jueves, 29 de abril de 2021

Leyendo el prisionero de azkaban, capítulo 15

 La final de quidditch:


— Menudo final — resopló Charlie. — Entre lo de Snape, lo de Lupin y lo de Buckbeak…

Dumbledore cogió el libro de nuevo.

— Creo que podemos leer uno más antes de hacer un pequeño descanso. El siguiente se titula: La final de quidditch, y tengo la impresión de que será más agradable que este.

Harry se inclinó en el asiento, emocionado. Aquella final de quidditch había sido uno de los mejores momentos de su vida.

Los murmullos excitados que siguieron a las palabras de Dumbledore mostraban que muchos Gryffindor recordaban perfectamente aquel día.

— ¿Algún voluntario para leer? — preguntó Dumbledore, que parecía mucho más animado que hacía tan solo un momento.

Esta vez, muchas manos se alzaron en el aire, principalmente por parte de alumnos de Gryffindor. Angelina levantó la mano con tanto ímpetu que casi se puso en pie, haciendo que Harry recordara a Hermione.

Al profesor Dumbledore debió hacerle gracia la ilusión de Angelina, porque sonrió y la seleccionó a ella.

Muy contenta, Angelina subió a la tarima y cogió el libro:

— La final de quidditch— leyó, y Harry oyó a Dennis Creevey murmurar:

— ¡Vamos Gryffindor!

Me ha enviado esto —dijo Hermione, tendiéndoles la carta.

Harry la cogió. El pergamino estaba húmedo; las gruesas lágrimas habían emborronado tanto la tinta que la lectura se hacía difícil en muchos lugares.

Se oyó una risita despectiva y Harry vio que había sido Pansy Parkinson la culpable. Varias personas la fulminaron con la mirada.

Querida Hermione:

Hemos perdido. Me permitirán traerlo a Hogwarts, pero van a fijar la fecha del sacrificio.

A Buckbeak le ha gustado Londres.

Nunca olvidaré toda la ayuda que nos has proporcionado.

Hagrid

Hagrid se sacó un pañuelo enorme del bolsillo y se enjugó las lágrimas. Muchos lo miraron con pena.

No pueden hacerlo —dijo Harry—. No pueden. Buckbeak no es peligroso.

El padre de Malfoy consiguió atemorizar a la Comisión para que tomaran esta determinación —dijo Hermione secándose los ojos—. Ya sabéis cómo es. Son unos viejos imbéciles y los asustó.

Harry miró de reojo a Malfoy. No sabía qué esperaba ver, pero ciertamente no había pensado que Malfoy estaría mirando hacia abajo, con la cabeza gacha y los labios apretados. Acostumbrado como estaba a ver a Malfoy lleno de orgullo, era un tanto extraño verlo así.

Aunque, a decir verdad, no tendría por qué estar tan sorprendido. No se le había olvidado la conversación que habían tenido el día anterior. Si Malfoy dejaba de seguir ciegamente los ideales de su padre… ¿cuánto podrían cambiar las cosas?

Pero podremos recurrir. Siempre se puede. Aunque no veo ninguna esperanza... Nada cambiará.

Sí, algo cambiará —dijo Ron, decidido—. En esta ocasión no tendrás que hacer tú sola todo el trabajo. Yo te ayudaré.

¡Ron!

Hermione le echó los brazos al cuello y rompió a llorar.

Algunos alumnos rompieron a aplaudir.

— ¡Bien hecho, Ron! — exclamó un chico de tercero de Hufflepuff. Los gritos de "¡Al fin!", y "¡Qué bonito!" se escuchaban por todo el comedor. A la señora Weasley le brillaban los ojos y Fred y George hicieron una fingida reverencia ante Ron.

Ruborizado, pero muy contento, intercambió miradas con Hermione, quien sonreía abiertamente.

— Creo que ya ha pasado la tormenta — dijo ella. — No volvimos a pelear ese año, ¿no?

— No que yo recuerde. Al menos no de esa forma — respondió Ron, aliviado.

Angelina siguió leyendo con una gran sonrisa.

Ron, totalmente aterrado, le dio unas palmadas torpes en la cabeza.

Muchos rieron por lo de "aterrado", aunque Harry estaba seguro de que varios de ellos reaccionarían igual que Ron si una chica se les tirara al cuello llorando.

Hermione se apartó por fin.

Ron, de verdad, siento muchísimo lo de Scabbers —sollozó.

Bueno, ya era muy viejo —dijo Ron, aliviado de que ella se hubiera soltado—. Y era algo inútil. Quién sabe, a lo mejor ahora mis padres me compran una lechuza.

— ¡Así que Hermione sí que se disculpó! — exclamó una chica de primero de Slytherin. Se giró hacia otra niña que había a su lado y dijo: — ¿Ves? ¡Te dije que lo arreglarían!

— Me da igual que se hayan perdonado, siguen sin gustarme como pareja — bufó la otra Slytherin.

Harry tuvo que aguantar la risa cuando vio lo rojo que se acababa de poner Ron. Hermione no se quedaba muy atrás, y Harry notó que hacía todo lo posible por no mirar directamente a ningún Weasley, especialmente a los padres de Ron.

Lavender se giró para decir algo, pero cerró la boca tras mirar durante unos momentos a Ron y Hermione. Claramente disgustada, volvió a girarse y a fijar los ojos en Angelina.

Las medidas de seguridad impuestas a los alumnos después de la segunda intrusión de Black impedían que Harry, Ron y Hermione visitaran a Hagrid por las tardes. La única posibilidad que tenían de hablar con él eran las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Hagrid parecía conmocionado por el veredicto.

Hagrid, que había estado sonriendo al escuchar la reconciliación de Ron y Hermione, volvió a parecer triste.

Todo fue culpa mía. Me quedé petrificado. Estaban todos allí con sus togas negras, y a mí se me caían continuamente las notas y se me olvidaron todas las fechas que me habías buscado, Hermione. Y entonces se levantó Lucius Malfoy, soltó su discurso y la Comisión hizo exactamente lo que él dijo...

— Pobrecito — murmuró Luna.

¡Todavía podemos apelar! —dijo Ron con entusiasmo—. ¡No tires la toalla! ¡Estamos trabajando en ello!

— Así se habla — dijo Dean. — ¿Al final el hipogrifo sobrevivió?

Harry, Ron y Hermione intercambiaron miradas.

— Ya lo verás — dijo Harry finalmente, disfrutando mantener la incógnita.

Volvían al castillo con el resto de la clase. Delante podían ver a Malfoy, que iba con Crabbe y Goyle, y miraba hacia atrás de vez en cuando, riéndose.

Angelina levantó la vista del libro para lanzarle a Malfoy la mirada más gélida que Harry jamás le había visto a la chica.

No servirá de mucho, Ron —le dijo Hagrid con tristeza, al llegar a las escaleras del castillo—. Lucius Malfoy tiene a la Comisión en el bolsillo. Sólo me aseguraré de que el tiempo que le queda a Buckbeak sea el más feliz de su vida. Se lo debo...

Hagrid asintió solemnemente. Muchos alumnos le habían cogido cariño a Buckbeak y parecían muy apenados.

Hagrid dio media vuelta y volvió a la cabaña, cubriéndose el rostro con el pañuelo.

¡Miradlo cómo llora!

Malfoy, Crabbe y Goyle habían estado escuchando en la puerta.

Harry oyó a Malfoy gemir y giró la cabeza justo a tiempo para verlo coger una almohada del suelo y esconder la cara en ella. Varias personas se dieron cuenta también y murmuraron, llenas de confusión.

Por su parte, Ron se inclinó en el asiento, sonriente y con los ojos brillantes de emoción.

¿Habíais visto alguna vez algo tan patético? —dijo Malfoy—. ¡Y pensar que es profesor nuestro!

— Señor Malfoy — exclamó McGonagall, indignada. Pero antes de que pudiera decir nada más, Angelina exclamó:

— ¡No puede ser verdad!

Todos se quedaron mirándola mientras ella repasaba las líneas una y otra vez, incrédula. Tras unos segundos, se echó a reír a carcajadas, ganándose las miradas extrañadas de todo el comedor.

— Léelo — la instó Ron cuando la chica dejó de partirse de risa ella sola. — En voz alta, que todos los oigan.

— Ron… — susurró Hermione, que se estaba poniendo algo roja, pero Ron casi saltaba en el asiento de la emoción y le hizo un gesto a Angelina para que siguiera.

Con una enorme sonrisa, Angelina leyó:

Harry y Ron fueron hacia ellos, pero Hermione llegó antes:

¡PLAF!

Dio a Malfoy una bofetada con todas sus fuerzas.

Hubo unos segundos de silencio hasta que las palabras penetraron en los cerebros de todos. Y entonces, casi al unísono, la gran mayoría del comedor estalló en carcajadas.

— ¡Hermione! — exclamó Fred, justo antes de que él y George se lanzaran sobre ella a abrazarla. La chica soltó un chillido y trató de encogerse en el asiento, pero lo que consiguió fue que los gemelos perdieran el equilibrio y los tres acabaran prácticamente encima de Ron.

— Eh, ¡eh! — gritó Ron, tratando de quitarse a George de encima. — Harry, ¡ayuda!

