jueves, 29 de abril de 2021

Leyendo el prisionero de azkaban, pausa

 En la torre:


Y entonces alguien exclamó:

— ¡Ese maldito gato se ha comido a Scabbers!

Media docena de voces respondieron al mismo tiempo defendiendo a Crookshanks y a Hermione. Los gritos aumentaron tanto que Dean tuvo que gritar que el capítulo ya había terminado, pero ni siquiera eso hizo que la gente dejara de discutir. Había dos bandos claramente diferenciados: los que defendían a Hermione y a Crookshanks y los que estaban de parte de Ron y Scabbers, a quien algunos parecían haberle cogido cariño. A Harry le sorprendió ver un par de cojines volar como proyectiles.

Finalmente, el profesor Dumbledore tuvo que ponerse en pie y provocar un estallido con su varita.

— Ya es suficiente — dijo cuando todos se hubieron callado, aunque algunas personas seguían de pie. — Hemos terminado de leer por hoy. Podéis descansar hasta mañana.

Harry se puso en pie, al igual que la gran mayoría del comedor.

— Menudo final — dijo Fred mirando a Ron y Hermione. Ambos parecían tremendamente incómodos.

Sirius le pasó un brazo sobre los hombros a Harry, sonriente.

— ¿Qué hacemos ahora? Aún faltan unas horas para ir a la cama.

— Lo que Potter y compañía van a hacer es ir a las mazmorras a cumplir su castigo — se oyó una voz detrás de ellos.

Harry no necesitó girarse para saber que se trataba de Snape. El profesor de pociones los miraba a todos con desdén.

— Ayer también tuvieron que pasar toda la tarde castigados — replicó Sirius. — ¿Por qué no les dejas una tarde libre, Snivellus? Así tendrás tiempo para hacer tus cositas de pociones.

Harry temió que Snape sacara la varita, pero el profesor hizo alarde de un autocontrol que Harry jamás habría esperado de él.

— Potter, Weasley y Granger han tenido suerte de no ser expulsados — dijo en tono gélido. — ¿O se te ha olvidado que prepararon una poción prohibida, drogaron a un alumno y entraron en la sala común de Slytherin sin permiso? Además, por supuesto, de robarle ingredientes peligrosos a un profesor.

Sirius hizo una mueca, miró a Harry y dijo:

— De esta no te libras.

La señora Weasley se acercó y envolvió a Ron en un abrazo.

— Nos vemos mañana. — Soltó a Ron, que se había puesto muy rojo, y le lanzó una mirada de advertencia a Snape. — Espero que el profesor no os tenga retenidos hasta muy tarde. Necesitáis descansar.

Abrazó también a Harry, quien deseó que no lo hiciera delante de Snape.

— Portaos bien y avisadme si necesitáis cualquier cosa — dijo Molly con dulzura.

Harry, Ron y Hermione se despidieron del resto de Weasleys, de Sirius y de Lupin, y siguieron al profesor Snape directamente hacia las mazmorras. En realidad, pensó Harry, era una bendición que tuvieran que marcharse rápido del comedor, porque los estudiantes parecían seguir muy metidos en la lectura. A su alrededor, escuchaba conversaciones de lo más variado y estaba seguro de que, si Snape no estuviera con ellos, más de una persona los habría parado para hacerles preguntas. De hecho, una Hufflepuff de segundo estuvo a punto de decirle algo a Ron mientras pasaban a su lado, pero miró de reojo al profesor Snape y salió pitando en dirección contraria.

Llegaron a las mazmorras en silencio. Hacía un frío que pelaba, o quizá es que Harry se había acostumbrado al ambiente caldeado del comedor. Snape entró en el aula y se dirigió directamente a su escritorio.

— Ya sabéis lo que tenéis que hacer. ¿O vuestra memoria es tan nula que no recordáis el castigo de ayer?

Sin rechistar, Ron y Hermione se encaminaron hacia la misma mesa en la que habían trabajado el día anterior. Mientras Hermione cortaba ingredientes, Ron los separaba por categorías, sin usar guantes. Harry, por su parte, se dirigió a la parte derecha del aula, donde volvía a haber una pila de recipientes y calderos sucios preparados para ser limpiados. Harry se preguntó si Snape los habría ensuciado a propósito para tener algo con qué castigarlo, ya que nadie había tenido clase de pociones en los últimos días. La alternativa era pensar que Snape guardaba una horda de calderos apestosos únicamente para ocasiones como esta.

Comenzaron a trabajar sin decir ni una palabra más. Snape se sentó en su mesa y sacó unos papeles que debían ser muy interesantes, porque centró su vista en ellos y no la despegó hasta media hora después, cuando alguien entró en la mazmorra. Era Draco Malfoy, que se dirigió directamente hacia Snape sin siquiera mirar a Harry, Ron o Hermione.

