El sombrero seleccionador:
Cuando todo el mundo se hubo puesto cómodo, Dumbledore se aclaró la garganta y le pidió a Alicia que comenzara a leer.
—Bueno —dijo la chica, algo nerviosa. —El capítulo se titula: El sombrero seleccionador.
Harry tragó saliva. Sabía que era inútil tener esperanzas de que en el libro no se mencionara todo lo que el sombrero seleccionador le dijo. Todo el mundo se iba a enterar de que había estado a punto de ser un Slytherin. ¿Qué pensarían Ron y Hermione? ¿Y Sirius? ¿Y el profesor Lupin? ¿Y el resto de los Weasley? ¿Y los profesores? Imaginar las reacciones de la gente hizo que se arrepintiera de haber comido tanto, puesto que quizá así su estómago no se revolvería tan fácilmente.
Por suerte para él, nadie notó sus nervios. Ni siquiera Hermione, quien le lanzaba miradas preocupadas a Ron cada pocos segundos. Por su parte, Ron no parecía nada preocupado, sino todo lo contrario. Se lo veía mucho más tranquilo que cuando dejó el comedor, haciendo que Harry se preguntara qué habría estado hablando con Percy. El hecho de que esos dos hubieran tenido una conversación civilizada parecía increíble. Harry sabía que el resto de los Weasley (y Hermione) se hacían la misma pregunta que él, pero Ron no parecía dispuesto a ofrecer ninguna respuesta. Harry se obligó a dejar de pensar en el asunto y se concentró en la lectura.
La puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo, y el primer pensamiento de Harry fue que se trataba de alguien con quien era mejor no tener problemas.
—Es McGonagall, seguro —escuchó que le decía un Hufflepuff de segundo a otro.
—Los de primer año, profesora McGonagall —dijo Hagrid.
La sonrisa triunfal del chico de segundo le sacó una sonrisa a Harry.
—Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
Abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era tan grande que hubieran podido meter toda la casa de los Dursley en él.
—Pff, menuda sorpresa —ironizó Draco Malfoy, quien se encontraba sentado en un sillón enorme donde antes había estado la mesa de Slytherin. —Esos asquerosos muggles ni siquiera tienen una casa decente. Para tener una casa tan mediocre, son increíblemente creídos.
Harry alzó una ceja y miró a Malfoy, incrédulo.
—Es muy irónico que la persona más creída que jamás he conocido esté acusando a otros de serlo —respondió Harry. Draco lo miró con sorna.
—Al menos yo tengo motivos para ser orgulloso, Potter —dijo con una sonrisa ladeada. —Esos muggles tuyos no pueden decir lo mismo.
—Suficiente —intervino la profesora McGonagall. —Continúe leyendo, señorita Spinnet.
Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas como las de Gringotts, el techo era tan alto que no se veía y una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores.
Muchos sonrieron al recordar la primera vez que llegaron a Hogwarts. Ellos también habían tratado de fijarse en todo al mismo tiempo.
Siguieron a la profesora McGonagall a través de un camino señalado en el suelo de piedra. Harry podía oír el ruido de cientos de voces, que salían de un portal situado a la derecha (el resto del colegio debía de estar allí), pero la profesora McGonagall llevó a los de primer año a una pequeña habitación vacía, fuera del vestíbulo. Se reunieron allí, más cerca unos de otros de lo que estaban acostumbrados, mirando con nerviosismo a su alrededor.
Harry vio cómo algunos profesores sonreían, divertidos. Era obvio que a muchos les hacía gracia que los alumnos de primer año siempre estuvieran tan nerviosos.
—Bienvenidos a Hogwarts —dijo la profesora McGonagall—. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupéis vuestros lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts.
Harry no pudo evitar reflexionar sobre esa frase. "Serán como vuestra familia en Hogwarts." En aquel momento no había creído del todo lo que decía la profesora McGonagall. En realidad, ni siquiera se había parado a pensar acerca del significado de esa frase, tan asustado y nervioso como estaba aquel primer día. Pero ahora, más de cuatro años después, comprendía mejor que nunca lo que significaba.
Tendréis clases con el resto de la casa que os toque, dormiréis en los dormitorios de vuestras casas y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa.
»Las cuatro casas se llaman Gryffindor,
Todos los Gryffindor vitorearon y aplaudieron con ganas. Harry se unió con gusto a la muestra de orgullo del resto de su casa y no pudo evitar reír al ver a Canuto ladrar y mover la cola.
Hufflepuff,
Los Hufflepuff no se quedaron atrás y también aplaudieron y gritaron con fuerza.
Ravenclaw
Los gritos de los Ravenclaw sorprendieron a Harry, quien siempre había considerado que esa casa era la más calladita de todas. Se equivocaba.
y Slytherin.
Harry vio cómo Malfoy casi se levantaba del asiento en el ímpetu de mostrar su orgullo por su casa. Los vítores de los Slytherin tardaron más en apagarse y fueron más fuertes que ningún otro, haciendo que los Gryffindor los miraran mal y que algunos abuchearan.
Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor.
Muchos sonrieron, mostrando su vena competitiva al resto del comedor. Algunos querían la copa de la casa mucho más que otros.
Espero que todos vosotros seréis un orgullo para la casa que os toque.
»La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Os sugiero que, mientras esperáis, os arregléis lo mejor posible.
Los ojos de la profesora se detuvieron un momento en la capa de Neville, que estaba atada bajo su oreja izquierda, y en la nariz manchada de Ron.
Muchos rieron, mientras Ron gruñía y Neville se sonrojaba.
Con nerviosismo, Harry trató de aplastar su cabello.
—Pff, ni lo intentes —dijo Hermione rodando los ojos, pero con una sonrisa.
—Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia —dijo la profesora McGonagall—. Por favor, esperad tranquilos.
—¿Tranquilos? —interrumpió un alumno de cuarto de Gryffindor con la ceja levantada. —Absolutamente nadie está tranquilo antes de la selección.
—Exacto, al llegar somos todos una panda de enanos nerviosos y asustados —rió una chica de tercero de Hufflepuff. El chico de Gryffindor le sonrió.
Salió de la habitación. Harry tragó con dificultad.
—¿Cómo se las arreglan exactamente para seleccionarnos? —preguntó a Ron.
—Creo que es una especie de prueba. Fred dice que duele mucho, pero creo que era una broma.
—¡Fred! —lo regañó la señora Weasley. —¿Por qué desde que hemos empezado a leer no paro de descubrir cosas que le hiciste a tu hermano? ¿Es que no tienes conciencia?
Fred tragó saliva.
—¿Lo siento? —dijo con tono dubitativo, haciendo que muchos rieran. Molly gruñó, pero no dijo nada más porque hasta Ron se había reído.
El corazón de Harry dio un terrible salto. ¿Una prueba? ¿Delante de todo el colegio?
—Oh, encima la bromita afectó a Harry también.
Fred fingió que no había escuchado a su madre, quien estaba fulminándolo con la mirada. Tanto Fred como George sabían que, cuando se acabaran de leer los libros, estarían castigados para el resto de sus vidas.
Pero él no sabía nada de magia todavía... ¿Qué haría? No esperaba algo así, justo en el momento en que acababan de llegar. Miró temblando a su alrededor
—Ay, pobrecito —rió Romilda Vane, haciendo que a Harry le diera un escalofrío. Muchas chicas lo miraron con ternura.
y vio que los demás también parecían aterrorizados.
—Ya lo han dicho antes, todos estábamos asustados al llegar a Hogwarts la primera vez —se quejó Seamus al ver que tantas chicas miraban a Harry, quien se removió incómodo en su asiento.
Nadie hablaba mucho, salvo Hermione Granger, que susurraba muy deprisa todos los hechizos que había aprendido y se preguntaba cuál necesitaría.
Algunos rodaron los ojos. Hermione levantó la cabeza, orgullosa de sí misma.
Harry intentó no escucharla.
—Yo hice lo mismo —le susurró Ron. Hermione los fulminó a los dos con la mirada, pero ellos la ignoraron.
Nunca había estado tan nervioso, nunca, ni siquiera cuando tuvo que llevar a los Dursley un informe del colegio que decía que él, de alguna manera, había vuelto azul la peluca de su maestro.
—¿Qué? —dijo Ginny riendo. Muchos se echaron a reír, pero nadie como Ron y Hermione, a quien cualquier molestia por el comentario anterior se le había esfumado instantáneamente.
—¿Pero a ti qué te pasa con el pelo azul? —rió la chica, haciendo que Ron se riera aún más fuerte. Harry bufó, recordando de nuevo aquella ocasión en la que su pelo se volvió azul tras los intentos de Hermione de peinárselo.
—Aquello fue tu culpa —le reprochó a la chica, quien siguió riendo y lo ignoró completamente.
—Deberías dejártelo azul si tanto te gusta —bromeó Ron.
