miércoles, 28 de abril de 2021

Leyendo la piedra filosofal, capítulo 4

 El guardián de las llaves:


Dumbledore eligió a una chica de tercero de Hufflepuff, quien se levantó apresuradamente y cogió el libro.

—El siguiente capítulo se llama: "El guardián de las llaves".

Un centenar de miradas cayeron sobre Hagrid, que fue capaz de mantener una perfecta cara de póker. A Harry le dieron ganas de reír, pero se contuvo.

PUM. Llamaron otra vez. Dudley se despertó bruscamente.

¿Dónde está el cañón? —preguntó estúpidamente.

Muchos rodaron los ojos.

Se oyó un crujido detrás de ellos y tío Vernon apareció en la habitación. Llevaba un rifle en las manos: ya sabían lo que contenía el paquete alargado que había llevado.

—¿Tenía un rifle a mano sabiendo que había dos niños en la cabaña? —dijo la señora Pomfrey, quien probablemente estaba pensando en la enorme posibilidad de que ocurriera un accidente.

¿Quién está ahí? —gritó—. ¡Le advierto... estoy armado!

Hubo una pausa. Luego...

¡UN GOLPE VIOLENTO!

La chica de Hufflepuff pegó tal grito que muchos saltaron de la sorpresa.

La puerta fue empujada con tal fuerza que se salió de los goznes y, con un golpe sordo, cayó al sueloUn hombre gigantesco apareció en el umbral. Su rostro estaba prácticamente oculto por una larga maraña de pelo y una barba desaliñada, pero podían verse sus ojos, que brillaban como escarabajos negros bajo aquella pelambrera.

—Definitivamente es Hagrid—dijo una chica de segundo de Ravenclaw. Varios asintieron. Por su parte, Hagrid estaba algo rojo, probablemente por el hecho de que tanta gente lo estuviera mirando.

El gigante se abrió paso doblando la cabeza, que rozaba el techo. Se agachó, cogió la puerta y, sin esfuerzo, la volvió a poner en su lugar.

Algunos estudiantes de primero parecían muy impresionados.

El ruido de la tormenta se apagó un poco. Se volvió para mirarlos.

Podríamos preparar té. No ha sido un viaje fácil...

Muchos rieron.

—Claro, es lo más normal del mundo —dijo Seamus, sonriendo. —Llegas de noche a una cabaña en medio del mar en plena tormenta, tiras la puerta abajo y le exiges a los dueños que te preparen un té.

Las risas aumentaron, mientras Hagrid se ponía aún más rojo.

Se desparramó en el sofá donde Dudley estaba petrificado de miedo.

Levántate, bola de grasa —dijo el desconocido.

Harry no estaba preparado para lo que sucedió entonces. Casi la totalidad del comedor estalló en aplausos, todos alabando a Hagrid por hablarse así a Dudley. Si esto les gustaba, cuando leyeran lo de la cola iban a tirar Hogwarts abajo de la emoción. Mientras tanto, Hagrid sonreía ampliamente.

Dudley se escapó de allí y corrió a esconderse junto a su madre, que estaba agazapada detrás de tío Vernon.

Esta vez nadie llamó cobarde a Dudley, probablemente porque comprendían que el hecho de que un gigante entrara en plena noche en tu casa y te insultara debía ser bastante terrorífico.

¡Ah! ¡Aquí está Harry! —dijo el gigante.

Harry levantó la vista ante el rostro feroz y peludo, y vio que los ojos negros le sonreían.

También le sonreían ahora. Harry le devolvió la sonrisa, sin saber que muchas personas miraban el intercambio con ternura.

La última vez que te vi eras sólo una criatura —dijo el gigante—. Te pareces mucho a tu padre, pero tienes los ojos de tu madre.

—Esa fue la primera vez —dijo Harry, mirando directamente a Hagrid. —Fue la primera vez que alguien me dijo que tengo los ojos de mi madre.

—La primera de muchas —añadió Ron.

—Ya era hora de que alguien te lo dijera —dijo la profesora McGonagall. Muchos asintieron, totalmente de acuerdo.

Tío Vernon dejó escapar un curioso sonido.

¡Le exijo que se vaya enseguida, señor! —dijo—. ¡Esto es allanamiento de morada!

Bah, cierra la boca, Dursley, grandísimo majadero —dijo el gigante. Se estiró, arrebató el rifle a tío Vernon, lo retorció como si fuera de goma y lo arrojó a un rincón de la habitación.