Pero Harry estaba demasiado ocupado riéndose, al igual que gran parte del comedor. La mayoría de los que no reían eran o Slytherin o profesores. La cara agria de Umbridge contrastaba muchísimo con el brillo alegre en los ojos de Hagrid, quien trataba de parecer serio pero no podía evitar sonreír.

Pero para ojos brillantes, los de Ginny. A la chica le caían lágrimas de la risa y miraba el montículo formado por Fred, George, Ron y Hermione como si fuera lo más divertido que había visto nunca. Estaba preciosa.

¿Qué demonios?

Harry frenó ese pensamiento. Era la segunda vez esa mañana que pensaba que Ginny era guapa. Lo era, eso era innegable, ¿pero por qué su cerebro había decidido darse cuenta ahora?

Angelina continuó leyendo, obligando a Harry a tener que prestarle atención.

Malfoy se tambaleó. Harry, Ron, Crabbe y Goyle se quedaron atónitos en el momento en que Hermione volvió a levantar la mano.

— ¡Dale, Hermione! — gritó Dean.

— ¡Con fuerza! — añadió Justin Finch-Fletchley, sonriente.

Malfoy los fulminó a ambos con la mirada.

¡No te atrevas a llamar «patético» a Hagrid, so puerco... so malvado...!

Los gritos de "¡Ooooh!" y las exclamaciones de sorpresa y diversión inundaban el comedor. Hermione estaba muy roja, aunque por suerte los gemelos ya no la abrazaban, sino que se habían conformado con postrarse de rodillas frente a ella e inclinarse como si se encontraran frente a la realeza. La alegría era tanta que la afirmación de Snape de que Hermione sería castigada por sus acciones pasó totalmente desapercibida para la mayoría. Tampoco escucharon a McGonagall replicar que Malfoy también sería castigado.

¡Hermione! —dijo Ron con voz débil, intentando sujetarle la mano.

Suéltame, Ron.

— No la detengas, Ron — dijo Sirius felizmente. — Deja que les parta la cara.

Hermione sacó la varita. Malfoy se echó hacia atrás. Crabbe y Goyle lo miraron atónitos, sin saber qué hacer.

Vámonos —musitó Malfoy. Y en un instante, los tres desaparecieron por el pasadizo que conducía a las mazmorras.

— ¡Cobardes! — exclamó Lee Jordan, partiéndose de risa.

— Tú también huirías si Hermione Granger te apuntara con la varita — dijo Padma Patil.

— Yo seguro que lo haría — afirmó Neville, provocando las risas de muchos.

¡Hermione! —dijo Ron de nuevo, atónito por la sorpresa.

¡Harry, espero que le ganes en la final de quidditch! —dijo Hermione chillando—. ¡Espero que ganes, porque si gana Slytherin no podré soportarlo!

Hay que ir a Encantamientos —dijo Ron, mirando todavía a Hermione con los ojos como platos.

— Te quedaste en shock, ¿eh? — rió Sirius.

— Es que fue lo mejor que había visto en mi vida — respondió Ron. Hermione rodó los ojos, pero Harry podía ver lo complacida que se sentía.

Angelina respiró hondo y, cuando el ambiente se hubo calmado un poco, siguió leyendo, aún con una sonrisa.

Subieron aprisa hacia la clase del profesor Flitwick.

¡Llegáis tarde, muchachos! —dijo en tono de censura el profesor Flitwick, cuando Harry abrió la puerta del aula—. ¡Vamos, rápido, sacad las varitas! Vamos a trabajar con encantamientos estimulantes. Ya se han colocado todos por parejas.

Harry y Ron fueron aprisa hasta un pupitre que había al fondo y abrieron las mochilas. Ron miró a su alrededor.

¿Dónde se ha puesto Hermione?

Harry también echó un vistazo. Hermione no había entrado en el aula, pero Harry sabía que estaba a su lado cuando había abierto la puerta.

— Ya empezamos — murmuró Harry. — En serio, ¿cómo estuvimos tan ciegos?

— Ni idea — se quejó Ron. Hermione, por otro lado, parecía orgullosa y Harry supuso que tenía motivos para estarlo. Después de todo, había conseguido tenerlos engañados durante prácticamente todo el curso.

Es extraño —dijo Harry mirando a Ron—. Quizás... quizás haya ido a los lavabos...

Pero Hermione no apareció durante la clase.

— A lo mejor fue a buscar a Malfoy para terminar lo que había empezado — sugirió Dennis Creevey con ilusión.

— No fue eso — dijo Hermione rápidamente, sintiendo la mirada furiosa de Snape sobre ella.

Pues tampoco le habría venido mal a ella un encantamiento estimulante — comentó Ron, cuando salían del aula para ir a comer, todos con una dilatada sonrisa. La clase de encantamientos estimulantes los había dejado muy contentos.

Se oyeron risitas. Hermione miró a Ron con algo de reproche, pero ni ella podía negar que lo que había dicho era cierto.

Hermione tampoco apareció por el Gran Comedor durante el almuerzo. Cuando terminaron el pastel de manzana, el efecto de los encantamientos estimulantes se estaba perdiendo, y Harry y Ron empezaban a preocuparse.

¿No le habrá hecho nada Malfoy? —comentó Ron mientras subían aprisa las escaleras hacia la torre de Gryffindor.

— Yo no hice nada — se defendió Malfoy, a quien al menos una docena de personas habían mirado al mismo tiempo. — No tengo ni idea de dónde estaba Granger.

Pasaron entre los troles de seguridad, le dieron la contraseña («Pitapatafrita») a la señora gorda y entraron por el agujero del retrato para acceder a la sala común.

Harry oyó a varias personas repetir la contraseña en voz alta entre risitas, como si fuera un trabalenguas.

Hermione estaba sentada a una mesa, profundamente dormida, con la cabeza apoyada en un libro abierto de Aritmancia. Fueron a sentarse uno a cada lado de ella. Harry le dio con el codo para que despertara.

— Podías haberla despertado con un poco más de cuidado — dijo Katie Bell.

— No le di fuerte — replicó Harry, indignado.

¿Qué... qué? —preguntó Hermione, despertando sobresaltada y mirando alrededor con los ojos muy abiertos—. ¿Es hora de marcharse? ¿Qué clase tenemos ahora?

Adivinación, pero no es hasta dentro de veinte minutos —dijo Harry—. Hermione, ¿por qué no has estado en Encantamientos?

¿Qué? ¡Oh, no! —chilló Hermione—. ¡Se me olvidó!

— ¿Pero no fue con vosotros hasta la puerta? — preguntó Hannah Abbott, muy confusa. Harry y Ron asintieron.

Pero ¿cómo se te pudo olvidar? —le preguntó Harry—. ¡Llegaste con nosotros a la puerta del aula!

¡Imposible! —aulló Hermione—. ¿Se enfadó el profesor Flitwick? Fue Malfoy. Estaba pensando en él y perdí la noción de las cosas.

— Cómo no, al final todo es culpa mía — se quejó Malfoy. — Hasta cuando no hago nada, todo es culpa mía.

Varias personas bufaron o rodaron los ojos. A Harry, sin embargo, le pareció que tras la queja de Malfoy había algo más que indignación o enfado. Su voz había sonado… ¿cansada?

¿Sabes una cosa, Hermione? —le dijo Ron, mirando el libro de Aritmancia que Hermione había empleado como almohada—. Creo que estás a punto de estallar. Tratas de abarcar demasiado.

El Ron del presente asintió con ímpetu.

— Qué bonito — dijo Alicia Spinnet. — Después de la pelea que tuvisteis, no me habría extrañado que las cosas tardaran en volver a la normalidad entre vosotros, pero no es el caso. Es precioso lo mucho que te preocupas por Hermione, Ron.

— Eh… — Ron abrió y cerró la boca sin decir nada, tras lo que se puso tan rojo como un tomate. Harry sintió pena por él y dijo:

— Eh, que yo también estaba preocupado por Hermione. En esa conversación estábamos los tres.

— Yo quiero amigos como vosotros — dijo una chica de primero, mirándolos con ilusión. — Pero los chicos de mi curso son…

Un chico que estaba sentado a tan solo dos asientos de distancia de ella, jadeó y dijo:

— ¿Somos qué, eh? Tendrías más amigos si no fueras tan pedante.

— Bueno, a Granger le funcionó ser pedante — dijo un chico de segundo.

— ¡Pero ella luchó contra un trol!

— Suficiente — interrumpió McGonagall. — Johnson, siga leyendo.

Angelina le hizo caso, zanjando así la discusión.

No, no es verdad —dijo Hermione, apartándose el pelo de los ojos y mirando alrededor, buscando la mochila infructuosamente—. Me he despistado, eso es todo. Lo mejor será que vaya a ver al profesor Flitwick y me disculpe. ¡Os veré en Adivinación!

— ¿Pero cómo puedes despistarte si estabas en la puerta? — dijo Parvati.

— No es tan raro — le aseguró Neville. — A mí me ha pasado alguna vez.