—Hay hechizos para eso, si estás interesado —sugirió Ginny con una sonrisita. Harry notó que le brillaban los ojos de la misma forma que centelleaban los ojos de los gemelos cuando se traían algo entre manos.
—Yo no…
—Nosotros conocemos un hechizo perfecto, ¿verdad, Feorge?
—Claro que sí, Gred —dijo George con una sonrisa malvada. —Podríamos tintarte el pelo de cualquier color que quieras, Harry.
—Incluso podríamos dejártelo como un arco iris.
—También podemos hacer que brille en la oscuridad.
—Oh, por favor, eso sería genial —se echó a reír Dean.
—Pues yo creo que el pelo azul le puede quedar bien —dijo Angelina sonriente. A su lado, Katie Bell asintió.
—Yo creo que un color más cálido le quedaría mejor —sugirió Hannah Abbott. —Quizá un castaño cobrizo…
—Un color verde haría resaltar aún más sus ojos —opinó otra chica de Hufflepuff.
—No, verde no, demasiado Slytherin —negó Ron instantáneamente, haciendo que algunos se echaran a reír. —¿Y si se pone mechas de colores?
—¿Pero tú estás de mi parte o qué? —exclamó Harry, indignado. Ron se encogió de hombros.
Harry bufó al darse cuenta de que, de pronto, la mitad del comedor estaba hablando de colores del pelo. Gente de todas las casas empezó a hablar entre sí, comentando qué colores preferían para sí mismos y para Harry o para sus amigos, haciendo que McGonagall tuviera que llamar dos veces la atención para que todos se callaran.
—Por muy interesante que sea discutir sobre el color del cabello del señor Potter, creo que sería conveniente volver a la lectura— dijo con tono serio, consiguiendo que la gente se calmara.
—Sigo pensando que deberíamos teñirle el pelo de arco iris —murmuró George. En ese momento, Bill sacó su varita y dirigió la punta hacia Harry, quien no tuvo tiempo de abrir la boca antes de que un hechizo saliera de entre los labios de Bill y le diera en toda la frente. Pasaron unos segundos en los que Harry, con los ojos cerrados (se le habían cerrado automáticamente al ver el haz de luz dirigirse a él), solo escuchó el súbito silencio del Gran Comedor.
—Perfecto —escuchó que decía Fred, quien obviamente sonreía. Se escucharon murmullos de aprobación y algunos de queja, provenientes de personas que obviamente preferían otro color. Harry abrió los ojos y se encontró con que todos los Weasley le sonreían. Molly tenía los ojos muy brillantes y Harry tuvo la sensación de que a la mujer le faltaba poco para echarse a llorar, a pesar de que le estaba sonriendo.
—Bueno, no está mal —dijo Ron, quien también sonreía. —Aunque todavía te faltan las pecas.
Fue entonces cuando Hermione conjuró un espejo y lo puso frente a él, mostrándole que ahora su pelo era exactamente del mismo tono rojo de los Weasley. Tras unos segundos se dio cuenta de que tenía la boca abierta, así que la cerró rápidamente.
—El rojo hace resaltar el color de tus ojos —dijo Hermione con aprobación, a lo que Ginny asintió. Harry no notó que Lupin lo miraba de forma extraña.
—¿Es que no había suficientes pelirrojos en el comedor? —bromeó Lee Jordan, haciendo que algunos rieran.
—Si quieres te lo puedo dejar como estaba —dijo Bill con una sonrisa, pero Harry negó con la cabeza. No tenía ninguna intención de dejarse ese color de pelo permanentemente, pero no haría daño a nadie que lo llevara un rato, aunque fuera solo por ver la mirada emocionada de la señora Weasley. Arthur también sonreía, contento de ver tantos pelirrojos juntos. En ese momento, McGonagall volvió a llamar la atención de todos, haciendo que Alicia Spinnet volviera a leer y todos (o casi todos) dejaran de mirar el pelo de Harry.
Mantuvo los ojos fijos en la puerta. En cualquier momento, la profesora McGonagall regresaría y lo llevaría a su juicio final.
—Qué dramático eres—rió Angelina, haciendo que Harry se sonrojara un poco.
Entonces sucedió algo que le hizo dar un salto en el aire... Muchos de los que estaban atrás gritaron.
—¿Acabas de llegar a Hogwarts y ya están pasando cosas raras? —preguntó Tonks, sorprendida. Al dirigir la mirada hacia ella, Harry se dio cuenta de que Lupin tenía el semblante extrañamente serio, e incluso Canuto estaba demasiado quieto y cabizbajo.
—¿Qué es...?
Resopló. Lo mismo hicieron los que estaban alrededor. Unos veinte fantasmas acababan de pasar a través de la pared de atrás.
—Lo hacen todos los años —sonrió el profesor Flitwick, haciendo que Tonks se sonrojara levemente al darse cuenta de que no había pasado nada fuera de lo común. Por su parte, Harry no pudo evitar mirar de reojo a Canuto y al profesor Lupin, quienes miraban directamente al libro, todavía con expresiones serias. Canuto estaba tan tenso y quieto que podría haberse confundido con una escultura.
De un color blanco perla y ligeramente transparentes, se deslizaban por la habitación, hablando unos con otros, casi sin mirar a los de primer año. Por lo visto, estaban discutiendo. El que parecía un monje gordo y pequeño, decía:
—Es el Fraile Gordo, seguro —susurró un chico de segundo de Hufflepuff a otro.
—Perdonar y olvidar. Yo digo que deberíamos darle una segunda oportunidad...
—Mi querido Fraile, ¿no le hemos dado a Peeves todas las oportunidades que merece?
El chico de antes pareció orgulloso de sí mismo.
Nos ha dado mala fama a todos y, usted lo sabe, ni siquiera es un fantasma de verdad... ¿Y qué estáis haciendo todos vosotros aquí?
El fantasma, con gorguera y medias, se había dado cuenta de pronto de la presencia de los de primer año.
—Pff, como si no hubieran pasado por allí a propósito —dijo la profesora McGonagall exasperada.
Nadie respondió.
—¡Alumnos nuevos! —dijo el Fraile Gordo, sonriendo a todos—. Estáis esperando la selección, ¿no?
Algunos asintieron.
—¡Espero veros en Hufflepuff—continuó el Fraile—. Mi antigua casa, ya sabéis.
Muchos Hufflepuff sonrieron, orgullosos de su casa y de su fantasma. El Fraile Gordo era uno de los fantasmas más agradables de todo el castillo.
—En marcha —dijo una voz aguda—. La Ceremonia de Selección va a comenzar.
La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas flotaron a través de la pared opuesta.
—Ahora formad una hilera —dijo la profesora a los de primer año— y seguidme.
El ambiente del comedor se llenó de emoción, casi como si la selección estuviera ocurriendo en aquel mismo momento. Harry tragó saliva.
Con la extraña sensación de que sus piernas eran de plomo, Harry se puso detrás de un chico de pelo claro, con Ron tras él. Salieron de la habitación, volvieron a cruzar el vestíbulo, pasaron por unas puertas dobles y entraron en el Gran Comedor. Harry nunca habría imaginado un lugar tan extraño y espléndido.
Harry sonrió al recordar su primera impresión del Gran Comedor.
Estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores. La profesora McGonagall condujo allí a los alumnos de primer año y los hizo detener y formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a sus espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas bajo la luz brillante de las velas.
—Qué descripciones tan poéticas —comentó Luna Lovegood.
Por la cara que puso Hermione, Harry se dio cuenta de que la chica había vuelto a pensar en quién habría escrito el libro.
Situados entre los estudiantes, los fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado. Para evitar todas las miradas, Harry levantó la vista y vio un techo de terciopelo negro, salpicado de estrellas. Oyó susurrar a Hermione: «Es un hechizo para que parezca como el cielo de fuera, lo leí en la historia de Hogwarts».
Esta vez incluso Hermione pareció admitir con la mirada que estaba siendo una pesada.
Era difícil creer que allí hubiera techo y que el Gran Comedor no se abriera directamente a los cielos.
Muchos alumnos miraron al techo en aquel momento, incluido Harry. Sobre ellos, el cielo azul de la tarde apenas tenía nubes. Aun con el paso de los años, resultaba increíble pensar que había un techo ahí.
Harry bajó la vista rápidamente, mientras la profesora McGonagall ponía en silencio un taburete de cuatro patas frente a los de primer año. Encima del taburete puso un sombrero puntiagudo de mago. El sombrero estaba remendado, raído y muy sucio.
—Al sombrero no le gustaría escuchar eso —murmuró una chica de Ravenclaw.
Tía Petunia no lo habría admitido en su casa.
Muchos rodaron los ojos. No parecía que nadie sintiera simpatía por tía Petunia.