Si antes habían aplaudido con fuerza, ahora parecía que les iba la vida en ello. Harry estaba seguro que la oleada de aplausos que siguió a ese fragmento se escuchó hasta en la torre de astronomía.

—¡Así se habla, Hagrid! —gritó Fred entre todo el ruido.

—¡Ese es nuestro Hagrid!

—¡Acaba con ese imbécil!

Se escuchaban voces de todas direcciones.

—¡SILENCIO! —gritó la chica de Hufflepuff que estaba leyendo, haciendo que todos se calmaran un poco.

Tío Vernon hizo otro ruido extraño, como si hubieran aplastado a un ratón.

—Que se aguante—dijo Dean sonriente.

De todos modos, Harry —dijo el gigante, dando la espalda a los Dursley—, te deseo un muy feliz cumpleaños. Tengo algo aquí. Tal vez lo he aplastado un poco, pero tiene buen sabor.

Del bolsillo interior de su abrigo negro sacó una caja algo aplastada. Harry la abrió con dedos temblorosos. En el interior había un gran pastel de chocolate pegajoso, con «Feliz Cumpleaños, Harry» escrito en verde.

La gran mayoría de personas comprendió que ese había sido el primer regalo de cumpleaños real que Harry Potter había recibido. Muchos sonrieron a Hagrid por dárselo.

Harry miró al gigante. Iba a darle las gracias, pero las palabras se perdieron en su garganta y, en lugar de eso, dijo:

¿Quién es usted?

—Vaya modales —se quejó Hermione, aunque también sonreía.

—Lo siento —se disculpó Harry, mirando directamente a Hagrid. —Es que estaba demasiado sorprendido.

Hagrid solo rió. Obviamente no le había molestado que Harry no le hubiera dado las gracias como debía.

El gigante rió entre dientes.

Es cierto, no me he presentado. Rubeus Hagrid, Guardián de las Llaves y Terrenos de Hogwarts.

Muchos alumnos, sobre todo en la mesa de Gryffindor, aplaudieron al semi-gigante.

Extendió una mano gigantesca y sacudió todo el brazo de Harry

¿Qué tal ese té, entonces? —dijo, frotándose las manos—. Pero no diría que no si tienen algo más fuerte.

Algunos profesores lanzaron miradas reprobatorias en dirección a Hagrid, quien las ignoró totalmente.

Sus ojos se clavaron en el hogar apagado, con las bolsas de patatas fritas arrugadas, y dejó escapar una risa despectiva. Se inclinó ante la chimenea. Los demás no podían ver qué estaba haciendo, pero cuando un momento después se dio la vuelta, había un fuego encendido, que inundó de luz toda la húmeda cabaña. Harry sintió que el calor lo cubría como si estuviera metido en un baño caliente.

—Eso es un delito —dijo Umbridge de forma triunfal. A Harry casi se le había olvidado que ella y el ministro seguían ahí. —Usted no tiene permiso para realizar magia debido a su expulsión del colegio. Es más, ni siquiera debería tener una varita con qué hacerlo.

Hagrid no dijo nada, sabiendo que la mujer tenía razón, pero que Hagrid no dijera nada no significaba que nadie más fuera a hacerlo. Los gritos de muchos alumnos indignados fueron prueba de ello.

—Profesora Umbridge —Harry se forzó a llamarla profesora. —Hagrid fue expulsado por un crimen que no cometió.

—Eso es mentira —dijo la profesora henchida de rabia. Harry sabía que estaba tentando su suerte al cabrear tanto a Umbridge, pero confiaba en que la lectura respaldara sus opiniones y demostrara lo horrible que era esa mujer.

—En el siguiente libro se demostrará que es cierto —contestó Harry simplemente, mirándola a los ojos con frialdad.

Tras el intercambio, el buen humor del comedor se había disipado un poco. La Hufflepuff siguió leyendo.

El gigante volvió a sentarse en el sofá, que se hundió bajo su peso, y comenzó a sacar toda clase de cosas de los bolsillos de su abrigo: una cazuela de cobre, un paquete de salchichas, un atizador, una tetera, varias tazas agrietadas y una botella de un liquido color ámbar, de la que tomó un trago antes de empezar a preparar el té.

Muy pronto, la cabaña estaba llena del aroma de las salchichas calientes.

A muchos se les puso cara de hambre.

