. En pánico, Harry le dio unas palmaditas suaves en la espalda.

— ¿P-por qué no t-trajeron los libros antes? ¿P-por qué esperar?

— Les pregunté eso mismo hace dos noches — respondió él. — Solo me dijeron que incluso este tipo de magia tiene límites. Creo que, de haber podido, habrían intentado salvar a Cedric.

Para su sorpresa, no estaba diciendo esas cosas solo para consolar a Cho. Las creía de verdad. Sabiendo quién era el encapuchado al que había visto en la lechucería, no podía imaginarse que hubiera dejado morir a Cedric a propósito.

— G-gracias por decírmelo, Harry — dijo Cho, todavía con sus brazos alrededor de Harry. Levantó la mirada hacia él, con los ojos brillantes y las pestañas llenas de lágrimas. — Eres muy buena persona.

— Eh… — a Harry le habría gustado decir algo más interesante, pero su cerebro había dejado de funcionar. Cho estaba tan cerca, tan cerca…

— No podéis estar aquí.

Cho y Harry se separaron tan rápido como si les hubiera dado la corriente. Aturdido, Harry se giró y se encontró de frente con un encapuchado.

— Ambos os habéis separado de vuestros grupos demasiado tiempo. Volved inmediatamente al comedor.

Cho, muy roja, se enjugó las lágrimas y echó a andar hacia las escaleras. Harry la siguió, sintiendo su cara arder. ¿Qué acababa de pasar? ¿Habían estado a punto de…?

— Un momento, Harry.

Paró en seco al escuchar la voz hechizada del encapuchado. Se giró, rogando internamente que su cara no estuviera tan roja como la sentía.

— ¿Sí?

— ¿Quieres un consejo?

Ante la expresión confundida de Harry, el encapuchado se acercó y le susurró:

— Si vuelves a ir al despacho del director, coge el quinto libro y lee febrero de ese año. Solo ese mes.

— ¿Tengo permitido hacer eso?

— No — volvió a susurrar el desconocido. — Solo es un consejo. Si le dices a alguien que te lo he dicho, diré que mientes.

Acto seguido, el encapuchado se marchó, dejando a Harry totalmente confundido.

Unos minutos más tarde, se reunió con Hermione, Ron y los demás en el comedor, donde le bombardearon a preguntas. Cuando les hubo dicho a todos que "simplemente quería estar un rato a solas", por fin pudo sentarse a comer. Las mesas ya estaban llenas de comida y la gente charlaba animadamente. Harry se fijó en que Angelina no estaba, y tampoco Malfoy, ni McGonagall o Snape. Supuso que habían cumplido su palabra de castigar a los alumnos antes de leer el siguiente capítulo.

Aunque a Angelina no deberían castigarla, pensó. Lo del zapato había sido genial.

También había sido genial lo que casi había pasado en el pasillo del tercer piso…

Febrero de ese año. ¿Qué pasaría en febrero para que el encapuchado le hubiera dicho eso? Supuso que tenía que ver con Cho… ¿San Valentín? ¿Habrían tenido una cita?

Le entró calor y se bebió un vaso de agua de golpe, intentando aparentar naturalidad. ¿Iba a tener una cita con Cho? Tenía que averiguarlo.

Mientras tanto, en la torre de Gryffindor, dos encapuchados vaciaban el baúl de Harry en busca del mapa del merodeador.

— ¡Lo tengo! — exclamó uno de ellos, sacando el viejo pergamino de entre las páginas del libro de Historia de la Magia.

— Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

Ambos se sentaron, el mapa entre ellos, sus ojos recorriendo los pasillos y siguiendo los puntos que se movían por todo el castillo. Tras examinar el mapa durante unos segundos, uno de ellos bufó y se levantó de la cama de Harry.

— Es imposible encontrar a nadie entre tanta gente.

— Tranquilízate, solo tenemos que esperar a que la gente vuelva al comedor —dijo la otra persona. — Hemos tenido mala suerte de que justo ahora hayan decidido hacer un descanso.

Así que esperaron impacientemente a que todos los alumnos y profesores regresaran al Gran Comedor.

Precisamente allí, los alumnos charlaban animadamente y comentaban todo lo leído durante la mañana. Eventualmente, tanto Angelina como Malfoy, Snape y McGonagall regresaron al comedor, habiéndose terminado los castigos.

Después de una larga pausa en la que todos pudieron comer y beber, el director hizo sonar sus copas.

— Creo que es hora de comenzar a leer el siguiente capítulo.

Muchos alumnos asintieron, más emocionados por la lectura ahora que habían podido comer e ir al baño.

— En pie, por favor.

Con una floritura, las mesas volvieron a desaparecer y los sofás, sillones, almohadas y otros muebles reaparecieron.

— ¿Quién quiere leer?

Esta vez casi nadie levantó la mano. Harry supuso que el hecho de que el director estuviera eligiendo a quien le daba la gana en lugar de a los voluntarios había hecho que muchos ni se molestaran en ofrecerse.

Dumbledore le hizo una seña a Tonks, quien había levantado la mano en varias ocasiones. La chica se levantó con tanto entusiasmo que casi acabó en el suelo.

Entre risas, subió a la tarima y leyó:

— El siguiente capítulo se titula: Norberto, el ridgeback noruego.


●LA HISTORIA NO ES MÍA, LA PUEDEN ENCONTRAR ORIGINALMENTE EN FANFICTION AUTORA REAL: Luxerii 

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