Harry se preguntaba qué hacía Malfoy allí hasta que recordó que él también había sido castigado. Dejo de frotar el caldero y trató de escuchar lo que Snape le dijo, pero hablaban en susurros y no entendió nada.

— Siéntate aquí — dijo Snape finalmente, señalando una de las mesas vacías. Hizo aparecer un tintero, pluma y pergamino, y a Harry le dieron ganas de protestar por la injusticia. A él ya le caía sudor por la frente a causa de estar frotando calderos que debían llevar meses estropeados, ¿y Malfoy solo tenía que copiar unas líneas? El día anterior, le había preocupado pensar que quizá Snape estuviera haciendo que Malfoy usara una pluma similar a la de Umbridge. Ahora que sabía que no era así, no tenía ningún problema en odiar a Snape y Malfoy internamente por el favoritismo que demostraban. Además, ¿por qué Malfoy había podido descansar durante media hora y ellos habían tenido que ir a las mazmorras nada más terminar la lectura?

De mal humor, Harry siguió frotando el caldero, aunque enseguida lo dio por imposible. Cogió un recipiente en forma de embudo y dedicó los siguientes veinticinco minutos a intentar quitarle una mancha que debía haber sido provocada por algo corrosivo.

El problema de estar haciendo una tarea tan repetitiva era que la mente de Harry tenía vía libre para vagar como quisiera. Se preguntó qué estaría escribiendo Malfoy, quien copiaba línea tras línea sin levantar la mirada del pergamino. Le daba curiosidad saber si serían las mismas líneas del día anterior: "Jamás volveré a utilizar el término sangre sucia."

Pero claro, el día anterior Snape se había dado cuenta de que Harry había visto el pergamino de Malfoy. Peor aún, sabía que lo había hecho a propósito, aunque no era consciente de que lo que Harry había querido saber realmente era si Malfoy estaba usando una pluma de las que cortan, como la de Umbridge.

Sería imposible que Harry pudiera ver qué estaba escribiendo Malfoy hoy… a no ser que Snape saliera un momento de la mazmorra. Sin embargo, pasaban los minutos y Snape seguía absorto en sus documentos, sin hacer ni caso a los cuatro alumnos que trabajaban sin descanso. En el aula solo se escuchaban los sonidos que hacían Ron y Hermione al cortar y separar ingredientes, el rasgar de la pluma de Malfoy y los ruidos que el propio Harry provocaba mientras limpiaba.

La sorpresa vino cuando la voz de Snape rompió el silencio cuando solo llevaban dos horas de trabajo.

— Es suficiente por hoy. Granger, Weasley, recoged los ingredientes y guardadlos en frascos. Potter, termina de limpiar ese frasco y guarda todos los productos de limpieza. Malfoy, entrégame el pergamino, por favor.

Frustrado, Harry recogió las cosas y, antes de que pudiera hacer nada, Malfoy ya había entregado la hoja y salido de la mazmorra. Harry salió tras él.

— ¡Malfoy!

Draco se giró con cara de pocos amigos.

— ¿Qué pasa, Potter?

Harry estaba seguro de que Malfoy había pretendido hablar en tono cortante, pero más bien había sonado muy, muy cansado.

— ¿Qué estabas escribiendo?

No tenía ninguna esperanza de que Malfoy se lo dijera, pero tampoco perdía nada por preguntar.

— ¿Qué más te da? Métete en tus asuntos — replicó Malfoy. Se dio la vuelta para marcharse.

— En realidad no es eso lo que quiero saber — dijo Harry, sorprendiéndose hasta a sí mismo. No había sido consciente de lo que quería decirle a Malfoy hasta que no había empezado a hacerlo. — ¿Has pensado en lo que te he dicho esta mañana?

— ¿El qué? ¿La tontería esa de que hable con Dumbledore? — dijo Malfoy arrastrando las palabras. — No hay nada que pensar.

— No seas estúpido — dijo Ron. Harry casi saltó al darse cuenta de que Ron y Hermione habían salido de la mazmorra y estaban detrás de él. — ¿Acaso quieres que Crabbe acabe convertido en una antorcha humana?

Malfoy palideció.

— No vuelvas a decir eso, Weasley, o te lo haré pagar. Y tú — miró a Harry con rabia — ya veo cuánto has tardado en contárselo todo a tus amiguitos. Os debe parecer muy gracioso, ¿eh?