Hermione se mantuvo callada. Harry supuso que, como él, disfrutaba ver que los demás no entendían nada de lo que estaba pasando. Además, todavía seguía algo ruborizada por todos los comentarios que la gente había hecho sobre ella y Ron y probablemente no tenía ganas de llamar más la atención sobre sí misma.

Se reunió con ellos veinte minutos más tarde, todavía confusa, a los pies de la escalera que llevaba a la clase de la profesora Trelawney.

¡Aún no me puedo creer que me perdiera la clase de encantamientos estimulantes! ¡Y apuesto a que nos sale en el examen! ¡El profesor Flitwick me ha insinuado que puede salir!

Algunos miraron al profesor Flitwick con reproche, y Harry estaba seguro de que alguien había murmurado algo sobre "favoritismo".

Subieron juntos y entraron en la oscura y sofocante sala de la torre. En cada mesa había una brillante bola de cristal llena de neblina nacarada. Harry, Ron y Hermione se sentaron juntos a la misma mesa destartalada.

Creía que no veríamos las bolas de cristal hasta el próximo trimestre —susurró Ron, echando a su alrededor una mirada, por si la profesora Trelawney estaba cerca.

No te quejes, esto quiere decir que ya hemos terminado con la quiromancia. Me ponía enfermo verla dar respingos cada vez que me miraba la mano.

Se oyeron algunas risas. Sin embargo, también hubo quienes parecieron preocupados, incluyendo a Lavender y Parvati. La profesora Trelawney mantuvo el semblante serio y la cabeza bien alta, dándose aires de importancia. Umbridge la miraba con desdén.

¡Buenos días a todos! —dijo una voz conocida y a la vez indistinta, y la profesora Trelawney hizo su habitual entrada teatral, surgiendo de las sombras.

Varias personas rodaron los ojos, pero la profesora Trelawney no parecía ni mínimamente ofendida. Debía gustarle mucho su entrada teatral.

Parvati y Lavender temblaban de emoción, con el rostro encendido por el resplandor lechoso de su bola de cristal—.

Harry vio a Lavender y Parvati decirse algo entre susurros, pero no escuchó el qué.

He decidido que empecemos con la bola de cristal algo antes de lo planeado —dijo la profesora Trelawney, sentándose de espaldas al fuego y mirando alrededor—. Los hados me han informado de que en vuestro examen de junio saldrá la bola, y quiero que recibáis suficientes clases prácticas.

La profesora McGonagall frunció el ceño, pero no dijo nada.

Hermione dio un bufido.

Bueno, de verdad... los hados le han informado... ¿Quién pone el examen? ¡Ella! ¡Qué predicción tan asombrosa! —dijo, sin preocuparse de bajar la voz.

Se oyeron jadeos.

— Hermione, ¿qué te pasa en este capítulo? — dijo Fred, asombrado.

Hermione se encogió de hombros y fue Harry quien contestó:

— Fue el estrés.

Era difícil saber si la profesora Trelawney los había oído, ya que su rostro estaba oculto en las sombras. Sin embargo, prosiguió como si no se hubiera enterado de nada.

En el presente, Trelawney tampoco pareció darse por aludida, aunque Harry estaba seguro de que se sentía muy molesta.

Mirar la bola de cristal es un arte muy sutil —explicó en tono soñador—. No espero que ninguno vea nada en la bola la primera vez que mire en sus infinitas profundidades. Comenzaremos practicando la relajación de la conciencia y de los ojos externos —Ron empezó a reírse de forma incontrolada y tuvo que meterse el puño en la boca para ahogar el ruido—,

Varios rieron con Ron, ganándose una mirada frustrada por parte de Trelawney.

con el fin de liberar el ojo interior y la superconciencia. Tal vez, si tenéis suerte, algunos lleguéis a ver algo antes de que acabe la clase.

— Suena fascinante — dijo una chica de segundo. Sin embargo, Harry estaba segura de que lo decía por animar un poco a la profesora Trelawney, que parecía cada vez más molesta.

Y entonces comenzaron. Harry, por lo menos, se sentía muy tonto mirando la bola de cristal sin comprender, intentando vaciar la mente de pensamientos que continuamente pasaban por ella, por ejemplo «qué idiotez».

— Yo estaba igual —admitió Seamus.

No facilitaba las cosas el que Ron prorrumpiera continuamente en risitas mudas ni que Hermione chascara la lengua sin parar, en señal de censura.

¿Habéis visto ya algo? —les preguntó Harry después de mirar la bola en silencio durante un cuarto de hora.

Sí, aquí hay una quemadura —dijo Ron, señalando la mesa con el dedo—. A alguien se le ha caído la cera de la vela.

Se oyeron risitas.

— Ron, tómatelo en serio — lo regañó su madre, aunque sin mucho entusiasmo. No parecía que a ella le importara mucho la adivinación.

Esto es una horrible pérdida de tiempo —dijo Hermione entre dientes—. En estos momentos podría estar practicando algo útil. Podría ponerme al día en encantamientos estimulantes.

— O dormir — murmuró Ginny. — Sería más útil que estar en esa clase.

Acompañada por el susurro de la falda, la profesora Trelawney pasó por su lado.

¿Alguien quiere que le ayude a interpretar los oscuros augurios de la bola mágica? —susurró con una voz que se elevaba por encima del tintineo de sus pulseras.

Yo no necesito ayuda —susurró Ron—. Es obvio lo que esto quiere decir: que esta noche habrá mucha niebla.

Harry y Hermione estallaron en una carcajada.

Lo mismo sucedió en el comedor, donde la mitad del alumnado se echó a reír. Ron pareció muy orgulloso de sí mismo.

¡Venga! —les llamó la atención la profesora Trelawney, al mismo tiempo que todo el mundo se volvía hacia ellos. Parvati y Lavender los miraban escandalizadas —.

Era curioso cómo la escena se repetía en el presente. Mientras la gente reía, Lavender y Parvati lanzaban miradas reprobatorias en dirección a Harry, Ron y Hermione.

Estáis perjudicando nuestras vibraciones clarividentes. —Se aproximó a la mesa de los tres amigos y observó su bola de cristal. A Harry se le vino el mundo encima. Imaginaba lo que pasaría a continuación

— Déjame adivinarlo — dijo Tonks. — Va a presagiar tu muerte.

— Bingo — dijo Harry con desánimo.

: ¡Aquí hay algo! —susurró la profesora Trelawney, acercando el rostro a la bola, que quedó doblemente reflejada en sus grandes gafas—. Algo que se mueve... pero ¿qué es?

Harry habría apostado todo cuanto poseía a que, fuera lo que fuese, no serían buenas noticias. En efecto:

Muchacho... —La profesora Trelawney suspiró mirando a Harry—. Está aquí, más claro que el agua. Sí, querido muchacho... está aquí acechándote, aproximándose... el Gr...

— El Grim, cómo no — dijo Sirius, rodando los ojos. — Eh, una cosa, ¿y si la profesora Trelawney no paraba de adivinar que yo aparecería en tu vida y me confundía todo el rato con el dichoso Grim?

Harry nunca se lo había planteado. Miró a Hermione, como siempre que no sabía la repuesta a algo, y vio que la chica no parecía tomárselo en serio. Ron, por otro lado, estaba pensativo.

¡Por Dios santo! —exclamó Hermione—. ¿Otra vez ese ridículo Grim?

— ¿Dijiste eso en voz alta? — exclamó Fred.

— Empiezo a pensar que la de este capítulo no es Hermione — dijo George, mirándola con asombro.

Hermione rodó los ojos y los ignoró a ambos.

La profesora Trelawney levantó sus grandes ojos hasta la cara de Hermione. Parvati susurró algo a Lavender y ambas miraron a la muchacha. La profesora Trelawney se incorporó y la contempló con ira.

Umbridge parecía muy sorprendida, pero extrañamente contenta. Harry gimió internamente. Esperaba que no quisiera usar las palabras de Hermione para defender su idea de echar a Trelawney del colegio.

Siento decirte que desde el momento en que llegaste a esta clase ha resultado evidente que careces de lo que requiere el noble arte de la adivinación. En realidad, no recuerdo haber tenido nunca un alumno cuya mente fuera tan incorregiblemente vulgar.

Hubo un momento de silencio.

En el comedor, sin embargo, había de todo menos silencio. Muchos estallaron en protestas contra la profesora, mientras otros la defendían argumentando que Hermione no paraba de insultar a su profesión y que se había merecido el comentario hiriente de la profesora.

Hermione hizo caso omiso a todo lo que se hablaba a su alrededor y mantuvo la cabeza bien alta y la vista fija en Angelina. Harry sabía que aquel comentario le había dolido, pero también era consciente de que no se arrepentía lo más mínimo de haber dejado la asignatura y de que mantenía su opinión sobre la Adivinación.

De lejos, Harry vio que McGonagall se inclinaba y le susurraba algo a la profesora Trelawney, que no parecía muy contenta. Harry quería pensar que la estaba regañando por ser tan cortante con Hermione, pero no tenía forma de saberlo.

Tras unos minutos de caos (en los que Sirius se las ingenió para hacer llorar a un chico de primero cuya abuela era una creyente absoluta en la Adivinación que poseía decenas de bolas de cristal), Angelina siguió leyendo.