Nadie dijo una palabra mientras el gigante trabajaba, pero cuando sacó las primeras seis salchichas jugosas y calientes, Dudley comenzó a impacientarse.

—Espero que no le dieras nada a ese idiota, Hagrid —dijo Fred con una mueca.

—Sí, definitivamente lo que necesita no es más comida —corroboró Lee Jordan.

Tío Vernon dijo en tono cortante:

No toques nada que él te dé, Dudley.

El gigante lanzó una risa sombría.

Ese gordo pastel que es su hijo no necesita engordar más, Dursley, no se preocupe.

Las sonrisas de los gemelos y de Lee se ensancharon notablemente, al igual que la de Hagrid, quien parecía muy satisfecho de sí mismo.

Le sirvió las salchichas a Harry, el cual estaba tan hambriento que pensó que nunca había probado algo tan maravilloso,

Las miradas de pena y de ternura volvieron a caer sobre él. Por el rabillo del ojo, vio como Molly le decía "Gracias" a Hagrid, moviendo los labios pero sin dejar salir ningún sonido. Hagrid pareció entenderlo, porque asintió con orgullo mientras miraba fijamente a la señora Weasley.

pero todavía no podía quitarle los ojos de encima al gigante. Por último, como nadie parecía dispuesto a explicar nada, dijo:

Lo siento, pero todavía sigo sin saber quién es usted.

El gigante tomó un sorbo de té y se secó la boca con el dorso de la mano.

Llámame Hagrid —contesto—. Todos lo hacen. Y como te dije, soy el guardián de las llaves de Hogwarts. Ya lo sabrás todo sobre Hogwarts, por supuesto.

Pues... yo no... —dijo Harry. Hagrid parecía impresionado.

—Normal que lo estuviera—resopló Hagrid. Muchos asintieron.

Lo lamento —dijo rápidamente Harry.

¿Lo lamento? —preguntó Hagrid, volviéndose a mirar a los Dursley, que retrocedieron hasta quedar ocultos por las sombras—. ¡Ellos son los que tienen que disculparse!

—¡Así se habla! —dijeron algunos alumnos a los que Harry no conocía. Se le hacía muy raro saber que tanta gente desconocida estaba leyendo su vida, que tantos iban a conocerle cuando él no sabía nada de ellos.

Sabía que no estabas recibiendo las cartas, pero nunca pensé que no supieras nada de Hogwarts. ¿Nunca te preguntaste dónde lo habían aprendido todo tus padres?

¿El qué? —preguntó Harry

¿EL QUÉ? —bramó Hagrid—. ¡Espera un segundo!

Se puso de pie de un salto. En su furia parecía llenar toda la habitación. Los Dursley estaban agazapados contra la pared.

—Esto pinta bien—murmuró Seamus con una sonrisa malvada. En realidad, muchos estudiantes tenían esa misma expresión, ansiosos por ver a los Dursley siendo puestos en su lugar.

¿Me van a decir —rugió a los Dursley— que este muchacho, ¡este muchacho!, no sabe nada... sobre NADA?

Harry tenía que admitir que la Hufflepuff le ponía empeño a la lectura, gritando e imitando el tono enfadado que Hagrid había usado.

Harry pensó que aquello iba demasiado lejos. Después de todo, había ido al colegio y sus notas no eran tan malas.

Se escucharon risas. Harry se sonrojó.

Yo sé algunas cosas —dijo—. Puedo hacer cuentas y todo eso.

Pero Hagrid simplemente agito la mano.

Me refiero a nuestro mundo. Tu mundo. Mi mundo. El mundo de tus padres.

¿Qué mundo?

—Vamos, díselo —murmuró Colin Creevey. Parecía muy emocionado. Al ver que Harry lo miraba, se encogió de hombros y dijo: —Fue muy emocionante cuando a mí me dijeron que era un mago. Quiero ver cómo te lo tomaste tú.

Harry pensó en cómo había sido su reacción e hizo una mueca.

Hagrid lo miró como si fuera a estallar.

¡DURSLEY! —bramó.

—¡Acaba con él!

—¡A por él, Hagrid!

Los gritos de ánimo volvieron en toda su intensidad, incluso los de la mesa de Slytherin parecían desear que los Dursley lo pasaran mal. Parecía que había algo en lo que todos los alumnos estaban de acuerdo: querían ver a Vernon Dursley sufrir.

Tío Vernon, que estaba muy pálido, susurró algo que sonaba como mimblewimble.