— Lo iban a saber de todas formas cuando se lea delante de todo el comedor — replicó Harry. — Y no, a ninguno de nosotros nos parece gracioso. No queremos que Crabbe muera y, si tú tampoco quieres que eso pase, hablarás con Dumbledore.

— Cierra la boca y métete en tus asuntos, Potter — le espetó Malfoy antes de marcharse de allí rápidamente.

Harry, Ron y Hermione se quedaron en silencio, mirando el lugar por el que Malfoy acababa de desaparecer.

— Parece que lo está pasando fatal — dijo Hermione. — No es que me dé mucha pena, la verdad, pero…

Los tres echaron a andar hacia la torre de Gryffindor, hablando sobre Malfoy y sobre la posibilidad de que entrara en razón.

Ya llevaban medio camino cuando Harry escuchó un tintineo venir de uno de los bolsillos de su túnica. Extrañado, metió la mano y sacó un pequeño frasco de cristal.

— Oh, no — gimió. Ron y Hermione lo miraron con curiosidad. — Snape me va a matar.

— ¿Es uno de los frascos que te ha hecho limpiar? — preguntó Hermione. Harry asintió.

— ¿Por qué te lo has echado al bolsillo en vez de dejarlo en el armario? — dijo Ron.

— No me he dado cuenta, estaba pensando en hablar con Malfoy y…

— Si lo devuelves ahora mismo, no creo que Snape se enfade mucho — le dijo Hermione apresuradamente. — Corre, cuanto antes mejor.

Sabiendo que ella tenía razón, Harry se despidió de ellos y rehízo el camino hacia las mazmorras, torturándose mentalmente por haber cometido un fallo tan estúpido. Seguro que Snape lo acusaría de haber querido robar el frasco. O no, peor, quizá se daría cuenta de que Harry se lo había guardado en el bolsillo al estar distraído por querer ir a cotillear lo que Malfoy había tenido que escribir.

Pero lo que más le preocupaba no era que Snape pudiera acusarlo de robo. No, lo que le preocupaba era que no había estado a solas con Snape desde el día anterior, cuando el profesor le había confesado que conocía a Lily Potter.

¿Habría alguna forma de conseguir que Snape le contara más cosas sobre su madre? Si la había, robar un frasco del aula de pociones no era precisamente la mejor manera de conseguirlo.

Llegó a la puerta de la mazmorra y frenó en seco. Se escuchaban voces dentro. Una de ellas era de Snape, sin duda, y la otra… La otra era una voz hechizada.

Uno de los encapuchados estaba hablando con Snape.

Lleno de curiosidad, Harry acercó la oreja a la puerta, tratando de no hacer ruido.

— … Solo tendrías que hablar con él. Sé que no es fácil, pero eres el único que puede hacerlo.

— ¿Y si me niego? — replicó Snape. Parecía enfadado.

Sin embargo, el encapuchado no respondió. Durante unos segundos solo se oyó el silencio y Harry pegó más la oreja hacia la puerta. De pronto, la puerta se abrió y Harry perdió el equilibrio, soltando un grito ahogado y dejando caer el frasco de cristal al suelo.

— ¡Potter! — gritó Snape, furioso. No había sido él quien había abierto la puerta, sino el encapuchado, que levantó la varita en ese momento.

Harry sacó su varita por acto reflejo, pero el desconocido lo único que hizo fue murmurar un "Reparo" que hizo que todos los fragmentos de cristal volvieran a unirse.

— Me… Me he llevado esto sin querer, profesor — balbuceó Harry. Snape estaba blanco de ira, pero el encapuchado no parecía molesto, aunque Harry no podía verle la cara, así que no podía estar del todo seguro.

— Ve a tu sala común inmediatamente — replicó Snape, tomando el frasco que le tendía el encapuchado. — Y no vuelvas a llevarte material de mi aula.

— Sí, señor — respondió Harry. Comenzó a andar por el pasillo y, en cuanto dejó de estar a la vista de Snape y el encapuchado, echó a correr hacia la torre de Gryffindor.

Mientras tanto, dentro de la mazmorra, el desconocido del futuro realizaba un par de movimientos de varita alrededor de la puerta.

— Vale, ahora nadie podrá escucharnos — dijo. Se giró para encarar a Snape, quien lo fulminaba con la mirada.

— Deberías haber hecho eso desde el principio. Si la vida de todo el mundo está en manos de gente que no es capaz de hacer un simple hechizo silenciador, estamos todos condenados.

— No he sabido que Harry estaba ahí fuera por casualidad — dijo el encapuchado. Incluso con la voz hechizada que impedía saber si hablaba un hombre o una mujer, el tono irónico con el que habló estaba más que claro. — He utilizado un hechizo de alarma para saber si alguien se acercaba a la puerta. A Harry no le ha dado tiempo a escuchar nada relevante, te lo aseguro.