Tal vez tenían que intentar sacar un conejo del sombrero, pensó Harry algo irreflexiblemente, eso era lo típico de...
—¿Por qué ibas a tener que hacer eso? —preguntó Seamus con una mueca, mirando a Harry como si se le hubiera ido la cabeza.
—Es un truco de magia muggle —explicó Colin Creevey rápidamente, adelantándose a Hermione, quien cerró la boca con resignación. —Consiste en fingir que sacas un conejo de un sombrero, aunque a veces también sacan palomas vivas.
—Sí, también suelen meter a la gente en cajas y cortarlos por la mitad —añadió Dean, quien momentos después se echó a reír al ver la expresión horrorizada de Seamus. Muchos nacidos de muggles rieron al ver las caras de confusión y horror de los nacidos de magos
—Obviamente no cortan a nadie de verdad—explicó Hermione, apiadándose del pobre Seamus y de los alumnos de primero, que parecían traumatizados. —Es solo un truco, un efecto óptico.
Al darse cuenta de que todos los del comedor contemplaban el sombrero, Harry también lo hizo. Durante unos pocos segundos, se hizo un silencio completo. Entonces el sombrero se movió. Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar:
—Vamos Alicia, ¡canta! —la animó Fred con una risita. La chica le sacó la lengua y se limitó a recitar la canción como si fuera un poema.
Oh, podrás pensar que no soy bonito,
pero no juzgues por lo que ves.
Me comeré a mí mismo si puedes encontrar
un sombrero más inteligente que yo.
Puedes tener bombines negros,
sombreros altos y elegantes.
Pero yo soy el Sombrero Seleccionador de Hogwarts
y puedo superar a todos.
No hay nada escondido en tu cabeza
que el Sombrero Seleccionador no pueda ver.
Harry volvió a removerse en el asiento, cada vez más nervioso.
Así que pruébame y te diré
dónde debes estar.
Puedes pertenecer a Gryffindor,
donde habitan los valientes.
Su osadía, temple y caballerosidad
ponen aparte a los de Gryffindor.
Regresaron los vítores por parte de los Gryffindor. Esta vez Harry no participó, demasiado nervioso como para hacerlo.
Puedes pertenecer a Hufflepuff
donde son justos y leales.
Esos perseverantes Hufflepuff
de verdad no temen el trabajo pesado.
O tal vez a la antigua sabiduría de Ravenclaw,
Si tienes una mente dispuesta,
porque los de inteligencia y erudición
siempre encontrarán allí a sus semejantes.
O tal vez en Slytherin
harás tus verdaderos amigos.
Esa gente astuta utiliza cualquier medio
para lograr sus fines.
Con cada casa que se nombraba, sus miembros aplaudían con fuerza.
¡Así que pruébame! ¡No tengas miedo!
¡Y no recibirás una bofetada!
Estás en buenas manos (aunque yo no las tenga).
Porque soy el Sombrero Pensante.
Todo el comedor estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su canción.
Lo mismo sucedía en el comedor en ese momento.
Éste se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra vez.
—¡Entonces sólo hay que probarse el sombrero! —susurró Ron a Harry—. Voy a matar a Fred.
Ron se quedó muy pálido de pronto. Harry estaba seguro de que las palabras del encapuchado, "Fred morirá", resonaban en la cabeza de Ron tanto como en la suya propia. En realidad, todos los Weasley se habían quedado algo pálidos, excepto Fred, quien le sonrió a Ron y le dijo:
—Quisiera verte intentarlo, enano —le sacó la lengua, relajando un poco el ambiente.
—No digas esas cosas ni en broma —dijo el señor Weasley a Ron. No parecía enfadado ni nada, pero su tez pálida hizo que Ron tragara saliva y asintiera. Por su parte, Molly estaba muy seria y no parecía capaz de regañar a Ron en aquel momento.
Harry sonrió débilmente. Sí, probarse el sombrero era mucho mejor que tener que hacer un encantamiento, pero habría deseado no tener que hacerlo en presencia de todos. El sombrero parecía exigir mucho, y Harry no se sentía valiente ni ingenioso ni nada de eso, por el momento. Si el sombrero hubiera mencionado una casa para la gente que se sentía un poco indispuesta, ésa habría sido la suya.
—Qué mono —comentó Cho Chang, quien llevaba un buen rato sin hablar (la última vez que Harry la había escuchado hablar, la chica había dicho algo de que el color de pelo perfecto para Harry sería un rubio dorado).
La profesora McGonagall se adelantaba con un gran rollo de pergamino.
—Cuando yo os llame, deberéis poneros el sombrero y sentaros en el taburete para que os seleccionen —dijo—. ¡Abbott, Hannah!
La chica se sobresaltó. Harry notó que Neville la miraba con una sonrisa.
Una niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de la fila, se puso el sombrero, que la tapó hasta los ojos, y se sentó. Un momento de pausa.
—¡HUFFLEPUFF!—gritó el sombrero.
La mesa de la derecha aplaudió mientras Hannah iba a sentarse con los de Hufflepuff.
De nuevo, lo que pasaba en el libro ocurría también en el comedor. Todos los Hufflepuff aplaudían, especialmente las personas cercanas a Hannah, quien estaba muy roja y se encogía en el asiento.
Harry vio al fantasma del Fraile Gordo saludando con alegría a la niña.
—¡Bones, Susan!
—¡HUFFLEPUFF! —gritó otra vez el sombrero, y Susan se apresuró a sentarse al lado de Hannah.
Las dos chicas se sonrieron mientras la casa de Hufflepuff no dejaba de aplaudir.
—¡Boot, Terry!
—¡RAVENCLAW!
La segunda mesa a la izquierda aplaudió esta vez. Varios Ravenclaws se levantaron para estrechar la mano de Terry, mientras se reunía con ellos.
Los Ravenclaw también aplaudieron a Terry, quien sonrió a todos.
Brocklehurst, Mandy también fue a Ravenclaw, pero Brown, Lavender resultó la primera nueva Gryffindor, en la mesa más alejada de la izquierda, que estalló en vivas.
En aquel momento, tanto los Ravenclaw como los Gryffindor aplaudían. Lavender parecía encantada, mientras Mandy parecía avergonzada.
Harry pudo ver a los hermanos gemelos de Ron, silbando.
—Oh, te fijaste en nosotros, ¿eh? —George le guiñó un ojo.
—No podías quitarnos los ojos de encima, ¿verdad? No te preocupes, lo comprendemos —siguió Fred, a lo que Harry rodó los ojos.
—No os hagáis ilusiones, no sois mi tipo —Harry les siguió la corriente, provocando que a ambos les brillaran los ojos.
—Claro, es que tu tipo es muy diferente a nosotros —concedió Fred.
—Rubio, ojos claros, tez pálida y cara de hurón, ¿verdad? —dijo George contando con los dedos. En la zona de Slytherin, Draco bufó.
—Vaya, habéis acertado de lleno —Harry fingió sorpresa. Tenía que admitir que estaba disfrutando mucho ver la cara de horror de Malfoy. A lo largo del comedor, muchas personas parecían divertidas con la escena.
—Oh, venga ya —Draco rodó los ojos cuando Harry le guiñó un ojo. —Lo siento mucho por ti, Potter, pero estoy totalmente fuera de tu alcance.
Al lado de Malfoy, Pansy fulminaba a Harry con la mirada. ¿Estaba la chica tomándose en serio esos comentarios?, pensó Harry con incredulidad.
Alicia Spinnet siguió leyendo con una sonrisa.
Bulstrode, Millicent fue a Slytherin.
Los Slytherin aplaudieron.
Tal vez era la imaginación de Harry; después de todo lo que había oído sobre Slytherin, pero le pareció que era un grupo desagradable.
—Te dejaste influenciar por lo que te dijeron de nosotros —dijo Daphne Greengrass mirando directamente a los ojos de Harry.
—La verdad es que sí —admitió el chico. —Aunque después nadie me ha demostrado que no seáis tal y como me dijeron antes de venir a Hogwarts.
—Tampoco has hablado con muchos Slytherin —replicó Astoria Greengrass con frialdad, mirando a Harry con reproche. Harry se dio cuenta de que era cierto: aparte de Malfoy y sus amigotes, no había tenido contacto con muchas personas de esa casa. Aunque tampoco era culpa suya, pensó con rabia. Ningún Slytherin había hecho nada por acercarse a él de forma amigable, todo lo contrario: cada vez que había un partido de quidditch importante, muchos alumnos de Slytherin lo atacaban por los pasillos y se burlaban de él constantemente. ¿Cómo iba a querer conocer a más de ellos si todos los que había conocido habían resultado ser personas horribles?