Bien —dijo de repente Hermione, levantándose y metiendo en la mochila su ejemplar de Disipar las nieblas del futuro—. Bien —repitió, echándose la mochila al hombro y casi derribando a Ron de la silla—, abandono. ¡Me voy!

Se oyeron jadeos. Algunos se quedaron con la boca abierta.

Y ante el asombro de toda la clase, Hermione se dirigió con paso firme hacia la trampilla, la abrió de un golpe y se perdió escaleras abajo.

— ¿De verdad abandonaste? — dijo Tonks, asombrada. — ¡Genial!

La profesora Trelawney miró muy mal a Tonks.

La clase tardó unos minutos en volver a apaciguarse. Parecía que la profesora Trelawney se había olvidado por completo del Grim. Se volvió de repente desde la mesa de Harry y Ron, respirando hondo a la vez que se subía el chal transparente.

¡Aaaaah! —exclamó de repente Lavender, sobresaltando a todo el mundo—. ¡Aaaah, profesora Trelawney, acabo de acordarme! Usted la ha visto salir, ¿no es así, profesora? «En torno a Semana Santa, uno de vosotros nos dejará para siempre.» Lo dijo usted hace milenios, profesora.

El comedor al completo se quedó en silencio. Muchos alumnos, especialmente los más jóvenes, miraban a Trelawney con renovado interés.

La profesora Trelawney le dirigió una amable sonrisa.

Sí, querida. Ya sabía que nos dejaría la señorita Granger. Una siempre tiene la esperanza, sin embargo, de haber confundido los signos... El ojo interior puede ser una cruz, ¿sabéis?

— Por favor — bufó Hermione, pero esta vez tuvo cuidado de hacerlo en voz baja.

Lavender y Parvati parecían muy impresionadas y se apartaron para que la profesora Trelawney pudiera ponerse en su mesa.

Hermione se la está buscando, ¿verdad? —susurró Ron a Harry, con expresión sobrecogida.

Sí...

— Me daba igual, no tenía intención de volver a esa clase — replicó Hermione. Parecía que el recuerdo de aquella clase era suficiente para ponerla de mal humor.

Harry miró en la bola de cristal, pero no vio nada salvo niebla blanca formando remolinos. ¿De verdad había vuelto a ver al Grim la profesora Trelawney? ¿Lo vería él? Lo que menos falta le hacía era otro accidente casi mortal con la final de quidditch cada vez más cerca.

— Harry — resopló Lupin, exasperado. — Si algo ha quedado claro en este libro, es que te preocupa más el quidditch que tu vida.

— Es que nunca habíamos estado tan cerca de ganar la copa — se defendió Harry, ignorando las risas de algunos de sus compañeros.

Las vacaciones de Semana Santa no resultaron lo qué se dice relajantes. Los de tercero nunca habían tenido tantos deberes. Neville Longbottom parecía encontrarse al borde del colapso nervioso y no era el único.

Algunos miraron a Neville con pena y él les sonrió amablemente.

¿A esto lo llaman vacaciones? —gritó Seamus Finnigan una tarde, en la sala común—. Los exámenes están a mil años de distancia, ¿qué es lo que pretenden?

— Bien dicho — resopló Dean.

Pero nadie tenía tanto trabajo como Hermione. Aun sin Adivinación, cursaba más asignaturas que ningún otro. Normalmente era la última en abandonar por la noche la sala común y la primera en llegar al día siguiente a la biblioteca. Tenía ojeras como Lupin y parecía en todo momento estar a punto de echarse a llorar.

Hermione hizo una mueca.

— Harry, deja de fijarte en todo — dijo.

— Si me hubiera fijado en todo, habría sabido exactamente por qué estabas tan estresada — respondió Harry.

— Touché.

Ron se estaba encargando de la apelación en el caso de Buckbeak. Cuando no hacía sus propios deberes estaba enfrascado en enormes volúmenes que tenían títulos como Manual de psicología hipogrífica o ¿Ave o monstruo? Un estudió de la brutalidad del hipogrifo. Estaba tan absorto en el trabajo que incluso se olvidó de tratar mal a Crookshanks.

Eso le sacó una risa a más de uno. Hagrid le dedicó una gran sonrisa agradecida a Ron.

— Tener a los alumnos perdiendo su valioso tiempo de estudio por ayudar a un profesor a resolver problemas personales me parece totalmente censurable — dijo Umbridge. Ni siquiera se había esforzado por mantener su habitual tono dulce.

— Hagrid no nos obligó — dijo Ron, molesto. — Lo hicimos porque quisimos.

Angelina siguió leyendo para evitar que Umbridge respondiera.

Harry, mientras tanto, tenía que combinar sus deberes con el diario entrenamiento de quidditch, por no mencionar las interminables discusiones de tácticas con Wood. El partido entre Gryffindor y Slytherin tendría lugar el primer sábado después de las vacaciones de Semana Santa. Slytherin iba en cabeza y sacaba a Gryffindor doscientos puntos exactos.

— Estaba difícil — dijo Ernie Macmillan.

— Mucho — añadió Lee Jordan, sonriente.

Esto significaba, como Wood recordaba a su equipo constantemente, que necesitaban ganar el partido con una ventaja mayor, si querían ganar la copa. También significaba que la responsabilidad de ganar caía sobre Harry en gran medida, porque capturar la snitch se recompensaba con ciento cincuenta puntos.

Así, si les sacamos una ventaja de cincuenta puntos, no tienes más que cogerla —decía Wood a Harry todo el tiempo—. Sólo si les llevamos más de cincuenta puntos, Harry, porque de lo contrario ganaremos el partido pero perderemos la copa. Lo has comprendido, ¿verdad? Tienes que atrapar la snitch sólo si estamos...

¡YA LO SÉ, OLIVER! —gritó Harry.

Muchos se echaron a reír.

— Eres un pesado — le reprochó Alicia Spinnet a Wood, que rodó los ojos.

— Gracias a eso, hicimos uno de los mejores partidos que jamás hemos jugado — le recordó.

Toda la casa de Gryffindor estaba obsesionada por el partido. Gryffindor no había ganado la copa de quidditch desde que el legendario Charlie Weasley (el segundo de los hermanos de Ron) había sido buscador.

— El legendario — repitió Bill, sonriente. — ¿Qué se siente al ser recordado como legendario, enano?

A Harry le sorprendió el apelativo. Charlie le parecía de todo menos enano, pero claro, Bill era el mayor de los Weasley, así que Charle era su hermano pequeño.

— Es bastante agradable, aunque tengo entendido que ya no ostento el título a mejor buscador de la última década — dijo girándose para mirar a Harry, quien se ruborizó intensamente.

— Sigo pensando que deberíais jugar un partido los dos — dijo Fred, emocionado. — Solo para ver quién ganaría.

— Cuando todo esto acabe, te retaré, Potter — dijo Charlie con una sonrisa. Harry asintió, nervioso y contento a partes iguales. La idea de jugar contra Charle había salido ya en alguna ocasión y, a decir verdad, le hacía bastante ilusión.

Pero Harry dudaba de que alguien de Gryffindor, incluido Wood, tuviera tantas ganas de ganar como él. Harry y Malfoy se odiaban más que nunca. A Malfoy aún le dolía el barro que había recibido en Hogsmeade, y le había puesto furioso que Harry se hubiera librado del castigo.

— Normal — dijo Daphne Greengrass. — Por una vez, Malfoy tenía motivos para estar enfadado.

Harry no había olvidado el intento de Malfoy de sabotearle en el partido contra Ravenclaw, pero era el asunto de Buckbeak lo que le daba más ganas de vencer a Malfoy delante de todo el colegio.

— Pero Potter tenía aún más motivos para estarlo — añadió Astoria, la hermana de Daphne. — Lo del hipogrifo es peor que un poco de barro.

Las dos hermanas asintieron, de acuerdo, y Malfoy pareció hundirse un poco en el sillón.

Nadie recordaba un partido precedido de una atmósfera tan cargada. Cuando las vacaciones terminaron, la tensión entre los equipos y entre sus respectivas casas estaba al rojo. En los corredores estallaban pequeñas peleas que culminaron en un desagradable incidente en el que un alumno de cuarto de Gryffindor y otro de sexto de Slytherin terminaron en la enfermería con puerros brotándoles de las orejas.

El cuarto de Gryffindor, que ahora estaba en sexto, se echó a reír.

— Al final nos hicimos amigos — dijo en voz alta. — Los tres días que tuvimos que pasar solos en la enfermería nos unieron bastante.

Varias personas sonrieron al escuchar eso y Harry notó que Dumbledore era una de ellas.

Harry lo pasaba especialmente mal. No podía ir a las aulas sin que algún Slytherin sacara la pierna y le pusiera la zancadilla. Crabbe y Goyle aparecían continuamente donde estaba él, y se alejaban arrastrando los pies, decepcionados, al verlo rodeado de gente.

— ¿Pretendían hacerte daño? — preguntó una chica de primero, algo asustada.

— No creo, solo querían intimidarme — respondió Harry, aunque no estaba del todo seguro. Crabbe y Goyle no dijeron nada al respecto, a pesar de que recibieron muchas miradas reprobatorias.