— Eso espero — gruñó Snape. — Y ahora, sal de mi mazmorra. No tenemos nada más que hablar.

— Tenemos una conversación a medias.

— No voy a hacer lo que me pides. No voy a aceptar órdenes de alguien en quien no puedo confiar.

El encapuchado suspiró.

— Puedes confiar en mí. Y no es una orden, es una petición. Solo tienes que decirle a Vol… a Quien-Tú-Sabes que su varita no funcionará contra Harry. Ya lo sospecha, después de lo que sucedió en el cementerio.

— ¿Qué sucedió exactamente? — preguntó Snape.

— Priori Incantatem. Sus varitas no pudieron luchar una contra la otra porque tienen el mismo núcleo.

Snape, que aún sostenía el frasco, lo dejó con brusquedad sobre la mesa.

— ¿Y por qué quieres que el Señor Tenebroso sepa eso? ¿No se supone que estás de parte de Potter?

— Claro que lo estoy.

— ¿Entonces por qué pretendes avisar al Señor Tenebroso de que su varita es inútil frente a Potter? Potter sobrevivió en el cementerio gracias a ese detalle.

— Harry sobrevivió, pero también lo hizo Voldemort.

Snape siseó y el encapuchado levantó la mano en un gesto de disculpa.

— Él… Quien-Tú-Sabes — siguió el encapuchado. — Es imposible que Harry lo derrote si ambos tienen la misma varita.

— ¿Y no sería más fácil pedirle a Potter que se compre una nueva?

— No es tan sencillo. De hecho, esa es solo una de las cosas que debes decirle a Quien-Tú-Sabes.

— Busca a otro que te haga el trabajo sucio — replicó Snape. — Ya sabes mis condiciones. Haré lo que pides siempre y cuando Dumbledore esté al corriente y apruebe tus planes, y con la condición de que me reveles tu identidad.

— Dumbledore ya sabe que te estoy pidiendo esto — respondió el desconocido. — Puedes ir a preguntárselo ahora mismo, si quieres. En cuanto a mi identidad… Si te la revelo, estaré poniendo en riesgo todo el plan. Si Quien-Tú-Sabes usa la Legeremancia contigo y descubre quién soy…

— Siempre he sido capaz de proteger mis secretos del Señor Tenebroso — dijo Snape con voz queda. — No me subestimes. Además, ¿no te preocupa que descubra lo que estamos haciendo ahora mismo aquí? ¿No crees que si descubre que estamos leyendo libros sobre el futuro, todo vuestro plan se irá a la basura?

— Confío en tus habilidades para mantener toda la información sobre los libros bien escondida en tu mente. Quien-Tú-Sabes no tiene motivos para buscar esa información, ya que no tiene ni idea de que los libros existen. Pero sí es posible que trate de ver cuánto sabes sobre mí.

Snape miró al encapuchado con interés, antes de decir:

— ¿Quieres decir que el Señor Tenebroso sí sabe que existes?

— Así es. Revelaré mi identidad cuando todo haya acabado, pero ese momento no llegará si no me ayudas. Dime, Severus… — Snape casi saltó al escuchar su nombre de pila — ¿Puedo contar contigo?

Harry llegó a la sala común casi sin aire. No podía dejar de darle vueltas a lo que acababa de escuchar. Uno de los encapuchados le estaba pidiendo ayuda a Snape. ¿Necesitaba que hablara con alguien? ¿Con quién?

Entró a la sala común deseando contarle a Ron y Hermione todo lo que había oído, pero no los vio por ninguna parte. Notó que Ginny estaba sentada en el suelo junto a la chimenea y se acercó a ella.

— Ginny, ¿has visto a Ron y Hermione?

— ¿No estaban cumpliendo un castigo contigo? — dijo Ginny. Tenía un libro abierto sobre el regazo y lo hojeaba sin muchas ganas.

— Hace un rato que Snape nos dejó ir — respondió Harry, sentándose en el suelo frente a ella. Ginny se sacó una rana de chocolate del bolsillo y se la lanzó a Harry.

— Toma, no has comido nada desde hace horas.

— Gracias.

Agotado, Harry le dio un bocado a la rana de chocolate y cerró los ojos, apoyando la espalda contra el respaldo de un sillón. Entre el sonido del fuego y las conversaciones aisladas que se oían en la sala común, Harry habría podido quedarse dormido en aquel momento.

— ¿Quieres jugar?

Abrió los ojos y vio que Ginny le tendía un set de cartas de Snap Explosivo. Con energías renovadas, Harry cogió las cartas y comenzaron a jugar.