Tras pensar todo esto, Harry decidió no contestarle a Astoria, sintiendo que no necesitaba dar explicaciones de nada. Los libros lo explicarían todo por él, pensó, ya que ahí se vería el trato que recibía normalmente de los Slytherin. Con un poco de suerte, los profesores se darían cuenta y le quitarían muchos puntos a las serpientes. Harry sabía que era algo infantil pensar así, pero le reconfortaba pensar en ello.
Comenzaba a sentirse decididamente mal. Recordó lo que pasaba en las clases de gimnasia de su antiguo colegio, cuando se escogían a los jugadores para los equipos. Siempre había sido el último en ser elegido, no porque fuera malo, sino porque nadie deseaba que Dudley pensara que lo querían.
—Eso es muy triste —dijo Hermione, mirándolo con pena. Harry estaba todavía tan absorto en sus pensamientos sobre los Slytherin que no le hizo ni caso.
—¡Finch-Fletchley, Justin!
—¡HUFFLEPUFF!
La casa de Hufflepuff aplaudió fuertemente.
Harry notó que, algunas veces, el sombrero gritaba el nombre de la casa de inmediato, pero otras tardaba un poco en decidirse.
—No siempre es fácil colocar a alguien en una casa—comentó Dumbledore con una sonrisa. —Hay un nombre para todas aquellas personas que pasan más de cinco minutos bajo el escrutinio del Sombrero Seleccionador, aunque es bastante raro que eso suceda. A esos alumnos se los llama hatstalls.
Muchos asintieron como si estuvieran en clase, algunos escuchando con más interés que otros. Hermione parecía muy interesada. Cuando vio que el director no iba a comentar nada más, Alicia siguió leyendo.
—Finnigan, Seamus. —El muchacho de cabello arenoso, que estaba al lado de Harry en la fila, estuvo sentado un minuto entero, antes de que el sombrero lo declarara un Gryffindor.
Los Gryffindor vitorearon, mientras Dean le daba palmaditas en la espalda a Seamus.
—Granger, Hermione.
Hermione casi corrió hasta el taburete y se puso el sombrero, muy nerviosa.
Hermione se puso muy roja.
—¡GRYFFINDOR! —gritó el sombrero. Ron gruñó.
Mientras los Gryffindor volvían a vitorear, Hermione miraba a Ron con indignación y otra cosa que Harry reconoció como dolor.
—Lo siento —volvió a disculparse el pelirrojo, con tanta sinceridad que Hermione no supo qué contestarle. —Estaba siendo un idiota.
La chica se quedó callada, por lo que la lectura siguió.
Un horrible pensamiento atacó a Harry, uno de aquellos horribles pensamientos que aparecen cuando uno está muy intranquilo. ¿Y si a él no lo elegían para ninguna casa? ¿Y si se quedaba sentado con el sombrero sobre los ojos, durante horas, hasta que la profesora McGonagall se lo quitara de la cabeza para decirle que era evidente que se habían equivocado y que era mejor que volviera en el tren?
Algunos rieron.
—En serio, Harry. Eres muy dramático —rió Katie Bell.
Cuando Neville Longbottom, el chico que perdía su sapo, fue llamado, se tropezó con el taburete.
Ahora fue el turno de Neville de sonrojarse. Los Gryffindor se prepararon para aplaudir de nuevo.
El sombrero tardó un largo rato en decidirse. Cuando finalmente gritó: ¡GRYFFINDOR!, Neville salió corriendo, todavía con el sombrero puesto y tuvo que devolverlo, entre las risas de todos, a MacDougal, Morag.
Los Gryffindor y los Hufflepuffs aplaudieron a la vez.
—¿Por qué tardó tanto el sombrero en decidirse? —preguntó Hannah a Neville, quien pareció dudar un segundo antes de contestar.
—Yo quería estar en Hufflepuff.
Ante las miradas de incredulidad, sorpresa e indignación de muchos Gryffindor, Neville se apresuró a añadir:
—No me consideraba lo suficientemente valiente para Gryffindor… pensaba que una casa como Hufflepuff sería más adecuada para mí.
—Hey, que nosotros también podemos ser valientes —se quejó Justin, pero lo hizo con una sonrisa, sin malicia. Neville le sonrió.
—Creo que a muchos nos pasó algo parecido —confesó Hermione. —Yo estuve a punto de ir a Ravenclaw.
—Habrías encajado aquí— dijo Padma Patil mientras Cho la fulminaba con la mirada.
—Yo creo que no —intervino Luna, para sorpresa de todos. La chica miró fijamente a Hermione antes de seguir. —Eres definitivamente Gryffindor.
Lo dijo con tanta certeza y seguridad que Hermione, por segunda vez en muy poco tiempo, no supo qué decir. Tras esto, muchos alumnos empezaron a comentar a qué casas habían estado a punto de pertenecer. Harry tragó saliva, sin decir nada. La profesora McGonagall hizo que todos se callaran de nuevo, tras lo que siguió la lectura.
Malfoy se adelantó al oír su nombre y de inmediato obtuvo su deseo: el sombrero apenas tocó su cabeza y gritó: ¡SLYTHERIN!
Los Slytherin aplaudieron con mucha fuerza, haciendo que Malfoy pareciera muy orgulloso de sí mismo. Algunos Gryffindor hicieron muecas.
Malfoy fue a reunirse con sus amigos Crabbe y Goyle, con aire de satisfacción.
Ya no quedaba mucha gente.
Moon... Nott... Parkinson... Después unas gemelas, Patil y Patil... Más tarde Perks, Sally-Anne...
Con cada apellido que se leía, las casas a las que esas personas pertenecían aplaudían con fuerza. Sin embargo, Alicia leyó esos nombres tan rápido que todas las casas acabaron aplaudiendo a la vez.
y, finalmente:
—¡Potter, Harry!
Se hizo el silencio. Todos sentían curiosidad por saber qué le habría dicho el sombrero al famoso Harry Potter. Incluso sus amigos, pensó Harry febrilmente, parecían haberse inclinado en el asiento, ansiosos por escuchar esta parte del capítulo.
Mientras Harry se adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.
—¿Ha dicho Potter?
—¿Ese Harry Potter?
—Qué maleducados —se quejó Ginny en voz baja.
Lo último que Harry vio, antes de que el sombrero le tapara los ojos, fue el comedor lleno de gente que trataba de verlo bien. Al momento siguiente, miraba el oscuro interior del sombrero. Esperó.
—Mm —dijo una vocecita en su oreja—.
El comedor al completo estaba atento a las palabras del sombrero seleccionador.
Difícil. Muy difícil. Lleno de valor, lo veo. Tampoco la mente es mala. Hay talento, oh vaya, sí, y una buena disposición para probarse a sí mismo, esto es muy interesante... Entonces, ¿dónde te pondré?
—Así que podrías haber ido a cualquier casa —dijo Tonks con sorpresa. Harry, que tenía ganas de meterse bajo el sofá y no salir nunca jamás de ahí, no contestó.
Harry se aferró a los bordes del taburete y pensó: «En Slytherin no, en Slytherin no».
Los Slytherin sisearon.
—Como si te quisiéramos aquí, Potter —dijo Nott, mirándolo con maldad.
—En Slytherin no, ¿eh? —dijo la vocecita—. ¿Estás seguro? Podrías ser muy grande, sabes, lo tienes todo en tu cabeza y Slytherin te ayudaría en el camino hacia la grandeza. No hay dudas, ¿verdad?
El silencio aplastante del comedor hizo que Harry comenzara a sudar frío.
—¿Qué? —balbuceó Fred con la voz muy aguda. Dirigió su mirada a Harry, quien no sabía dónde meterse.
—¿Te quería poner en Slytherin? —preguntó George con incredulidad. Los ojos de todos estaban centrados en Harry, quien tragó saliva.
—Ya lo habéis oído —dijo con todo el valor que pudo reunir. Miró hacia los Slytherin y casi se echó a reír al ver sus caras de horror. —Pero me puso en Gryffindor.
—¡Claro que te puso en Gryffindor! —exclamó la profesora McGonagall. —No podía ser de otra manera.
—Esto demuestra una vez más mi teoría —habló Umbridge por primera vez en mucho rato. —Potter no es como dice ser. ¿Cuántos secretos debe estar ocultando? ¡Nadie debería fiarse de lo que dice!
Nadie escuchaba a Umbridge, ni siquiera el ministro. Todos la ignoraron completamente.
—En realidad —comenzó a hablar Ron lentamente, haciendo que a Harry le diera un vuelco el corazón. Había estado atento a las reacciones de sus amigos más cercanos y Ron no había reaccionado para nada como se lo habría imaginado. En vez de sorprenderse y gritar, el chico estaba bastante tranquilo y pensativo, algo muy raro en él. —Creo que Harry tiene muchas cualidades de Slytherin.
Ante la mirada horrorizada de Harry (y de muchas otras personas), Ron soltó una carcajada.