Wood había dado instrucciones para que Harry fuera acompañado a todas partes, por si los de Slytherin trataban de quitarlo de en medio. Toda la casa de Gryffindor aceptó la misión con entusiasmo, de forma que a Harry le resultaba imposible llegar a tiempo a las clases porque estaba rodeado de una inmensa y locuaz multitud.

De reojo, Harry vio que Snape rodaba los ojos justo antes de lanzar una mirada llena de asco en su dirección. Harry pensó en devolvérsela, pero prefirió mirar a Angelina y fingir que no se había dado cuenta de nada.

Puede que Snape fuera insufrible, pero también era una de las personas con más posibilidades de hablarle sobre su madre. Con todo lo que estaban leyendo, era muy difícil mantener una relación neutral con él, pero al menos tenía que intentarlo un poco. Todo lo leído en el capítulo anterior ya había sido demasiado.

Y todo lo que aún tenían por leer, pensó Harry. Su relación con Snape a final de tercer año no fue precisamente cordial. Cuando leyeran todo lo de Sirius y la casa de los gritos…

Le dio un vuelco el corazón. Hoy era el día: leerían sobre la inocencia de Sirius… y sobre todas las cosas horribles que Harry había dicho y pensado sobre él.

Si Sirius iba a enfadarse con él, sería hoy. Vale, le había prometido que no lo haría, además de que había sido avisado con bastante tiempo sobre las cosas perturbadoras que iban a leer. Pero aun así…

¿Por qué no era capaz de deshacerse completamente de los nervios?

Estaba más preocupado por la seguridad de su Saeta de Fuego que por la suya propia. Cuando no volaba en ella, la tenía guardada con llave en su baúl, y a menudo volvía corriendo a la torre de Gryffindor para comprobar que seguía allí.

— No me extraña, teniendo en cuenta que en tu primer partido te hechizaron la escoba — dijo Roger Davies.

La víspera del partido por la noche, en la sala común de Gryffindor, se abandonaron todas las actividades habituales. Incluso Hermione dejó sus libros.

No puedo trabajar, no me puedo concentrar —dijo nerviosa.

— Qué raro — rió un chico de séptimo.

Había mucho ruido. Fred y George Weasley habían reaccionado a la presión alborotando y gritando más que nunca. Oliver Wood estaba encogido en un rincón, encima de una maqueta del campo de quidditch, y con su varita mágica movía figurillas mientras hablaba consigo mismo.

Eso hizo reír a más de uno.

Angelina, Alicia y Katie se reían de las gracias de Fred y George.

Angelina sonrió al leer eso. No parecía incómoda al leer su propio nombre, como sí le había sucedido a muchos otros.

Harry estaba sentado con Ron y Hermione, algo alejado del barullo, tratando de no pensar en el día siguiente, porque cada vez que lo hacía le acometía la horrible sensación de que algo grande se esforzaba por salir de su estómago.

— Siempre se te estropea el estómago cuando estás nervioso — dijo Hermione en voz baja. — Seguro que la señora Pomfrey tiene algún remedio que te ayude con eso.

Harry asintió y fingió no saber por qué la chica le decía eso. Aunque tenía esperanzas de que sus amigos olvidaran la escenita que había montado el día anterior a causa de los nervios, estaba claro que eso todavía no había sucedido.

Vas a hacer un buen partido —le dijo Hermione, aunque en realidad estaba aterrorizada.

— ¿Tanto se notaba? — dijo Hermione con una mueca.

— Sí — respondieron Harry y Ron al unísono.

¡Tienes una Saeta de Fuego! —dijo Ron.

Sí —admitió Harry.

Fue un alivio cuando Wood, de repente, se puso en pie y gritó:

¡Jugadores! ¡A la cama!

Angelina imitó la voz de Wood (muy acertadamente) y sacó risas a más de una persona.

Harry no durmió bien. Primero soñó que se había quedado dormido y que Wood gritaba: «¿Dónde te habías metido? ¡Tuvimos que poner a Neville en tu puesto!»

— Menuda pesadilla — dijo Seamus. — Sin ofender, Nevile.

— No me ofendo — le aseguró el chico.

Luego soñó que Malfoy y el resto del equipo de Slytherin llegaban al terreno de juego montados en dragones. Volaba a una velocidad de vértigo, tratando de evitar las llamaradas de fuego que salían de la boca de la cabalgadura de Malfoy, cuando se dio cuenta de que había olvidado la Saeta de Fuego. Se cayó en el aire y se despertó con un sobresalto.

— Creo que tenías demasiada presión encima — dijo Percy.

— ¿Tú crees? — ironizó Ron.

Tardó unos segundos en comprender que el partido aún no había empezado, que él estaba metido en la cama, y que al equipo de Slytherin no lo dejarían jugar montado en dragones. Tenía mucha sed. Lo más en silencio que pudo, se levantó y fue a servirse un poco de agua de la jarra de plata que había al pie de la ventana.

— Ojalá hubiéramos podido montar en dragones — dijo un chico de sexto de Slytherin. — Habría sido genial.

— No estés tan seguro — le dijo Charlie. — Trabajo con dragones y créeme, montar en ellos no es precisamente divertido.

Harry, recordando el Colacuerno Húngaro, decidió que jamás montaría sobre un dragón.

Los terrenos del colegio estaban tranquilos y silenciosos. Ni un soplo de viento azotaba la copa de los árboles del bosque prohibido. El sauce boxeador estaba quieto y tenía un aspecto inocente. Las condiciones para el partido parecían perfectas.

Harry dejó el vaso y estaba a punto de volverse a la cama cuando algo le llamó la atención. Un animal que no podía distinguir bien rondaba por el plateado césped.

Muchos se giraron para mirar a Sirius, quien trató de poner cara de inocente.

Harry corrió hasta su mesilla, cogió las gafas, se las puso y volvió a la ventana a toda prisa. Esperaba que no se tratara del Grim. No en aquel momento, horas antes del partido.

— ¿Por qué fuiste a por las gafas? — dijo Susan Bones. — ¿No era mejor no saberlo?

— Si tenía un augurio de muerte persiguiéndome, quería saberlo — respondió Harry.

Miró los terrenos con detenimiento y tras un minuto de ansiosa búsqueda volvió a verlo. Rodeaba el bosque... no era el Grim ni mucho menos: era un gato. Harry se apoyó aliviado en el alféizar de la ventana al reconocer aquella cola de brocha. Sólo era Crookshanks.

Se oyeron resoplidos y más de una risita nerviosa. Harry oyó a alguien murmurar "Estúpido gato".

Angelina miró al libro unos instantes y, claramente sorprendida, leyó:

Pero... ¿sólo era Crookshanks? Harry aguzó la vista y pegó la nariz al cristal de la ventana. Crookshanks estaba inmóvil. Harry estaba seguro de que había algo más moviéndose en la sombra de los árboles.

Un instante después apareció: un perro negro, peludo y gigante que caminaba con sigilo por el césped. Crookshanks corría a su lado. Harry observó con atención. ¿Qué significaba aquello? Si Crookshanks también veía al perro, ¿cómo podía ser un augurio de la muerte de Harry?

— No lo entiendo — dijo Seamus tras unos segundos de silencio general. — El perro era Sirius Black. El gato y el perro estaban juntos. Y antes habéis dicho que el problema de Scabbers y Crookshanks era más complicado de lo que parecía…

— ¡Es un animago! — exclamó una chica de sexto. — Alguien lo sugirió ayer, ¿verdad? Que el gato es un animago.

— Es imposible — bufó Lavender. — Crookshanks sigue en los dormitorios.

— ¿¡Hermione Granger tiene a una persona como mascota?! — exclamó un chico de primero.

— ¡No! — replicó Hermione, indignada y exasperada. — Usad la cabeza, por favor.

Muchos alumnos intercambiaron miradas y susurros, pero ninguno se atrevió a hacer una suposición en voz alta, por lo que Angelina siguió leyendo.

¡Ron! —susurró Harry—. ¡Ron, despierta!

¿Mmm?

¡Necesito que me digas si puedes ver una cosa!

Está todo muy oscuro, Harry —dijo Ron con esfuerzo—. ¿A qué te refieres?

Ahí abajo...

— No recuerdo eso — dijo Ron con el ceño fruncido.

— Estabas más dormido que despierto — bufó Harry.

Harry volvió a mirar por la ventana.

Crookshanks y el perro habían desaparecido. Harry se subió al alféizar para ver si estaban debajo, junto al muro del castillo. Pero no estaban allí. ¿Dónde se habrían metido?

Un fuerte ronquido le indicó que Ron había vuelto a dormirse.

Algunos lo miraron con reproche.

Harry y el resto del equipo de Gryffindor fueron recibidos con una ovación al entrar por la mañana en el Gran Comedor. Harry no pudo dejar de sonreír cuando vio que los de las mesas de Ravenclaw y Hufflepuff también les aplaudían. Los de Slytherin les silbaron al pasar. Malfoy estaba incluso más pálido de lo habitual.

— Normal, tenía a todo el colegio en su contra — dijo Terry Boot alegremente.

Malfoy, que seguía hundido en su sillón, le lanzó una mirada asesina a Boot.