— Si hace un rato que acabó el castigo, ¿por qué has tardado tanto en subir? — preguntó Ginny. Durante unos segundos, Harry pensó qué responderle, pero acabó optando por decirle la verdad.

— Me llevé un frasco sin querer — admitió. — Fui a devolverlo y entonces…

Miró alrededor, asegurándose de que nadie les estaba prestando atención. Ginny debió darse cuenta de que le iba a contar algo importante, porque se inclinó hacia delante para escuchar mejor.

— Uno de los encapuchados le estaba diciendo a Snape que tenía que hablar con alguien.

— ¿Con quién?

— Ni idea — dijo Harry, algo frustrado. — Pero no parecía que Snape estuviera dispuesto a hacerlo.

Ginny frunció el ceño y lanzó una carta que pegó un estallido.

— Habrá que esperar a ver qué pasa. Si te preocupa, siempre podemos contárselo a Dumbledore.

Harry asintió. A decir verdad, no sabía si tenía suficientes motivos para ir a contárselo al director, pero le aliviaba saber que esa opción estaba ahí.

De pronto, un par de chicas de tercero se acercaron a ellos.

— ¿Puedo haceros una pregunta? — dijo una de ellas. Tenía el pelo castaño y los ojos claros. — Estoy haciendo una encuesta entre los Gryffindor y cuanta más gente participe, mejor.

— ¿Sobre qué es la encuesta? — preguntó Ginny con curiosidad. La chica sacó pluma y pergamino y dijo:

— ¿Qué prefieres, Romione o Dramione?

Harry miró a Ginny y se alegró al ver que ella estaba tan perdida como él.

— ¿Perdón?

La chica de tercero pareció algo frustrada, pero a su amiga le brillaban los ojos.

— Y ya que estamos, responde: ¿Hinny o Harmione?

— No, ya hemos dicho que gana el Drarry por goleada — la interrumpió la primera.

— A mí no me gusta el Drarry — resopló su amiga. — Todos tenemos derecho a votar.

— La mitad de la sala común ha votado por Drarry — replicó su amiga. A Harry le pareció que estaba enfadándose, pero no entendía por qué. Si hubieran estado hablando en chino, se habría enterado de lo mismo.

Ginny, por otro lado, las miró con una ceja arqueada y dijo:

— Yo voto por Romione, pero no se lo digáis a ellos.

— ¡Lo sabía! — exclamó la primera chica. — ¡Yo también he votado por ellos!

Y entonces las dos miraron a Harry, quien miró a Ginny con confusión.

— Eh… ¿voto lo mismo que ella?

— ¡Genial! — Las dos chicas se fueron entre risitas, anotando algo en el pergamino y dejando atrás a un Harry extremadamente confundido.

— ¿De qué iba todo eso? — preguntó.

— Es sobre la lectura — dijo Ginny entre risitas. — Me di cuenta ayer de que algunas personas están haciendo apuestas.

— ¿Apuestas sobre qué?

— Sobre quién acabará con quién, por supuesto — rió Ginny. Harry soltó un bufido.

— Espera… ¿romione?

— Ron y Hermione — explicó Ginny. — Creo que mucha gente los apoya.

Algo mareado, Harry lanzó una de las cartas que tenía en la mano, alegrándose cuando provocó una pequeña explosión. Tras unos segundos, su mente asimiló las palabras de Ginny.

— ¿¡Drarry!? — bufó. — Espero que no sea…

Ginny soltó una carcajada.

— Es la unión Draco y Harry, obviamente.

Harry gimió.

— ¿Por qué están haciendo esa encuesta? Ni siquiera saben si van a salir parejas en el libro — dijo de mal humor. Su vida amorosa no estaba siendo precisamente estelar.

De pronto pensó que seguro que leerían sus sentimientos por Cho en el libro y quiso que la tierra se lo tragase antes de que eso sucediera.

— Porque hace la lectura más interesante. Es como un juego — explicó Ginny. — Además, yo estoy segura de que saldrán parejas en los últimos libros.

— ¿Como cuales?

Ginny lo meditó unos segundos antes de inclinarse y decirle a Harry en tono conspiranoico:

— Neville y Luna. Estoy segurísima.

De pronto, Harry recordó que en más de una ocasión se había encontrado a sí mismo pensando que Neville haría buena pareja con Luna, y también con Hannah Abbott.

— Hannah también podría ser buena opción — dijo en voz baja, imitando el tono conspiranoico de Ginny. — Creo que las dos podrían estar bien con Neville.

Ginny asintió con ganas.

— También creo que Susan Bones haría buena pareja con Terry Boot — añadió.