Esta vez, nadie se molestó siquiera en llamarlo cobarde. Era demasiado obvio para todos que lo era.

Hagrid, enfurecido, contempló a Harry.

Pero tú tienes que saber algo sobre tu madre y tu padre —dijo—. Quiero decir, ellos son famosos. Tú eres famoso.

¿Cómo? ¿Mi madre y mi padre... eran famosos? ¿En serio?

—Es irónico —dijo Hannah desde la mesa de Hufflepuff —que todos nosotros creciéramos escuchando tu nombre y sabiendo lo que hiciste, y que todo ese tiempo tú no supieras nada de ello. Debió ser todo un shock enterarte de lo que pasó.

—La verdad es que al principio no me lo creí —admitió Harry, sorprendiendo a algunos. —No creí que pudiera ser un mago o que mis padres fueran famosos. Y luego descubrir por qué eran famosos…

Muchas personas parecieron tristes e incómodas cuando Harry no terminó la frase.

—Fue todo un shock, como has dicho —le sonrió a la chica, quien le sonrió de vuelta con dulzura. Había algo en Hannah que hacía que Harry no hubiera podido ignorarla como a los demás. La chica era tan dulce y preguntaba con tanta curiosidad real, sin maldad ninguna ni ganas de cotillear, que Harry no se sentía capaz de ignorarla cada vez que hablaba. Quizá era por su cara redonda y amable, pero le recordaba mucho a Neville. Harry se sorprendió pensando que la chica haría muy buena pareja con su amigo. Sin embargo, antes de que ese pensamiento pudiera ir más allá, la cara de Luna apareció en su mente de forma automática. Luna también haría buena pareja con Neville… incluso mejor que Hannah….

Se sobresaltó al darse cuenta de que, inconscientemente, le estaba buscando pareja a Neville. Inmediatamente se centró de nuevo en la lectura, intentando olvidar todo lo que acababa de pensar. ¡Él no era la celestina de nadie!

No sabías... no sabías... —Hagrid se pasó los dedos por el pelo, clavándole una mirada de asombro—. ¿De verdad no sabes lo que ellos eran? —dijo por último.

De pronto, tío Vernon recuperó la voz

¡Deténgase! —ordenó—. ¡Deténgase ahora mismo, señor! ¡Le prohíbo que le diga nada al muchacho!

—¿No se da cuenta de que ocultárselo más tiempo solo traería problemas? —se quejó la profesora Sprout. —Todos los niños necesitan aprender a controlar su magia. Si no lo hacen, las consecuencias pueden ser catastróficas.

Muchos profesores asintieron, incluso Snape.

Un hombre más valiente que Vernon Dursley se habría acobardado ante la mirada furiosa que le dirigió Hagrid. Cuando éste habló, temblaba de rabia.

¿No se lo ha dicho? ¿No le ha hablado sobre el contenido de la carta que Dumbledore le dejó? ¡Yo estaba allí! ¡Vi que Dumbledore la dejaba, Dursley! ¿Y se la ha ocultado durante todos estos años?

¿Qué es lo que me han ocultado? —dijo Harry en tono anhelante.

¡DETÉNGASE! ¡SE LO PROHÍBO! —rugió tío Vernon aterrado.

Todo el comedor estaba ansioso por escuchar este momento. El hecho de que la Hufflepuff leyera con tanta pasión (y tantos gritos) hacía que la lectura fuera aún más interesante. Harry pensó que, de ser muggle, la chica habría podido trabajar como dobladora de dibujos animados o películas extranjeras. O quizá haciendo teatro.

Tía Petunia dejó escapar un gemido de horror.

Voy a romperles la cabeza —dijo Hagrid—.

—¡Hazlo! —gritaron muchos, emocionados.

Harry debes saber que eres un mago.

—¡Al fin! —gritó Dean, pero él no fue el único. Se escucharon gritos de júbilo y aplausos de muchos estudiantes. Harry no pudo evitar sonreír.

Se produjo un silencio en la cabaña. Sólo podía oírse el mar y el silbido del viento.

¿Que soy qué? —dijo Harry con voz entrecortada.

—Oh, que adorable —dijo una chica de séptimo de Gryffindor con una risita.

Un mago —respondió Hagrid, sentándose otra vez en el sofá, que crujió y se hundió—. Y muy bueno, debo añadir, en cuanto te hayas entrenado un poco. Con unos padres como los tuyos ¿qué otra cosa podías ser? Y creo que ya es hora de que leas la carta.