—Oh, venga ya —dijo mirando directamente a Harry. —Te conozco bien, Harry. Sé que eres astuto y que no tienes miedo a saltarte las normas para conseguir lo que quieres. Pero también sé que eres un cabezota, demasiado valiente para tu propio bien, y que tiendes a actuar antes de pensar.
—Hey —se quejó Harry — No siempre actúo sin pensar.
—La cuestión aquí —continuó Ron, ignorando a Harry. —Es que nunca podrías estar en Slytherin porque eres demasiado Gryffindor. Y tampoco podrías ser nunca un mago oscuro, por mucho que algunos se empeñen en que sí.
Ron le sonrió.
—Más bien no es que no puedas —añadió. —Sino que no quieres. Y eso es lo que cuenta, Harry, ¿o no?
—Exactamente, señor Weasley —intervino el profesor Dumbledore mirando a Ron con más orgullo que nunca. —No son nuestras habilidades, sino nuestras decisiones, las que marcan quienes somos en realidad.
Muchos se quedaron pensativos al escuchar eso. Harry, en shock, no podía dejar de mirar a Ron, quien se había sonrojado al ser apoyado por Dumbledore. Hermione también miraba a Ron con orgullo, aunque la chica (Harry había notado) se había sorprendido al escuchar que Harry podía haber sido de Slytherin.
Tras unos segundos de silencio, Harry no pudo aguantarlo más y, con voz queda, murmuró:
—Gracias.
—¿Por qué me das las gracias? —Ron parecía muy confundido.
—Por decir algo inteligente —se metió Hermione con una sonrisa. Ron le gruñó, pero no dijo nada al ver que a la chica le brillaban los ojos y los miraba a ambos con emoción contenida.
—Lo dices como si solo dijera estupideces —se quejó Ron, pero sin molestia real. Harry rió un poco.
—En realidad, te estaba agradeciendo por no considerarme un mago oscuro en potencia, pero la sugerencia de Hermione también me vale.
—¡Hey! —Esta vez sí que se quejó de verdad, tras lo que Harry y Hermione se echaron a reír. Harry no sabía muy bien por qué estaba tan agradecido con Ron. Sospechaba que era porque sabía que su amigo tenía muchos prejuicios contra todo aquello que tuviera que ver con Slytherin e, inconscientemente, había sentido miedo de que lo rechazara a él al saber que el sombrero estuvo cerca de mandarlo a esa casa.
Hablando de esa casa, muchos Slytherins volvían a quejarse de los prejuicios contra ellos. Harry escuchó como un par de chicas aseguraban que no toda la gente de su casa era tan horrible como las demás casas creían.
Mientras tanto, el resto del comedor estaba dividido entre aquellos que observaban la escena y aquellos que discutían sobre lo que se acababa de leer. Harry se sintió aliviado al ver que ninguno de los Gryffindor parecía pensar diferente de él ahora que la sorpresa inicial había pasado. Decidió que era momento de enfrentar la reacción de su padrino, por lo que giró la mirada hacia Canuto y se sorprendió al ver que el animago lo miraba fijamente. Los nervios de Harry volvieron con toda su intensidad.
Estaba a punto de abrir la boca para llamarlo cuando vio que Canuto salía despedido hacia la puerta del comedor. A Harry se le cayó el corazón a los pies. ¿Tan disgustado estaba Sirius?
Sin pensarlo, se levantó y siguió al enorme perro negro que había salido del comedor. Escuchó quejas a su alrededor y la voz de la profesora Umbridge exigiéndole que no saliera, pero ignoró a todo el mundo. Las puertas se cerraron tras él con un gran golpe que resonó en el silencio que reinaba en los pasillos vacíos del castillo.
—¿Canuto?
Le respondió un ladrido a su izquierda. Siguió el sonido y llegó a un aula vacía. Entró, cerró la puerta y miró a Canuto, pero Canuto ya no estaba.
En su lugar, Sirius, ya humano, lo apuntaba con la varita.
Con horror, Harry observó cómo un chorro de luz salía disparado hacia él. No tuvo tiempo de reaccionar y el hechizo impactó directamente en su cabeza.
Tras unos segundos de silencio, Harry notó que no se sentía diferente. Estaba muy confundido, ¿qué había pasado? ¿Sirius lo había atacado? No le dolía nada. ¿Tanto le había afectado a Sirius que Harry pudiera haber estado en Slytherin? ¿Acaso odiaba tanto la idea de que su ahijado pudiera tener rasgos de Slytherin que prefería no tener ahijado?
Abrió los ojos y vio que Sirius lo miraba con la misma confusión que él sentía.
—¿Por qué has hecho eso? —preguntó Harry, todavía aturdido. Le dio vergüenza notar que le temblaba la voz.
—¿Por qué tienes cara de haberte encontrado frente a frente con el mismo Voldemort?
—¿Qué?
Sirius se le acercó.
—¿Estás bien?
—Eh… ¿qué has hecho? ¿Qué era ese hechizo?
Fue entonces cuando Sirius conjuró un espejo similar al que Hermione había conjurado antes y Harry vio que su pelo ya no era del color rojo de los Weasley, aunque seguía siendo rojo, de un tono más oscuro y apagado que el de antes. Confundido, miró a Sirius, quien sonreía débilmente.
— Ese era el color del cabello de tu madre. Era muy raro ver los ojos de Lily con el pelo de los Weasley.
De pronto, todo encajaba. Harry ya entendía por qué Sirius y Lupin habían parecido tan sorprendidos y serios al verlo con el pelo rojo. Sirius pareció dudar un momento antes de acercarse más a Harry y darle un abrazo.
—Nunca te haría daño —le dijo quedamente al oído, sorprendiéndolo. —No importa lo que pase, yo nunca, jamás te haría daño, Harry. No sé lo que te hicieron esos Dursley, pero yo nunca haría algo así.
Harry quería que la tierra lo tragase. No podía creer que, durante unos segundos, había creído que su padrino le iba a hacer daño por casi haber sido de Slytherin. ¿Qué diantres se le había pasado por la cabeza para pensar algo así?
Sirius lo abrazó más fuerte, algo que Harry agradeció internamente, ya que en algún momento, sin darse cuenta hasta ese instante, había empezado a temblar. Escondió su cara en el hombro de Sirius, tratando de contener las emociones que amenazaban con salir a flote. Si algo había aprendido bien durante sus años con los Dursley era a controlar sus sentimientos en público.
—Entonces… ¿te da igual lo que hemos leído?
—¿Lo de que podrías estar en Slytherin?
Harry asintió.
—Meh. Estás en Gryffindor. ¿Qué más da lo que dijera ese sombrero viejo? Estás donde debes estar, Harry.
Sirius sonreía y eso fue, más que nada, lo que calmó los nervios de Harry.
Minutos después, ambos decidieron que era necesario regresar al comedor. Nada más abrir las puertas se encontraron con una cacofonía de voces que charlaban entre sí.
—Oh —suspiró la señora Weasley al verlos entrar. Harry la miró, disculpándose con la mirada. Si bien se sentía halagado porque los Weasley lo consideraran parte de la familia, llevar el color de pelo de su madre, aunque fuera por un rato, significaba mucho para él. Molly Weasley pareció entenderlo, porque le sonrió y le guiñó un ojo.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde habéis ido? —inquirió Hermione. El perro negro volvió a sentarse junto a Lupin y Tonks, no sin antes darle un lametón a Harry en la mano.
—Canuto necesitaba salir a pasear —respondió, sabiendo que muchas personas estaban pendientes de su respuesta.
—¿Qué le ha pasado a tu pelo? —preguntó Parvati. —Aunque me gusta mucho más ahora.
Ginny la miró mal.
—Oh, nada —mintió Harry. —Me apetecía cambiar de estilo. ¿Seguimos leyendo o qué?
Muchas personas asintieron, aburridas de esperar.
—Puedes seguir leyendo —le dijo McGonagall a Alicia Spinnet, quien le hizo caso inmediatamente.
Bueno, si estás seguro, mejor que seas ¡GRYFFINDOR!
Para su sorpresa, todos los Gryffindor vitorearon y aplaudieron con fuerza. Una parte de él sabía que no había nada de lo que sorprenderse, ya que habían hecho lo mismo por todos los demás, pero después de lo que acababan de leer no se esperaba que nadie le aplaudiera. Sintiéndose como si un peso enorme se hubiera levantado de sus hombros, Harry les devolvió la sonrisa, todavía bastante aturdido por el aluvión de sentimientos que acababa de tener. ¿Qué diablos le había pasado? En un momento estaba comentando colores de pelo y casas de Hogwarts con los demás, y al siguiente estaba temblando (temblando, ¡como un niño pequeño!) porque alguna parte de su estúpido cerebro pensó que Sirius quería hacerle daño. ¿Qué mosca le había picado?