— ¿Y qué tal Seamus con Parvati? — sugirió Harry. Empezaba a tomarle el gusto al juego.

— No sé, creo que Parvati no aguantaría que Seamus le prenda fuego a todo — rió Ginny. Harry soltó una risita.

— No, seguro que no. Mmm… ¿y entre los profesores?

— ¡McGonagall y Dumbledore! — dijo Ginny sin dudarlo. — Siempre he pensado que no harían mala pareja.

De pronto, Harry tuvo un pensamiento horrible.

— Espera… ¿y si…?

— ¿Y si qué? — preguntó Ginny.

Harry sururró, horrorizado:

— Umbridge y Fudge.

— ¡NO!

Viendo la expresión asqueada de Ginny, Harry no pudo evitar echarse a reír a carcajadas. Tras unos segundos, Ginny también empezó a reír con ganas.

— Eso es… lo peor que he oído nunca… — dijo con dificultad.

— Voy a tener pesadillas — dijo Harry entre risas. — ¿Cuál es la peor pareja que puedes imaginarte? A ver si consigues superar esa.

Ginny se paró a pensarlo unos momentos. Tenía una gran sonrisa en la cara, las mejillas coloradas de tanto reír y los ojos brillantes porque casi había llorado de la risa. Estaba muy guapa.

— Iba a decir McLaggen y el calamar gigante, pero esa sería una pareja maravillosa — dijo Ginny. Harry se echó a reír.

Tardaron unos minutos en calmarse. Cuando lo hicieron, Harry dijo:

— La verdad, no creo que salgan muchas parejas en el libro. Se supone que vamos a leer una guerra, ¿no?

— La gente también se enamora durante la guerra — respondió Ginny. — Y en Hogwarts hay muchos líos amorosos.

— ¿Ah, sí?

Ginny rió.

— Claro. No te sueles enterar de nada, ¿eh?

— ¿Hay algo que deba saber? — preguntó Harry con interés.

— Mmm — Ginny lo pensó un momento. — ¿Sabías que el año pasado McGonagall pilló a Ernie Macmillan y Lisa Turpin dándose el lote en un armario?

— ¿En serio?

Ginny asintió.

— Sí, y encima parece que las cosas no acabaron muy bien entre ellos. Michael me dijo que había oído a Lisa llamar de todo a Ernie.

— Vaya… — Harry miró a Ginny con curiosidad. — ¿Qué tal te va con Corner? ¿Estás mejor?

— Estoy bien — le aseguró ella. Cogió una carta de Snap y la lanzó, aunque esta no explotó. — No me duele haber cortado con él. Al contrario, creo que era algo que tenía que pasar eventualmente.

Inevitablemente. Harry pensó en Cho. No sabía cómo sentirse sobre todo lo que había pasado con ella. Había sido fácil dejar de pensar en ello con todo lo que había sucedido en los últimos días, pero ahora que el nombre de ella y el de Cedric iban a volverse más comunes en la lectura no sabía cómo podría ignorar todo lo que había pasado.

— ¿Qué estás pensando? — preguntó Ginny.

Harry abrió la boca para decir "Nada importante", pero se sorprendió a sí mismo al darse cuenta de que quería contárselo. Quizá porque ella le acaba de contar cosas sobre Corner y sentía que podía reciprocar esa confianza.

— Si te lo cuento, ¿me guardas el secreto? — dijo Harry.

Ginny asintió, llena de curiosidad. Harry tragó saliva. No tenía muy claro cómo empezar.

— Voy a ir al grano — dijo. — Hace unos días, Cho Chang me paró en el pasillo y… Entramos en un aula vacía — sintió sus mejillas arder. ¿Qué hacía contándole eso a Ginny? — Y, bueno…

— Y os besasteis — terminó Ginny por él. Harry asintió, arrepintiéndose de haber abierto la boca y deseando que la tierra se lo tragase. — ¿Y qué pasó? ¿Por qué no estáis juntos?

— Porque… — Harry suspiró. Decidió que era más fácil contárselo a Ginny que a Ron y Hermione, quienes se preocuparían en exceso por él. — Justo después de… Ella se puso a hablar sobre Cedric y a llorar.

— Ouch — dijo Ginny con una mueca. — Eso debió doler.

— No me lo tomé muy bien — admitió Harry. — Me dijo que le gusto, pero que también le gusta Cedric, pero como él ya no está…

Ginny soltó un bufido de indignación.

— ¿En serio te dijo eso? Qué cara más dura.

— ¿Verdad? — dijo Harry, aliviado al ver que Ginny estaba de su lado. — Entiendo que lo está pasando mal. En serio, lo entiendo, pero creo que… — tragó saliva.— Creo que solo le gusto porque vi morir a Cedric. Creo que me ve como… el último vínculo que puede tener con él, o algo así.