Hubo muchos suspiros de alivio a lo largo del comedor. Sabían que ya no había escapatoria: Harry leería la carta y al fin entraría al mundo mágico.

Harry extendió la mano para coger, finalmente, el sobre amarillento, dirigido, con tinta verde esmeralda al «Señor H. Potter, El Suelo de la Cabaña en la Roca, El Mar».

Algunos no pudieron evitar soltar una risita al ver la dirección de la carta. Otros hicieron muecas, recordando lo desagradable del sitio.

Sacó la carta y leyó:

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA

Director: Albus Dumbledore

(Orden de Merlín, Primera Clase,

Gran Hechicero, Jefe de Magos,

Jefe Supremo, Confederación Internacional de Magos).

—Cuántos títulos —dijo Ron por lo bajo.

—Bueno, es Dumbledore —dijo Harry encogiéndose de hombros. —Lo raro es que no tenga más.

Querido señor Potter:

Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.

Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio.

Muy cordialmente,

Minerva McGonagall

Directora adjunta

Las preguntas estallaban en la cabeza de Harry como fuegos artificiales, y no sabía cuál era la primera. Después de unos minutos, tartamudeó:

¿Qué quiere decir eso de que esperan mi lechuza?

Se escucharon risas.

—¿En serio, Harry? —preguntó Hermione, incrédula. —Con la cantidad de cosas que podías preguntar, ¿vas y preguntas eso?

—¿Por qué te sorprende? —dijo Harry. —Un gigante me acababa de decir que era un mago. Lo raro es que pudiera hablar.

Ron se echó a reír mientras Hermione negaba con la cabeza, divertida.

Gorgonas galopantes, ahora me acuerdo —dijo Hagrid, golpeándose la frente con tanta fuerza como para derribar un caballo. De otro bolsillo sacó una lechuza (una lechuza de verdad, viva y con las plumas algo erizadas),

—¡Hagrid! ¡Eso es una crueldad! —se quejó Hermione.

—En realidad, Hermione, no lo es —contestó Hagrid con una sonrisa. —Estando en un clima tan frío, las lechuzas estaban mucho mejor en mi bolsillo que en el aire. Además, los bolsillos tenían encantamientos protectores, de ensanchamiento y de acolchado para que estuvieran lo más cómodas posible.

—Más magia ilegal—saltó Umbridge, triunfante. Harry pensó que, si las miradas mataran (las humanas, los basiliscos no cuentan), la que él le acababa de echar a la profesora la habría fulminado en un instante.

una gran pluma y un rollo de pergamino. Con la lengua entre los dientes, escribió una nota que Harry pudo leer al revés.

—Cotilla—se rió Ginny. Harry no pudo evitar reírse también al darse cuenta de que, efectivamente, estaba leyendo correspondencia ajena sin permiso.

Querido señor Dumbledore:

Entregué a Harry su carta. Lo llevo mañana a comprar sus cosas.

El tiempo es horrible. Espero que usted esté bien.

Hagrid

Hagrid enrolló la nota y se la dio a la lechuza, que la cogió con el pico. Después fue hasta la puerta y lanzó a la lechuza en la tormenta.

Hermione volvió a quejarse, pero esta vez en voz tan baja que solo Ron y Harry la escucharon. Ahora la chica comprendía lo que decía Hagrid de que las lechuzas estaban mejor en su bolsillo.

Entonces volvió y se sentó, como si aquello fuera tan normal como hablar por teléfono.

—Lo es— dijo Padma Patil. —Lo que no es normal es usar esos objetos con agujeros y cables para hablar con alguien.

—Los teléfonos son más rápidos que las lechuzas — replicó Dennis Creevey. —Aunque las lechuzas molan mucho más. A un teléfono no lo puedes tener de mascota, y tampoco pueden volar ni nada.

Por un momento, Harry imaginó un teléfono móvil con alas y pico trayéndole la correspondencia. Soltó una risotada y volvió a centrarse en la lectura, dejando desconcertados a todos a su alrededor.

Harry se dio cuenta de que tenía la boca abierta y la cerró rápidamente.

Se escucharon más risitas.

¿Por dónde iba? —dijo Hagrid. Pero en aquel momento tío Vernon, todavía con el rostro color ceniza, pero muy enfadado, se acercó a la chimenea.