Wood se pasó el desayuno animando a sus jugadores a que comieran, pero él no probó nada.

— Como siempre — añadió Angelina, interrumpiéndose a sí misma.

Luego les metió prisa para ir al campo antes de que los demás terminaran. Así podrían hacerse una idea de las condiciones. Cuando salieron del Gran Comedor, volvieron a oír aplausos.

Angelina soltó una risita antes de leer:

¡Buena suerte, Harry! —le gritó Cho Chang. Harry se puso colorado.

Se oyeron varios "Ooooh" y muchas risitas. Harry notó cómo le ardía la cara. Quería saber cuál era la reacción de Cho, pero notaba las miradas de todos fijas en él y no se atrevía a mirarla, por lo que pudieran decirle.

Muy bien..., el viento es insignificante. El sol pega algo fuerte y puede perjudicarnos la visión. Tened cuidado. El suelo está duro, nos permitirá un rápido despegue.

Angelina volvió a imitar a Wood, aunque esta vez pareció ser de forma inconsciente.

Wood recorrió el terreno de juego, mirando a su alrededor y con el equipo detrás. Vieron abrirse las puertas del castillo a lo lejos y al resto del colegio aproximándose al campo.

¡A los vestuarios! —dijo Wood escuetamente. Nadie habló mientras se cambiaban y se ponían la túnica escarlata. Harry se preguntó si se sentirían como él: como si hubiera desayunado algo vivo.

— Un poco — admitió Katie.

Antes de que se dieran cuenta, Wood les dijo:

¡Ha llegado el momento! ¡Adelante...!

Salieron al campo entre el rugido de la multitud. Tres cuartas partes de los espectadores llevaban escarapelas rojas, agitaban banderas rojas con el león de Gryffindor o enarbolaban pancartas con consignas como «ÁNIMO, GRYFFINDOR» y «LA COPA PARA LOS LEONES».

Muchos Slytherin parecieron disgustados al oír eso, sobre todo los más jóvenes. Los mayores estaban más que acostumbrados.

Detrás de la meta de Slytherin, sin embargo, unas doscientas personas llevaban el verde; la serpiente plateada de Slytherin brillaba en sus banderas. El profesor Snape se sentaba en la primera fila, de verde como todos los demás y con una sonrisa macabra.

Snape rodó los ojos.

¡Y aquí llegan los de Gryffindor! —comentó Lee Jordan, que hacía de comentarista, como de costumbre—. ¡Potter, Bell, Johnson, Spinnet, los hermanos Weasley y Wood! Ampliamente reconocido como el mejor equipo que ha visto Hogwarts desde hace años. —

— Por supuesto — dijo Oliver lleno de orgullo.

Los comentarios de Lee fueron ahogados por los abucheos de la casa de Slytherin—.

Angelina se interrumpió a sí misma.

— Eh, Lee. ¿Por qué no subes a leer conmigo, como hiciste con Oliver la otra vez?

— Estaba esperando a que me lo pidieras — dijo Lee, guiñándole un ojo a Angelina.

Lee subió a la tarima entre los aplausos de muchos estudiantes. La emoción por el partido crecía por momentos.

Con su habitual tono de comentarista, Lee leyó:

¡Y ahora entra en el terreno de juego el equipo de Slytherin, encabezado por su capitán Flint! Ha hecho algunos cambios en la alineación y parece inclinarse más por el tamaño que por la destreza.

Se oyeron quejas por parte de muchos Slytherin. Angelina tomó el relevo y leyó:

Más abucheos de los hinchas de Slytherin. Harry, sin embargo, pensó que Lee tenía razón. Malfoy era el más pequeño del equipo de Slytherin. Los demás eran enormes.

— Slytherin tenía matones en vez de jugadores — se quejó Colin. Algunos Slytherin lo miraron mal, pero ninguno pudo defender su equipo porque, por desgracia, Colin tenía razón.

¡Capitanes, daos la mano! —ordenó la señora Hooch.

Flint y Wood se aproximaron y se estrecharon la mano con mucha fuerza, como si intentaran quebrarle al otro los dedos.

— Creedme, lo intenté — murmuró Wood, sacándole una risotada a Fred.

¡Montad en las escobas! —dijo la señora Hooch—. Tres... dos... uno...

El silbato quedó ahogado por el bramido de la multitud, al mismo tiempo que se levantaban en el aire catorce escobas. Harry sintió que el pelo se le disparaba hacia atrás. Con la emoción del vuelo se le pasaron los nervios. Miró a su alrededor. Malfoy estaba exactamente detrás. Harry se lanzó en busca de la snitch.

— Parece que Malfoy va a usar la misma estrategia que Cho Chang — dijo Tonks. — Seguir a Harry en lugar de buscar la snitch.

— Es la estrategia de los que saben que tienen las de perder — dijo Sirius. Por suerte o por desgracia, el miedo que aún sentían por él impidió que recibiera muchas miradas asesinas, aunque estaba claro que había molestado a mucha gente con ese comentario.

Lee cogió el libro que le tendía Angelina y siguió leyendo:

Y Gryffindor tiene la quaffle. Alicia Spinnet, de Gryffindor, con la quaffle, se dirige hacia la meta de Slytherin. Alicia va bien encaminada. Ah, no. Warrington intercepta la quaffle. Warrington, de Slytherin, rasgando el aire. ¡ZAS! Buen trabajo con la bludger por parte de George Weasley. Warrington deja caer la quaffle. La coge Johnson. Gryffindor vuelve a tenerlo. Vamos, Angelina.

Giró la cabeza para mirarla, aguantándose la risa.

Un bonito quiebro a Montague. ¡Agáchate, Angelina, eso es una bludger! ¡HA MARCADO! ¡DIEZ A CERO PARA GRYFFINDOR!

Lee Jordan leía a grito pelado. Tratando de no reír, Angelina cogió el libro otra vez y leyó:

Angelina golpeó el aire con el puño, mientras sobrevolaba el extremo del campo. El mar escarlata que se extendía debajo de ella vociferaba de entusiasmo.

¡AY!

Angelina casi se cayó de la escoba cuando Marcus Flint chocó contra ella.

¡Perdón! —se disculpó Flint, mientras la multitud lo abucheaba—. ¡Perdona, no te vi!

— Menudo tramposo — exclamó Ritchie Coote. No fue el único: muchos protestaron contra Flint y a Harry le habría gustado mucho que el chico estuviera allí para escucharlo.

Un momento después, Fred Weasley lanzó el bate hacia la nuca de Flint. La nariz de Flint dio en el palo de su propia escoba y comenzó a sangrar.

— ¡Fred! — chilló su madre.

— Le había hecho daño a Angelina — se excusó el chico, pero no pareció que eso ablandara a Molly Weasley.

¡Basta! —gritó la señora Hooch, metiéndose en medio a toda velocidad—. ¡Penalti para Gryffindor por un ataque no provocado sobre su cazadora! ¡Penalti para Slytherin por agresión deliberada contra su cazador!

— Ese partido fue un desastre — suspiró la señora Hooch.

¡No diga tonterías, señora! —gritó Fred. Pero la señora Hooch pitó y Alicia retrocedió para lanzar el penalti.

Angelina le pasó el libro a Lee.

¡Vamos, Alicia! —gritó Lee en medio del silencio que de repente se había hecho entre el público— SÍ, ¡HA BATIDO AL GUARDAMETA! ¡VEINTE A CERO PARA GRYFFINDOR!

Los Gryffindor aplaudieron, emocionados. Muchos Ravenclaw y Hufflepuff se unieron a los vítores, aunque a Harry le pareció ver a algún Slytherin aplaudir también.

Harry se dio la vuelta y vio que Flint, que seguía sangrando, volaba hacia delante para ejecutar el penalti. Wood estaba delante de la portería de Gryffindor, con las mandíbulas apretadas.

¡Wood es un soberbio guardameta! —dijo Lee Jordan a la multitud, mientras Flint aguardaba el silbato de la señora Hooch—. ¡Soberbio! Será muy difícil parar este golpe, realmente muy difícil... ¡SÍ! ¡NO PUEDO CREERLO! ¡LO HA PARADO!

— ¡Bien, Wood! — lo felicitó Percy.

Wood sonreía con orgullo.

Aliviado, Harry se alejó como una bala, buscando la snitch, pero asegurándose al mismo tiempo de que no se perdía ni una palabra de lo que decía Lee. Era esencial mantener a Malfoy apartado de la snitch hasta que Gryffindor sacara a Slytherin más de cincuenta puntos.

— Bien pensado — dijo Lupin, sonriente.

Gryffindor tiene la quaffle, no, la tiene Slytherin. ¡No! ¡Gryffindor vuelve a tenerla, y es Katie Bell, Katie Bell lleva la quaffle! Va rápida como un rayo... ¡ESO HA SIDO INTENCIONADO!

Lee casi tiró el libro al suelo al leer eso último, causando que muchos se echaran a reír, incluida Katie. Angelina, entre risitas, cogió el libro y leyó:

Montague, un cazador de Slytherin, había hecho un quiebro delante de Katie y en vez de coger la quaffle, le había cogido a ella la cabeza. Katie dio una voltereta en el aire y consiguió mantenerse en la escoba, pero dejó caer la quaffle.