Era un pensamiento que había tratado de suprimir durante todos esos días. Cada vez que su mente iba en esa dirección, trataba de centrarse en otra cosa, porque era un pensamiento demasiado deprimente.

— No creo que le gustes solo por eso, Harry — dijo Ginny. — Pero creo que no está siendo muy considerada contigo.

— ¿Eso crees?

— Claro que sí. Os estabais besando, ¿qué necesidad había de hablarte de su ex en ese momento? Y más teniendo en cuenta que tú fuiste quien vio cómo…

Harry hizo una mueca. Ginny suavizó el tono y dijo:

— No creo que Cho sea una mala persona, es solo que está pasándolo muy mal y no se ha parado a pensar en que no es la única.

Harry asintió y, tras unos segundos, confesó:

— Me habría gustado…

— ¿El qué?

— No sé. Que las cosas fueran normales — dijo Harry, sintiéndose tonto.

— Sí, bueno, sería muy agradable que tu primer beso no hubiera sido con alguien que estaba llorando por su ex — ironizó Ginny.

Harry soltó un bufido.

— ¿Quién te dice que es el primero? — replicó. Ginny lo miró con una ceja alzada y Harry se ruborizó. — Vale, sí. Ha sido el primero.

— Menos mal — exclamó Ginny. — Siempre estas con Ron y Hermione, ya me estaba preguntando con cuál de ellos…

— NO — resopló Harry. — ¡Ni pensarlo!

Ginny se echó a reír.

— Bueno, en los libros siempre estás pensando en Malfoy. ¿Hay algo que deba saber? ¿El drarry es real?

Al ver la expresión de Harry, Ginny soltó una carcajada. Y viéndola así, Harry no pudo evitar echarse a reír también.

Mientras tanto, dos alumnos estaban en la torre de Astronomía, apoyados en el muro de piedra y contemplando en silencio los terrenos del colegio.

Ron y Hermione habían estado de camino a la sala común cuando Hermione había dicho que necesitaban hablar en privado. Dado que la privacidad en la sala común era escasa, ambos se habían dado un paseo por todo el colegio, buscando un lugar apartado donde poder hablar. Sus pies los habían terminado conduciendo a la torre de Astronomía, desde donde podían ver la puesta de sol.

— ¿De qué querías hablar? — preguntó Ron en tono nervioso.

Hermione, sin atreverse a mirar a Ron, dijo:

— De lo que estamos leyendo. De lo de Scabbers y Crookshanks.

— Ya hemos hablado de eso — bufó Ron, girándose para mirarla. — Ya no estoy enfadado contigo. Me pediste perdón, tanto aquel año como antes, en el comedor. Y entiendo que estabas muy estresada…

Hermione levantó la mirada y Ron casi se atragantó al ver que tenía lágrimas en los ojos.

— Eso no es excusa. Debí haber vigilado mejor a Crookshanks… O quizá no, no sé. Si Scabbers hubiera sido solo una rata, sí, pero siendo quién era…

— Es complicado — admitió Ron. — Y de verdad, ya no importa. Ahora me cae mejor tu gato que Scabbers. Leer todo esto es incómodo, pero no tenemos por qué volver a pelearnos, ¿no?

— No, claro que no — dijo Hermione rápidamente, secándose las lágrimas con la manga de la túnica. — No quiero que volvamos a pelear por esto, pero ya has visto la reacción de la gente en el comedor. Medio Hogwarts me odia y la otra mitad está contra ti.

Ron soltó un bufido.

— Que piensen lo que quieran. Tú y yo sabemos lo que pasó. Scabbers no era una rata y Crookshanks fue más inteligente que nosotros.

Eso le sacó una pequeña sonrisa a Hermione.

— Ya… No sé, me preocupa que esto ponga a prueba nuestra amistad.

— ¿Cómo puede ponerla a prueba? Si ya sabemos lo que pasó — repitió Ron, confundido.

— Pero cuando todo el comedor esté gritando que tú fuiste muy cruel conmigo o que yo tuve la culpa de todo, vamos a tener a decenas de personas intentando ponernos en contra — replicó Hermione.

— ¿Y qué? Yo no pienso hacerles caso — dijo Ron. — Y no creo que tú lo hagas.

Hermione levantó la vista y miró a Ron directamente a los ojos. Parecía más segura que antes.

— Entonces, digan lo que digan, piensen lo que piensen, tenemos que ser fuertes y no dejar que nos afecten.

— Claro — dijo Ron, aliviado. — Somos amigos, ¿no?