Él no irá —dijo.

Hagrid gruñó.

En el Gran Comedor, Hagrid también gruñó. Solo recordar aquel momento hacía que se enfadara. Sirius también estaba inquieto y parecía que su mayor deseo en ese momento era morder a Vernon Dursley de la forma más dolorosa posible.

Me gustaría ver a un gran muggle como usted deteniéndolo a él —dijo.

¿Un qué? —preguntó interesado Harry.

Un muggle —respondió Hagrid—. Es como llamamos a la gente «no-mágica» como ellos. Y tuviste la mala suerte de crecer en una familia de los más grandes muggles que haya visto.

—Hagrid —dijo de pronto Harry, haciendo que todos se giraran. —Gracias.

—¿Por qué? —preguntó el guardabosques, confundido.

—Por enseñarme la palabra muggle —respondió Harry simplemente. Como no ofreció más explicaciones, todos volvieron a centrarse en la lectura, sin entender muy bien lo que acababa de pasar.

Cuando lo adoptamos, juramos que íbamos a detener toda esa porquería —dijo tío Vernon—. ¡Juramos que la íbamos a sacar de él! ¡Un mago, ni más ni menos!

—¡Sacarlo de él! —exclamó Tonks, indignada. A los pies de Harry, Canuto soltaba pequeños y profundos gruñidos.

¿Vosotros lo sabíais? —preguntó Harry—. ¿Vosotros sabíais que yo era... un mago?

¡Saber! —chilló de pronto tía Petunia—. ¡Saber! ¡Por supuesto que lo sabíamos! ¿Cómo no ibas a serlo, siendo lo que era mi condenada hermana?

El comedor al completo contuvo la respiración, solo se escucharon jadeos de indignación y los gruñidos de Sirius, que aumentaron en volumen.

Oh, ella recibió una carta como ésta de ese... ese colegio, y desapareció, y volvía a casa para las vacaciones con los bolsillos llenos de ranas, y convertía las tazas de té en ratas. Yo era la única que la veía tal como era: ¡una monstruosidad! Pero para mi madre y mi padre, oh no, para ellos era «Lily hizo esto» y «Lily hizo esto otro». ¡Estaban orgullosos de tener una bruja en la familia!

—¿Cómo se atreve? ¡Debería estar orgullosa! ¡Lily Potter era una de las alumnas más brillantes que ha pisado Hogwarts! — para sorpresa de Harry, era la profesora McGonagall quien había gritado. No recordaba haberla visto tan enfadada desde el día de primero en el que los pilló a él, Ron, Hermione, Neville y Malfoy deambulando por los pasillos de noche.

—¡Envidia! ¡Eso es lo que tiene! —gritó Flitwick, saltando en su asiento. Canuto empezó a ladrar con rabia y Harry trató de calmarlo con unas palmaditas, sin éxito. Por su parte, Remus estaba blanco de ira.

Se detuvo para respirar profundamente y luego continuó. Parecía que hacía años que deseaba decir todo aquello.

—Llevaba años guardando ese rencor, dejando que la pudriera por dentro — siseó Snape, mirando al libro con tanto odio que Harry no sabía cómo interpretarlo.

Luego conoció a ese Potter en el colegio y se fueron y se casaron y te tuvieron a ti, y por supuesto que yo sabía que ibas a ser igual, igual de raro, un... un anormal.

—¿A quién llamas anormal, pedazo de estúpida? —gritó Ron, indignado y enfadado. Hermione parecía echar chispas de la rabia. Pero el que más preocupaba a Harry era Sirius, quien no paraba de ladrar y no parecía poder quedarse quieto. Muchos lo estaban mirando, probablemente preocupados de que el perro fuera a morder a alguien otra vez, y otros preguntándose por qué el perro reaccionaba de esa manera.

¡Y luego, como si no fuera poco, hubo esa explosión y nosotros tuvimos que quedarnos contigo!

Los gruñidos y ladridos de Canuto se hicieron tan fuertes que Harry ya no sabía qué hacer para calmarlo.

Harry se había puesto muy pálido. Tan pronto como recuperó la voz, preguntó:

¿Explosión? ¡Me dijisteis que habían muerto en un accidente de coche!

¿ACCIDENTE DE COCHE? —rugió Hagrid dando un salto, tan enfadado que los Dursley volvieron al rincón—. ¿Cómo iban a poder morir Lily y James Potter en un accidente de coche? ¡Eso es un ultraje! ¡Un escándalo! ¡Que Harry Potter no conozca su propia historia, cuando cada chico de nuestro mundo conoce su nombre!