— ¿Le cogió la cabeza? — exclamó un chico de segundo.

— Aquel partido estuvo lleno de faltas — se quejó Hagrid.

Muchos miraron mal hacia la zona de los Slytherin, pero entonces Zabini soltó un bufido y dijo:

— Ni se os ocurra echarnos la culpa solo a nosotros. Acabamos de leer cómo Weasley le pegó a Flint en la cabeza, ¿o se os ha olvidado ya?

— Fred no habría hecho eso si vosotros no hubierais empezado con el juego sucio — replicó Charlie.

Zabini lo miró muy mal, pero no dijo nada más. Angelina siguió leyendo:

El silbato de la señora Hooch volvió a sonar, mientras se dirigía a Montague gritándole. Un minuto después, Katie metía otro gol de penalti al guardameta de Slytherin.

Lee le quitó el libro a Angelina solo para gritar:

¡TREINTA A CERO! ¡CHÚPATE ÉSA, TRAMPOSO!

Muchos se echaron a reír. A Harry ya le dolían las costillas. Angelina recuperó el libro y siguió, sonriendo tanto que le costaba leer:

¡Jordan, si no puedes comentar de manera neutral...!

¡Lo cuento como es, profesora!

Harry sintió un vuelco de emoción. Acababa de ver la snitch. Brillaba a los pies de uno de los postes de la meta de Gryffindor. Pero aún no debía cogerla. Y si Malfoy la veía...

Muchos se inclinaron en sus asientos, llenos de emoción.

Simulando una expresión de concentración repentina, dio la vuelta con la Saeta de Fuego y se dirigió a toda velocidad hacia el extremo de Slytherin. Funcionó. Malfoy fue tras él como un bólido, creyendo que Harry había visto la snitch en aquel punto.

Harry miró a Malfoy, quien tenía cara de haber chupado un limón. Seguía hundido en su sillón y tenía una almohada en los brazos, y Harry no pudo evitar pensar que era como un escudo contra el resto del comedor.

¡ZUUUM!

Una de las bludgers, desviada por Derrick, el gigantesco golpeador de Slytherin, se aproximó y le pasó a Harry rozando el oído derecho. Al momento siguiente...

¡ZUUUM!

La segunda bludger le había arañado el codo. El otro golpeador, Bole, se aproximaba.

— Cuidado, cuidado — murmuraba Sirius, con la vista fija en el libro. Estaba tan metido en el partido que ni siquiera se dio cuenta de que Lupin lo miraba y se reía.

Harry vio fugazmente a Bole y a Derrick, que se acercaban muy aprisa con los bates en alto.

En el último segundo viró con la Saeta, y Bole y Derrick se dieron un batacazo.

— ¡Genial! — exclamó Dean.

— Esa fue una jugada muy buena — le felicitó Wood. Harry se sintió muy orgulloso de sí mismo.

Lee tomó el libro y leyó:

¡Ja,ja,ja! —rió Lee Jordan mientras los dos golpeadores de Slytherin se separaban y alejaban, tambaleándose y agarrándose la cabeza—. Es una lástima, chicos. ¡Tendréis que espabilar mucho para vencer a una Saeta de Fuego!

— Ya está haciendo publicidad otra vez — dijo Adrian Pucey, de Slytherin. A algunos parecía hacerles gracia, mientras otros lo encontraban innecesario.

Y Gryffindor vuelve a tener la quaffle, porque Johnson la ha recogido. Flint va a su lado. ¡Métele el dedo en el ojo, Angelina!

Angelina soltó una risotada.

¡Era una broma, profesora, era una broma! ¡Oh, no! ¡Flint lleva la quaffle, va volando hacia la meta de Gryffindor! ¡Ahora, Wood, párala!

Lee le tendió el libro a Angelina, que leyó:

Pero Flint ya había marcado. Hubo un ovación en la parte de Slytherin y Lee lanzó una expresión tan malsonante que la profesora McGonagall quiso quitarle el megáfono mágico.

— ¿Qué expresión fue? — preguntó un chico de primero.

— ¡Jordan! — exclamó McGonagall cuando Lee abrió la boca para replicar.

— Si te la digo, me expulsan — se excusó Lee. El chico de primero pareció muy decepcionado.

— No te preocupes, yo me acuerdo — le informó Fred, guiñándole un ojo. — Luego te la digo.

Eso animó al chico y provocó que Molly Weasley soltara un bufido de exasperación.

¡Perdón, profesora, perdón! ¡No volverá a ocurrir! Veamos, Gryffindor va ganando por treinta a diez y ahora Gryffindor está en posesión de la quaffle.

Lee volvió a pasarle el libro a Angelina.

Se estaba convirtiendo en el partido más sucio que Harry había jugado. Indignados porque Gryffindor se hubiera adelantado tan pronto en el marcador; los de Slytherin estaban recurriendo a cualquier medio para apoderarse de la quaffle. Bole golpeó a Alicia con el bate y arguyó que la había confundido con una bludger. George Weasley, para vengarse, dio a Bole un codazo en la cara. La señora Hooch castigó a los dos equipos con sendos penaltis, y Wood logró evitar otro tanto espectacular, consiguiendo que la puntuación quedara en 40 a 10 a favor de Gryffindor.

— ¿Qué gracia tiene jugar así? — dijo Hannah Abbott. — Nunca entenderé qué satisfacción hay en ganar haciendo trampa.

Harry estaba totalmente de acuerdo.

La snitch había vuelto a desaparecer. Malfoy seguía de cerca a Harry, mientras éste sobrevolaba el campo de juego buscándola. En cuanto Gryffindor le sacara a Slytherin cincuenta puntos...

Katie marcó: 50 a 10. Fred y George Weasley bajaron en picado para situarse a su lado, con los bates en alto por si a alguno de Slytherin se le ocurría tomar represalias. Bole y Derrick aprovecharon la ausencia de Fred y George para lanzar a Wood las dos bludgers. Le dieron en el estómago, primero una y después la otra. Wood dio una vuelta en el aire, sujetándose a la escoba, sin resuello.

— Eso debió doler — dijo Sirius con una mueca.

— Mucho — replicó Wood antes de darse cuenta de con quién estaba hablando. Cuando vio que le había respondido a Sirius, pareció algo nervioso.

La señora Hooch estaba fuera de sí.

¡Sólo se puede atacar al guardameta cuando la quaffle está dentro del área! — gritó a Boyle y a Derrick—. ¡Penalti para Gryffindor!

— Elegir a esos golpeadores fue la peor decisión que pudo tomar el equipo — dijo Nott asqueado.

Y Angelina marcó: 60 a 10. Momentos después, Fred Weasley lanzaba a Warrington una bludger, quitándole la quaffle de las manos. Alicia la cogió y volvió a marcar: 70 a 10.

— ¡Ya está! — chilló Romilda Vane. — ¡Ya puedes coger la snitch!

La afición de Gryffindor estaba ronca de tanto gritar. Gryffindor sacaba sesenta puntos de ventaja. Y si Harry cogía la snitch, la copa era suya. Harry notaba que cientos de ojos seguían sus movimientos mientras sobrevolaba el campo por encima del nivel de juego, con Malfoy siguiéndolo a toda velocidad.

Y entonces la vio: la snitch brillaba a siete metros por encima de él.

— ¡Vamos! — lo animó Sirius.

No fue el único, varias personas exclamaban y vitoreaban, como si estuvieran en el campo de quidditch. Harry notó que el señor Weasley agitaba una banderita con los colores de Gryffindor, pero no tuvo ni idea de dónde la podía haber sacado.

Harry aceleró con el viento rugiendo en sus orejas. Estiró la mano, pero de repente la Saeta de Fuego redujo la velocidad.

Horrorizado, miró alrededor. Malfoy se había lanzado hacia delante, había cogido la cola de la Saeta y tiraba de ella.

— ¿¡En serio!? — exclamaron varias voces.

Malfoy gimió y se hundió aún más en el sillón, usando la almohada para taparse la cara. Harry nunca lo había visto parecer tan abochornado.

— ¡Eres un tramposo! — chilló una chica de tercero.

— ¡Mal jugador!

— Menudo imbécil.

— Y luego se cree lo mejor.

— ¡Ni siquiera sabe jugar!

Finalmente, Malfoy tuvo suficiente y se incorporó, rojo de vergüenza y de ira.

— ¡Yo solo estaba siguiendo órdenes! — gritó. — Hice lo que me pidió Flint, ¿vale?

— ¡Pues tenías que haberle ignorado! — replicó Alicia Spinnet. Malfoy rodó los ojos y volvió a dejarse caer sobre el sillón. Durante un momento, a Harry hasta le dio pena.

¡Serás...!

Harry estaba lo bastante enfadado para golpear a Malfoy, pero no lo podía alcanzar. Malfoy jadeaba por el esfuerzo de sujetar la Saeta de Fuego, pero tenía un brillo de malicia en los ojos. Había logrado lo que quería: la snitch había vuelto a desaparecer.

— Seguías órdenes, pero el "brillo de malicia" demuestra que lo disfrutaste — bufó Hermione.

Malfoy la miró muy mal.