Harry oyó al sombrero gritar la última palabra a todo el comedor. Se quitó el sombrero y anduvo, algo mareado, hacia la mesa de Gryffindor. Estaba tan aliviado de que lo hubiera elegido y no lo hubiera puesto en Slytherin, que casi no se dio cuenta de que recibía los saludos más calurosos hasta el momento. Percy el prefecto se puso de pie y le estrechó la mano vigorosamente,
Durante un momento, Percy y Harry intercambiaron miradas. Fue solamente un instante, ya que Percy no fue capaz de sostenerle la mirada a Harry.
mientras los gemelos Weasley gritaban: «¡Tenemos a Potter! ¡Tenemos a Potter!».
—Ni que fuera un objeto de coleccionista —dijo Cormac McLaggen, rodando los ojos. Nadie le hizo caso.
Harry se sentó en el lado opuesto al fantasma que había visto antes. Éste le dio una palmada en el brazo, dándole la horrible sensación de haberlo metido en un cubo de agua helada.
Algunos se estremecieron, recordando haber sentido esa misma sensación en alguna ocasión.
Podía ver bien la Mesa Alta. En la punta, cerca de él, estaba Hagrid, que lo miró y levantó los pulgares. Harry le sonrió. Y allí, en el centro de la Mesa Alta, en una gran silla de oro, estaba sentado Albus Dumbledore. Harry lo reconoció de inmediato, por el cromo de las ranas de chocolate.
Algunos rieron, incluido Dumbledore, ya que se les hacía extraño que Harry solo reconociera a Dumbledore por haberlo visto en un cromo.
El cabello plateado de Dumbledore era lo único que brillaba tanto como los fantasmas. Harry también vio al profesor Quirrell, el nervioso joven del Caldero Chorreante. Estaba muy extravagante, con un gran turbante púrpura. Y ya quedaban solamente tres alumnos para seleccionar. A Turpin, Lisa le tocó Ravenclaw,
Hubo aplausos de los Ravenclaw.
y después le llegó el turno a Ron. Tenía una palidez verdosa
Los gemelos rieron por lo bajo, por lo que Ron les gruñó.
y Harry cruzó los dedos debajo de la mesa. Un segundo más tarde, el sombrero gritó: ¡GRYFFINDOR!
Los Gryffindor aplaudieron mientras que Ron le dedicaba una gran sonrisa a Harry.
—¿Cruzaste los dedos? —dijo con tono de burla, aunque se lo veía muy contento. Harry le sacó la lengua.
Harry aplaudió con fuerza, junto con los demás, mientras que Ron se desplomaba en la silla más próxima.
—Bien hecho, Ron, excelente —dijo pomposamente Percy Weasley, por encima de Harry, mientras que Zabini, Blaise era seleccionado para Slytherin.
Aplausos de Slytherin.
La profesora McGonagall enrolló el pergamino y se llevó el Sombrero Seleccionador. Harry miró su plato de oro vacío. Acababa de darse cuenta de lo hambriento que estaba. Los pasteles le parecían algo del pasado.
Albus Dumbledore se había puesto de pie. Miraba con expresión radiante a los alumnos, con los brazos muy abiertos, como si nada pudiera gustarle más que verlos allí.
—¡Bienvenidos! —dijo—. ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro banquete, quiero deciros unas pocas palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco!... ¡Muchas gracias!
Una gran parte de los estudiantes se echaron a reír o aplaudieron. A Dumbledore le brillaban los ojos.
Se volvió a sentar. Todos aplaudieron y vitorearon. Harry no sabía si reír o no.
—Está... un poquito loco, ¿no? —preguntó con aire inseguro a Percy.
—¿Loco? —dijo Percy con frivolidad—. ¡Es un genio! ¡El mejor mago del mundo! Pero está un poco loco, sí. ¿Patatas, Harry?
¡Resultaba tan extraño leer esa pequeña conversación! Percy, quien se había puesto totalmente rojo, no sabía dónde meterse. Escucharse a sí mismo decir que Dumbledore era el mejor mago del mundo después de todo lo que había dicho desde la tercera prueba del torneo… era insoportable.
—Bueno, he de admitir que a veces incluso yo mismo dudo de mi cordura —comentó Dumbledore tranquilamente. Harry vio que el director sonreía y que sus ojos seguían brillando tras sus gafas de media luna. Parecía divertirse.
Harry se quedó con la boca abierta. Los platos que había frente a él de pronto estuvieron llenos de comida. Nunca había visto tantas cosas que le gustara comer sobre una mesa: carne asada, pollo asado, chuletas de cerdo y de ternera, salchichas, tocino y filetes, patatas cocidas, asadas y fritas, pudín, guisantes, zanahorias, salsa de carne, salsa de tomate y, por alguna extraña razón, bombones de menta.
—Por Merlín, Harry. ¿Tienes que describir toda esa comida? —preguntó Ron con cara de estar sufriendo. A muchos se les había puesto cara de tener hambre.
—Venga ya, hemos comido hace nada —se quejó Hermione, aunque incluso ella habría admitido que la descripción del banquete era excelente.
Los Dursley nunca habían matado de hambre a Harry, pero tampoco le habían permitido comer todo lo que quería. Dudley siempre se servía lo que Harry deseaba, aunque no le gustara.
A Harry le sorprendió la cantidad de gruñidos, bufidos e insultos en voz baja que se escucharon a lo largo de todo el comedor. La señora Weasley parecía especialmente enfadada.
Harry llenó su plato con un poco de todo, salvo los bombones de menta, y comenzó a comer. Todo estaba delicioso.
—Eso tiene muy buen aspecto —dijo con tristeza el fantasma de la gola, observando a Harry mientras éste cortaba su filete.
—¿No puede...?
—¡Harry! Es obvio que no puede comer —lo regañó Hermione. Harry solo se encogió de hombros.
—No he comido desde hace unos cuatrocientos años —dijo el fantasma—. No lo necesito, por supuesto, pero uno lo echa de menos. Creo que no me he presentado, ¿verdad? Sir Nicholas de Mimsy-Porpington a su servicio. Fantasma Residente de la Torre de Gryffindor.
—¡Yo sé quién es usted! —dijo súbitamente Ron—. Mi hermano me lo contó. ¡Usted es Nick Casi Decapitado!
—Yo preferiría que me llamaran Sir Nicholas de Mimsy... —comenzó a decir el fantasma con severidad, pero lo interrumpió Seamus Finnigan, el del pelo color arena.
—¿Casi Decapitado? ¿Cómo se puede estar casi decapitado?
Sir Nicholas pareció muy molesto, como si su conversación no resultara como la había planeado.
—Oh, venga ya —bufó la profesora McGonagall. —Todos los años tiene esa conversación con los alumnos de primero. Siempre acaba de la misma manera.
Se escucharon algunas risitas. Harry se preguntó vagamente si los fantasmas no estarían interesados en la lectura, o si no habían sido invitados. No había ni un solo fantasma presente en el comedor en ese momento.
—Así —dijo enfadado. Se agarró la oreja izquierda y tiró. Toda su cabeza se separó de su cuello y cayó sobre su hombro, como si tuviera una bisagra. Era evidente que alguien había tratado de decapitarlo, pero que no lo había hecho bien. Pareció complacido ante las caras de asombro
La profesora McGonagall rodó los ojos.
y volvió a ponerse la cabeza en su sitio, tosió y dijo: ¡Así que nuevos Gryffindors! Espero que este año nos ayudéis a ganar el campeonato para la casa. Gryffindor nunca ha estado tanto tiempo sin ganar. ¡Slytherin ha ganado la copa seis veces seguidas! El Barón Sanguinario se ha vuelto insoportable... Él es el fantasma de Slytherin.
Harry miró hacia la mesa de Slytherin y vio un fantasma horrible sentado allí, con ojos fijos y sin expresión, un rostro demacrado y las ropas manchadas de sangre plateada. Estaba justo al lado de Malfoy que, como Harry vio con mucho gusto, no parecía muy contento con su presencia.
Malfoy le fulminó con la mirada, a lo que Harry lo ignoró completamente.
—¿Cómo es que está todo lleno de sangre? —preguntó Seamus con gran interés.
—Esa es una buena pregunta —dijo una chica de tercero de Gryffindor mientras un escalofrío recorría su cuerpo. Muchos asintieron, algunos de ellos visiblemente preocupados.
—No habrá matado a nadie… ¿verdad? —preguntó un chico tímido de Hufflepuff.
—No creo —respondió otro chico que estaba sentado justo delante de él. —Si fuera un asesino no le habrían dejado quedarse en Hogwarts. ¿No?
—La sangre debe ser suya —aventuró una chica de Ravenclaw. —Quizá murió apuñalado o algo así...
—¿Podemos dejar de hablar de asesinatos y sangre? —se quejó Susan Bones, quien parecía bastante incómoda.