Hermione sonrió y, tras un momento de duda, dio un paso al frente y abrazó a Ron. Tomado por sorpresa, Ron le dio unas palmaditas en la espalda, pero tras dos segundos decidió pasar el brazo alrededor de Hermione para devolverle el abrazo.

Harry estaba agotado. Después de cenar con Ginny y Neville en la sala común, subió al dormitorio con la intención de acostarse en la cama y no despertarse en doce horas. Ron y Hermione habían llegado a la sala común justo cuando él, Ginny y Neville acababan de terminar de cenar, así que ahora los dos estaban abajo, cenando tranquilamente.

Harry se dejó caer en la cama, sintiendo su mente como si fuera un torbellino. Había sido un día larguísimo. Pensó en todo lo que había sucedido desde esa mañana, comenzando con su ataque de pánico (todavía le avergonzaba recordarlo) y pasando por la conversación con Malfoy y el encapuchado. Y, después, las horas de lectura interminable, el castigo con Snape, la conversación que había escuchado entre Snape y uno de los encapuchados y, finalmente, todo lo que había hablado con Ginny. Con una punzada, se dio cuenta de que habían leído todo sobre el mapa del merodeador y los pasadizos que salían del castillo. ¿Cuántos secretos le quedarían cuando acabaran de leer los siete libros?

Sintió un poco de rabia al pensar que solo sus secretos estaban saliendo a la luz. Se moría de ganas de saber de qué habían estado hablando Snape y ese desconocido del futuro. De hecho, solo con saber quién era ese tipo se sentiría mucho mejor. ¿Y si no era de fiar? Si le estaba pidiendo ayuda a Snape con algo… ¿Por qué no le pedía ayuda a Dumbledore? ¿Por qué solo a Snape?

Harry se incorporó en la cama, sintiendo el corazón latir a mil por hora. ¿Cómo no lo había pensado antes? ¡El mapa! ¿Por qué no se le había ocurrido mirarlo antes? ¡Podría saber quiénes eran realmente los encapuchados!

Abrió el baúl rápidamente y buscó el mapa del merodeador. Sacó libros, movió plumas y bufandas, pero no lo encontró por ningún lado. Frustrado, se preguntó si alguno de sus compañeros lo habría tomado prestado, ahora que sabían de su existencia.

Sin embargo, vio en ese momento un trozo de papel que sobresalía del libro en el que solía esconder el mapa. Era un pergamino más oscuro que el que Harry solía usar. Confundido, tomó la nota entre sus manos y leyó:

"Por motivos de seguridad, me he llevado el mapa del merodeador. No te preocupes, Harry. Te lo devolveré cuando todo esto acabe."

No había firma, pero quien fuera que hubiera dejado la nota había escrito la fecha, que databa de tan solo unos días atrás. Por tanto, hacía días que Harry no tenía el mapa.

Enfadado y más frustrado que antes, volvió a acostarse en la cama. Ciertamente, habría sido un poco estúpido por parte de los encapuchados haber dejado que Harry tuviera el mapa si querían ocultar su identidad.

Decidiendo que lo mejor que podía hacer era dormir, se metió bajo las mantas y acomodó la almohada, pero entonces notó algo duro debajo de ella. Extrañado, Harry levantó la almohada y vio que había una snitch dorada debajo, así como una nota escrita en el mismo pergamino oscuro que el de antes:

"Guárdala como si fuera tu tesoro más preciado."

Era la misma letra que la de la otra nota. Por tanto, ¿esa snitch se la había dado un encapuchado? ¿Por qué?

No entendía nada. Le estaba empezando a doler mucho la cabeza, así que decidió meter la snitch en el baúl (tras examinarla en profundad, por si acaso escondía algún truco) y acostarse de nuevo.

En ese momento, Ron entró al dormitorio, sonriente. Harry le contó lo de la snitch y el mapa, pero Ron no pareció muy sorprendido.

— Lo de la snitch es raro — admitió. — Pero lo del mapa tendríamos que haberlo visto venir.

Ron se cambió de ropa y se metió en la cama. Seamus, Dean y Neville todavía seguían en la sala común, pero Harry supuso que Ron estaba tan agotado como él.

— ¿Qué tal todo con Hermione? — preguntó Harry desde su cama.

— Está todo bien — dijo Ron. Harry no podía ver su cara en la oscuridad, pero supo por su voz que estaba sonriendo.

— Me alegro — respondió Harry sinceramente.

Diez minutos después, ambos estaban dormidos.


●LA HISTORIA NO ES MÍA, LA PUEDEN ENCONTRAR ORIGINALMENTE EN FANFICTION AUTORA REAL: Luxerii 



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