¡Penalti! ¡Penalti a favor de Gryffindor! ¡Nunca he visto tácticas semejantes! —chilló la señora Hooch, saliendo disparada hacia el punto donde Malfoy volvía montar en su Nimbus 2.001.

Lee le quitó el libro a Angelina para leer a grito pelado:

¡SO CERDO, SO TRAMPOSO! —gritaba Lee Jordan por el megáfono, alejándose de la profesora McGonagall—. ¡ASQUEROSO HIJ...!

Malfoy también lo fulminó a él con la mirada. Angelina cogió el libro y siguió leyendo con calma, como si no estuviera furiosa al recordar aquella enorme falta.

La profesora McGonagall ni siquiera se molestó en decirle que se callara. La verdad es que levantaba el puño en dirección a Malfoy. Se le había caído el sombrero y también ella gritaba furiosa.

Eso le sacó risas a más de uno y a la profesora le sacó los colores.

Alicia lanzó el penalti de Gryffindor, pero estaba tan enfadada que lo envió fuera. El equipo de Gryffindor perdía concentración, y los de Slytherin, entusiasmados por la falta de Malfoy contra Harry, cada vez se atrevían a más.

— Tramposos — gruñó Hagrid.

— Si de mí dependiera, ninguno de ellos volvería a jugar — dijo Moody. Varios Slytherin lo miraron con miedo.

Slytherin en posesión de la quaffle, Slytherin se dirige a la meta... Montague marca —gruñó Lee—: 70 a 20 a favor de Gryffindor...

Harry marcaba en ese momento a Malfoy desde tan cerca que sus rodillas chocaban. Harry no iba a dejar que Malfoy se acercara a la snitch...

¡Quítate de en medio, Potter! —gritó Malfoy con enojo, e intentó dar la vuelta, pero encontró a Harry bloqueándole el paso.

— Tanto criticar a los buscadores que utilizan esa estrategia, y ahora que lo hace Potter nadie se queja — dijo Marietta.

— Al menos Harry ha intentado encontrar la snitch, en vez de dedicarse a seguir al otro buscador desde el principio del partido — gruñó Ron.

Lee ni siquiera tomó el libro de nuevo. Se asomó sobre el hombro de Angelina y gritó:

Angelina Johnson coge la quaffle. ¡Vamos, Angelina! ¡VAMOS!

Angelina, riendo y frotándose la oreja en la que Lee prácticamente le había gritado, leyó:

Harry miró a su alrededor. Excepto Malfoy, todos los jugadores de Slytherin, incluido el guardameta, habían salido disparados contra Angelina. Iban a bloquearla.

Harry dio la vuelta a la Saeta de Fuego, se agachó hasta quedar paralelo al palo de la escoba y se lanzó hacia delante. Como una bala, se dirigió en dirección a los de Slytherin.

¡VOOOOOY!

Se dispersaron cuando la Saeta de Fuego se lanzó contra ellos como un torpedo. El camino de Angelina quedó despejado.

— ¡Muy bien! — exclamó Sirius. — Eso ha sido genial.

— Perfecto — Lupin sonreía con ganas, y Harry no podía evitar sonreír también al verlo.

¡HA MARCADO!, ¡HA MARCADO! ¡Gryffindor en cabeza por 80 a 20!

Harry, que casi salió despedido hacia las gradas, frenó en el aire bruscamente, dio la vuelta y regresó veloz al centro del campo.

Y entonces vio algo como para pararle el corazón. Malfoy bajaba a toda velocidad con una expresión de triunfo en la cara. Allí, a unos metros del suelo, había un resplandor dorado.

— ¡Oh, no! — exclamó una chica de primero de Ravenclaw. Malfoy se hundió un poco más en el asiento.

Harry orientó hacia abajo el rumbo de su saeta, pero Malfoy le llevaba muchísima ventaja.

¡Vamos!, ¡vamos!, ¡vamos! —dijo para espolear a la escoba. Ya reducía la distancia...

Harry se pegó al palo de la escoba cuando Bole le lanzó una bludger... estaba ya ante los tobillos de Malfoy... a su misma altura...

Mucha gente se inclinaba hacia delante, llena de emoción y nervios. Los Slytherin que recordaban aquel partido parecían tener ganas de desaparecer de allí.

Harry se echó hacia delante, soltando las dos manos de la escoba. Desvió de un golpe el brazo de Malfoy y…

¡SÍ!

Recuperó la horizontal, con la mano en el aire, y el estadio se vino abajo.

Y el comedor estalló.

Todos los Gryffindor se pusieron en pie, vitoreando como si acabaran de ganar la Copa de Quidditch de verdad, abrazándose y saltando. Los Ravenclaw y Hufflepuff se unieron, aplaudiendo y felicitando al equipo, saltando y gritando tanto como el resto. Y a Harry le sorprendió ver a bastantes Slytherin, especialmente de años inferiores, celebrando como el resto.

— ¡Ganasteis la copa! — exclamaba Tonks. — ¡Al fin!

Wood parecía estar a punto de llorar de la emoción. Percy, riendo sin parar, le dio un par de palmaditas en la espalda y de pronto se encontró atrapado entre los brazos de un lloroso Wood que parecía estar reviviendo el mejor momento de su vida.

Harry también saltaba y reía, con un brazo alrededor de Ron y otro alrededor de Dean. Ginny y Hermione estaban abrazadas y saltaban con tantas ganas que casi se cayeron al suelo, haciendo que a Ron le diera un ataque de risa.

Hasta los miembros de la Orden celebraban la victoria de Gryffindor. Kingsley tocó su túnica con la varita y los colores cambiaron a rojo y dorado. Los profesores también aplaudían alegremente, salvo excepciones. Snape tenía cara de estar presenciando su peor pesadilla.

Tras varios minutos de alegría y celebración, el profesor Dumbledore hizo estallar unas chispas en colores rojizos y dorados.

— Me temo que debemos seguir con la lectura, por muy tentador que sea celebrar de nuevo aquella victoria.

Un minuto después, cuando todo el mundo se hubo sentado de nuevo y había suficiente silencio en el comedor, Angelina siguió leyendo:

Harry sobrevoló a la multitud con un extraño zumbido en los oídos. La pequeña pelota dorada estaba fuertemente sujeta en su puño, batiendo las alas desesperadamente contra sus dedos.

Wood se acercó a él a toda velocidad, casi cegado por las lágrimas; cogió por el cuello a Harry y sollozó en su hombro irrefrenablemente. Harry sintió dos golpes en la espalda cuando Fred y George se acercaron. Luego oyó las voces de Angelina, Alicia y Katie:

¡Hemos ganado la copa! ¡Hemos ganado la copa!

— Qué bonito — se oyó decir a Susan Bones.

Atrapado en un abrazo colectivo, el equipo de Gryffindor bajó a tierra dando gritos con la voz quebrada.

El equipo de Gryffindor sonreía con ganas. Wood todavía tenía lágrimas en los ojos.

Los grupos de hinchas del equipo escarlata saltaban ya las barreras y entraban en el terreno de juego. Multitud de manos palmeaban las espaldas de los jugadores. Harry estaba aturdido por el ruido y la multitud de cuerpos que lo apretaban. La afición los subió en hombros a él y al resto del equipo. Cuando pudo ver algo, vio a Hagrid cubierto de escarapelas rojas:

¡Los has vencido, Harry! ¡Los has vencido! ¡Cuando se lo cuente a Buckbeak...!

Eso hizo reír a muchos, aunque Harry pensó que se debía a que todos seguían demasiado animados por lo que acababan de leer. La alegría era casi palpable en el ambiente.

Allí estaba Percy, dando saltos como un loco, olvidado de su dignidad.

Percy resopló, ruborizándose e ignorando las risas que causó ese comentario.

La profesora McGonagall sollozaba incluso más sonoramente que Wood, y se secaba los ojos con una enorme bandera de Gryffindor.

En el presente, McGonagall no había llorado, pero Harry la había visto aplaudir con fuerza, llena de orgullo.

Y allí, abriéndose camino hacia Harry, se encontraban Ron y Hermione. No podían articular palabra. Se limitaron a sonreír mientras Harry era conducido a las gradas, donde Dumbledore esperaba de pie, con la enorme copa de quidditch.

— Suena como si fuese un sueño — dijo Ginny. — Es precioso.

Harry asintió, totalmente de acuerdo.

Si hubiera habido un dementor por allí... Mientras Wood le pasaba la copa a Harry, sin dejar de sollozar; mientras la elevaba en el aire, Harry pensó que podía materializar al patronus más robusto del mundo.

— Oooh — se oyeron varias voces a lo largo del comedor. Muchas personas miraron a Harry con dulzura, haciendo que él se ruborizara.

— Qué bonito — dijo Luna en tono soñador.

— El capítulo acaba ahí — anunció Angelina, sonriente.

Dumbledore se puso en pie. Tenía los ojos brillantes de alegría.

— Es hora de hacer un pequeño descanso. Tenéis media hora.


●LA HISTORIA NO ES MÍA, LA PUEDEN ENCONTRAR ORIGINALMENTE EN FANFICTION AUTORA REAL: Luxerii 

No hay comentarios:

Publicar un comentario