—Por favor, señorita Spinnet. Siga con la lectura —pidió la profesora Sprout. Alicia obedeció inmediatamente.
—Nunca se lo he preguntado —dijo con delicadeza Nick Casi Decapitado.
Cuando hubieron comido todo lo que quisieron, los restos de comida desaparecieron de los platos, dejándolos tan limpios como antes. Un momento más tarde aparecieron los postres. Trozos de helados de todos los gustos que uno se pudiera imaginar; pasteles de manzana, tartas de melaza, relámpagos de chocolate, rosquillas de mermelada, bizcochos borrachos, fresas, jalea, arroz con leche...
En el comedor, mucha gente se relamió los labios, pensando en todos esos dulces. Definitivamente, en ese momento Harry no habría podido decir que no a una buena tarta de melaza.
Mientras Harry se servía una tarta, la conversación se centró en las familias.
—Yo soy mitad y mitad —dijo Seamus—. Mi padre es muggle. Mamá no le dijo que era una bruja hasta que se casaron. Fue una sorpresa algo desagradable para él.
Los demás rieron.
Lo mismo pasaba en el comedor, aunque las risas fueron a mayor escala. Seamus parecía bastante contento de que su comentario fuera tan bien recibido.
—¿Y tú, Neville? —dijo Ron.
—Bueno, mi abuela me crió y ella es una bruja —dijo Neville—, pero la familia creyó que yo era todo un muggle, durante años.
—Oh, por qué será— ironizó Malfoy, ganándose más de una mirada de odio desde otras mesas.
Mi tío abuelo Algie trataba de sorprenderme descuidado y forzarme a que saliera algo de magia de mí. Una vez casi me ahoga, cuando quiso tirarme al agua en el puerto de Blackpool,
—Esa no es forma de tratar a un niño —exclamó la profesora Sprout, indignada. No era la única. Muchos profesores y alumnos parecían sorprendidos e indignados por el trato que Neville había recibido de su tío abuelo. El chico les sonrió tímidamente, tratando de tranquilizarlos, y Harry pensó que en aquel momento parecían haberse cambiado los papeles. No lo diría en voz alta, pero no pudo evitar pensar que era un alivio que toda la atención se centrara en otra persona, aunque fuera por un momento.
pero no pasó nada hasta que cumplí ocho años. El tío abuelo Algie había ido a tomar el té y me tenía cogido de los tobillos y colgando de una ventana del piso de arriba,
Hubo bastantes bufidos a lo largo del comedor.
cuando mi tía abuela Enid le ofreció un merengue y él, accidentalmente, me soltó.
La profesora Sprout se llevó una mano al corazón, mientras que McGonagall soltó un gruñido.
Pero yo reboté, todo el camino, en el jardín y la calle. Todos se pusieron muy contentos. Mi abuela estaba tan feliz que lloraba. Y tendríais que haber visto sus caras cuando vine aquí. Creían que no sería tan mágico como para venir. El tío abuelo Algie estaba tan contento que me compró mi sapo.
—Pues vaya asco de regalo — rió un chico de Slytherin al que Harry no conocía. —Para darte eso más valía que se hubiera ahorrado el dinero.
Neville se puso muy rojo, pero no parecía tener intenciones de decir nada. Lo mismo no se podía decir de un gran número de Gryffindors que empezaron a soltar improperios contra el Slytherin, algunos de ellos diciéndole exactamente por dónde habría que meterle a él un sapo. Ante el tumulto, McGonagall tuvo que volver a llamar la atención de los estudiantes para que pudiera continuar la lectura.
Desde su cómodo asiento, Harry se preguntaba si algún día terminarían de leer este capítulo.
Al otro lado de Harry, Percy Weasley y Hermione estaban hablando de las clases. («Espero que empiecen en seguida, hay mucho que aprender; yo estoy particularmente interesada en Transformaciones, ya sabes, convertir algo en otra cosa, por supuesto parece ser que es muy difícil. Hay que empezar con cosas pequeñas, como cerillas y todo eso...»)
—Pff, la sabelotodo y el prefecto —bufó Ron por lo bajo, rodando los ojos. —Vuestras conversaciones tienen que ser las más aburridas de la historia.
Hermione lo miró con incredulidad e indignación. Estaba a punto de replicar, hasta que se dio cuenta de que el pelirrojo estaba tratando de ocultar una sonrisa.
—Tu cara…—dijo entre risitas. —Tendrías que haber visto tu cara…
—No ha tenido gracia —bufó Hermione, aunque se la veía aliviada.
—Oh, vamos. He madurado, aunque no te lo creas —dijo Ron con una sonrisa que lo hacía parecer de todo menos maduro. Hermione solo rodó los ojos.
Harry, que comenzaba a sentirse reconfortado y somnoliento, miró otra vez hacia la Mesa Alta. Hagrid bebía copiosamente de su copa. La profesora McGonagall hablaba con el profesor Dumbledore. El profesor Quirrell, con su absurdo turbante,
El trío intercambió miradas que desconcertaron a aquellos que se dieron cuenta de ello.
conversaba con un profesor de grasiento pelo negro, nariz ganchuda y piel cetrina.
Hubo algunas risitas. Harry vio a Canuto mover la cola alegremente.
Todo sucedió muy rápidamente. El profesor de nariz ganchuda miró por encima del turbante de Quirrell, directamente a los ojos de Harry... y un dolor agudo golpeó a Harry en la cicatriz de la frente.
-¿Qué? —ni siquiera supo quién hizo la pregunta. Medio comedor parecía estar mirándole fijamente la cicatriz. Harry se aplastó el flequillo contra la frente antes de hacer una seña hacia el libro, indicando que las respuestas estaban ahí.
—¡Ay! —Harry se llevó una mano a la cabeza.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Percy.
—N-nada.
El dolor desapareció tan súbitamente como había aparecido. Era difícil olvidar la sensación que tuvo Harry cuando el profesor lo miró, una sensación que no le gustó en absoluto.
—Pff, ¿a quién le gustaría sentir dolor? —dijo un Gryffindor de tercer curso, rodando los ojos.
—¿Quién es el que está hablando con el profesor Quirrell? —preguntó a Percy.
—Oh, ¿ya conocías a Quirrell, entonces? No es raro que parezca tan nervioso, ése es el profesor Snape. Su materia es Pociones, pero no le gusta... Todo el mundo sabe que quiere el puesto de Quirrell. Snape sabe muchísimo sobre las Artes Oscuras.
Harry vigiló a Snape durante un rato, pero el profesor no volvió a mirarlo.
Irónicamente, ahora Snape fulminaba a Harry con la mirada.
Por último, también desaparecieron los postres, y el profesor Dumbledore se puso nuevamente de pie. Todo el salón permaneció en silencio.
—Ejem... sólo unas pocas palabras más, ahora que todos hemos comido y bebido. Tengo unos pocos anuncios que haceros para el comienzo del año.
»Los de primer año debéis tener en cuenta que los bosques del área del castillo están prohibidos para todos los alumnos. Y unos pocos de nuestros antiguos alumnos también deberán recordarlo.
Los ojos relucientes de Dumbledore apuntaron en dirección a los gemelos Weasley.
Los gemelos chocaron los cinco. Molly los miraba con el ceño fruncido.
—El señor Filch, el celador, me ha pedido que os recuerde que no debéis hacer magia en los recreos ni en los pasillos.
»Las pruebas de quidditch tendrán lugar en la segunda semana del curso. Los que estén interesados en jugar para los equipos de sus casas, deben ponerse en contacto con la señora Hooch.
»Y por último, quiero deciros que este año el pasillo del tercer piso, del lado derecho, está fuera de los límites permitidos para todos los que no deseen una muerte muy dolorosa.
—¿Qué? —las caras de confusión de todos aquellos alumnos que no habían estado en Hogwarts aquel año no se hicieron esperar.
Harry rió, pero fue uno de los pocos que lo hizo.
—Hombre, mucha gracia no tenía —dijo Dean, mirando a Harry con una ceja levantada.
Harry se encogió de hombros.
—Pensaba que estaba de broma.
—¿Lo decía en serio? —murmuró a Percy.
—Eso creo —dijo Percy, mirando ceñudo a Dumbledore—. Es raro, porque habitualmente nos dice el motivo por el que no podemos ir a algún lugar. Por ejemplo, el bosque está lleno de animales peligrosos, todos lo saben. Creo que, al menos, debió avisarnos a nosotros, los prefectos.
Harry vio a los gemelos rodar los ojos. Se le seguía haciendo raro leer sus conversaciones con Percy.
—¡Y ahora, antes de que vayamos a acostarnos, cantemos la canción del colegio! —exclamó Dumbledore. Harry notó que las sonrisas de los otros profesores se habían vuelto algo forzadas.
Hubo algunas risitas por el comedor. Algunos profesores rodaron los ojos o bufaron, mientras que Dumbledore tenía una pequeña sonrisita en sus labios.
Dumbledore agitó su varita, como si tratara de atrapar una mosca, y una larga tira dorada apareció, se elevó sobre las mesas, se agitó como una serpiente y se transformó en palabras.
—¡Que cada uno elija su melodía favorita! —dijo Dumbledore—. ¡Y allá vamos!
Y todo el colegio vociferó:
—Venga, Alicia, ¡canta esta vez! —volvió a gritar Fred. George y Lee Jordan silbaron y vitorearon mientras Alicia los fulminaba con la mirada a los tres.
—Sube tú y canta si tantas ganas tienes —bufó la chica. A Fred se le iluminaron los ojos.
—Fred, ni se te ocurra —intervino la señora Weasley con rostro severo. —La lectura ya se ha interrumpido demasiadas veces.
—Lo siento, chicos —dijo Fred, dirigiéndose a todo el comedor con rostro serio. —No vais a poder disfrutar de mi dulce voz hoy.
Alicia rodó los ojos, con una sonrisa en los labios. Cuando la gente terminó de leer, se limitó a leer la canción con su tono de voz normal.
Hogwarts, Hogwarts, Hogwarts,
enséñanos algo, por favor.
Para su sorpresa, algunos alumnos de Hufflepuff empezaron a cantar.
Aun que seamos viejos y calvos
o jóvenes con rodillas sucias,
nuestras mentes pueden ser llenadas
con algunas materias interesantes.
Entre risas, más gente de otras casas empezó a cantar también. Poco a poco más gente iba uniéndose.
Porque ahora están vacías y llenas de aire,
pulgas muertas y un poco de pelusa.
Así que enséñanos cosas que valga la pena saber,
haz que recordemos lo que olvidamos,
A este punto, más de la mitad del comedor estaba cantando, dirigidos por Dumbledore, quien hacía florituras con la varita y parecía estar pasándoselo en grande.
hazlo lo mejor que puedas, nosotros haremos el resto,
y aprenderemos hasta que nuestros cerebros se consuman.
El comedor se llenó de risas y aplausos. Algunas personas parecían exasperadas, entre ellas algunos profesores. Harry notó que Snape tenía cara de haber chupado un limón.
Cada uno terminó la canción en tiempos diferentes. Al final, sólo los gemelos Weasley seguían cantando, con la melodía de una lenta marcha fúnebre. Dumbledore los dirigió hasta las últimas palabras, con su varita y, cuando terminaron, fue uno de los que aplaudió con más entusiasmo.
—¡Ah, la música! —dijo, enjugándose los ojos—. ¡Una magia más allá de todo lo que hacemos aquí!
En el presente, Dumbledore asintió vigorosamente, todavía sonriendo.
Y ahora, es hora de ir a la cama. ¡Salid al trote!
Los de primer año de Gryffindor siguieron a Percy a través de grupos bulliciosos, salieron del Gran Comedor y subieron por la escalera de mármol. Las piernas de Harry otra vez parecían de plomo, pero sólo por el exceso de cansancio y comida.
Estaba tan dormido que ni se sorprendió al ver que la gente de los retratos, a lo largo de los pasillos, susurraba y los señalaba al pasar; o cuando Percy en dos oportunidades los hizo pasar por puertas ocultas detrás de paneles corredizos y tapices que colgaban de las paredes. Subieron más escaleras, bostezando y arrastrando los pies y, cuando Harry comenzaba a preguntarse cuánto tiempo más deberían seguir, se detuvieron súbitamente. Unos bastones flotaban en el aire, por encima de ellos, y cuando Percy se acercó comenzaron a caer contra él.
Percy se sonrojó con fiereza, al más puro estilo Weasley.
—Peeves —susurró Percy a los de primer año—. Es un duende, lo que en las películas llaman poltergeist. —Levantó la voz—: Peeves, aparece.
La respuesta fue un ruido fuerte y grosero, como si se desinflara un globo.
Hubo unas risitas. Percy seguía igual de rojo, pero con la cabeza bien alta.
—¿Quieres que vaya a buscar al Barón Sanguinario?
Se produjo un chasquido y un hombrecito, con ojos oscuros y perversos y una boca ancha, apareció, flotando en el aire con las piernas cruzadas y empuñando los bastones.
—¡Oooooh! —dijo, con un maligno cacareo—. ¡Los horribles novatos! ¡Qué divertido!
De pronto se abalanzó sobre ellos. Todos se agacharon.
—Vete, Peeves, o el Barón se enterará de esto. ¡Lo digo en serio! —gritó enfadado Percy
Peeves hizo sonar su lengua y desapareció, dejando caer los bastones sobre la cabeza de Neville.
—Pobrecito —dijo Hannah Abbott. Neville le sonrió.
Lo oyeron alejarse con un zumbido, haciendo resonar las armaduras al pasar.
—Tenéis que tener cuidado con Peeves —dijo Percy, mientras seguían avanzando—. El Barón Sanguinario es el único que puede controlarlo, ni siquiera nos escucha a los prefectos. Ya llegamos.
Percy empezaba a darse cuenta de lo pedante que sonaba cada vez que mencionaba la palabra "prefecto".
Al final del pasillo colgaba un retrato de una mujer muy gorda, con un vestido de seda rosa.
—¿Santo y seña? —preguntó.
—Caput draconis —dijo Percy, y el retrato se balanceó hacia delante y dejó ver un agujero redondo en la pared. Todos se amontonaron para pasar (Neville necesitó ayuda)
Neville hizo una mueca.
—¿Era necesario incluir eso? —murmuró, haciendo que Ron, Dean y Seamus rieran por lo bajo.
y se encontraron en la sala común de Gryffindor; una habitación redonda y acogedora, llena de cómodos sillones.
—La mejor sala común de todas—sonrió un chico de séptimo de Gryffindor. Recibió algunas quejas por parte de las otras casas.
Percy condujo a las niñas a través de una puerta, hacia sus dormitorios, y a los niños por otra puerta. Al final de una escalera de caracol (era evidente que estaban en una de las torres) encontraron, por fin, sus camas, cinco camas con cuatro postes cada una y cortinas de terciopelo rojo oscuro. Sus baúles ya estaban allí. Demasiado cansados para conversar, se pusieron sus pijamas y se metieron en la cama.
—Una comida increíble, ¿no? —murmuró Ron a Harry, a través de las cortinas—. ¡Fuera, Scabbers! Te estás comiendo mis sábanas.
Hubo algunas risas. Ron ni siquiera sonrió.
Harry estaba a punto de preguntar a Ron si le quedaba alguna tarta de melaza, pero se quedó dormido de inmediato.
—¿Aún te cabía algo en el estómago? —preguntó Ginny, incrédula.
—Era la primera vez que probaba la tarta de melaza —respondió Harry, sonriendo. —Me habría comido cincuenta más si hubiera podido.
Tal vez Harry había comido demasiado, porque tuvo un sueño muy extraño. Tenía puesto el turbante del profesor Quirrell, que le hablaba y le decía que debía pasarse a Slytherin de inmediato, porque ése era su destino. Harry contestó al turbante que no quería estar en Slytherin y el turbante se volvió cada vez más pesado. Harry intentó quitárselo, pero le apretaba dolorosamente, y entonces apareció Malfoy, que se burló de él mientras luchaba para quitarse el turbante. Luego Malfoy se convirtió en el profesor de nariz ganchuda, Snape, cuya risa se volvía cada vez más fuerte y fría... Se produjo un estallido de luz verde y Harry se despertó, temblando y empapado en sudor.
—¿Qué demonios? —soltó Ron, mirando a Harry con una ceja arqueada.
—Tienes unos sueños muy raros —comentó Luna con su tono soñador. Era de las pocas personas que no parecía estar anonadada por el sueño de Harry.
—¿El turbante te habló? —murmuró Hermione, de forma que solo Ron y Harry la escucharan. Los tres se miraron.
—No recuerdo ese sueño —respondió Harry en voz muy baja, consciente de que todo el comedor los miraba. —Tiene que ser casualidad…
Hermione frunció el ceño, pensativa. Al ver que Harry no iba a decir nada, Alicia terminó de leer.
Se dio la vuelta y se volvió a dormir. Al día siguiente, cuando se despertó, no recordaba nada de aquel sueño.
—Aquí termina el capítulo —anunció Alicia, aliviada por poder parar de leer. Este capítulo había sido eterno.
—Muy bien —dijo Dumbledore, levantándose. —Creo que podemos leer un capítulo más antes de dejarlo por hoy. Siento que sería conveniente dejar que toda esa nueva información se asiente en nuestras mentes antes de seguir leyendo.
●LA HISTORIA NO ES MÍA, LA PUEDEN ENCONTRAR ORIGINALMENTE EN FANFICTION AUTORA REAL: Luxerii
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