Canuto bufó, haciendo que algunos de los que lo miraban se sobresaltaran.

—Cálmate —dijo Harry, rodando los ojos.

Pero ¿por qué? ¿Qué sucedió? —preguntó Harry con tono de apremio.

La furia se desvaneció del rostro de Hagrid. De pronto parecía nervioso.

Nunca habría esperado algo así —dijo en voz baja y con aire preocupado—. No tenía ni idea. Cuando Dumbledore me dijo que podía tener problemas para llegar a ti, no sabía que sería hasta este punto.

—Es que, ¿quién habría imaginado que costaría tanto entregar una simple carta? Es de locos —se quejó Hermione.

Ah, Harry, no sé si soy la persona apropiada para decírtelo, pero alguien debe hacerlo. No puedes ir a Hogwarts sin saberlo.

Lanzó una mirada despectiva a los Dursley.

Bueno, es mejor que sepas todo lo que yo puedo decirte... porque no puedo decírtelo todo. Es un gran misterio, al menos una parte...

Harry notó cómo muchos alumnos se inclinaban adelante en sus asientos, ansiosos por saber más sobre la noche en la que los Potter murieron.

Se sentó, miró fijamente al fuego durante unos instantes, y luego continuó.

Comienza, supongo, con... con una persona llamada... pero es increíble que no sepas su nombre, todos en nuestro mundo lo saben...

¿Quién?

A pesar de que todos sabían quién era, había cierta tensión en el ambiente.

Bueno... no me gusta decir el nombre si puedo evitarlo. Nadie lo dice.

¿Por qué no?

Gárgolas galopantes, Harry, la gente todavía tiene miedo. Vaya, esto es difícil.

Muchos le lanzaron miradas de compasión y comprensión a Hagrid, quien les respondió con una sonrisa.

Mira, estaba ese mago que se volvió... malo.

—Pfff, sí, creo que esa palabra lo define: malo —dijo Fred con una sonrisita. Hagrid se sonrojó.

Tan malo como te puedas imaginar. Peor. Peor que peor.

—Eso está mejor —dijo George mientras Fred asentía, todavía sonriendo.

Su nombre era...

Hagrid tragó, pero no le salía la voz.

¿Quiere escribirlo? —sugirió Harry.

No... no sé cómo se escribe. Está bien... Voldemort. —Hagrid se estremeció—.

En el comedor, la mayoría también se estremeció. Harry rodó los ojos.

No me lo hagas repetir. De todos modos, este... este mago, hace unos veinte años, comenzó a buscar seguidores. Y los consiguió. Algunos porque le tenían miedo, otros sólo querían un poco de su poder, porque él iba consiguiendo poder. Eran días negros, Harry.

Los que habían vivido durante la primera guerra bajaron sus miradas en recuerdo de aquellos años terribles. Molly estaba extremadamente pálida, recordando a sus hermanos y cómo acabaron. El señor Weasley trataba de darle ánimos tomándole la mano y acariciándola, pero ella seguía igual de blanca.

No se sabía en quién confiar, uno no se animaba a hacerse amigo de magos o brujas desconocidos... Sucedían cosas terribles. Él se estaba apoderando de todo. Por supuesto, algunos se le opusieron y él los mató.

"O peor", pensó Neville, aunque nadie podía saberlo. El chico estaba intentando con todas sus fuerzas poner una expresión impasible para que nadie se diera cuenta de lo que sentía, pero suponía, por la mirada de preocupación que le estaba echando Harry, que no estaba funcionando. Neville le sonrió, tratando de aparentar normalidad, pero Harry no se lo creyó ni por un momento. Sabía que Neville estaba sufriendo al leer esta parte del libro.

Horrible. Uno de los pocos lugares seguros era Hogwarts. Hay que considerar que Dumbledore era el único al que Quien-tú-sabes temía. No se atrevía a apoderarse del colegio, no entonces, al menos.

—Esperemos que nunca se atreva—murmuró Lupin.

»Ahora bien, tu madre y tú padre eran la mejor bruja y el mejor mago que yo he conocido nunca.

Harry sonrió con orgullo.

—Eran realmente brillantes, los dos —habló el profesor Flitwick. El ambiente del comedor era de seriedad y respeto.

¡En su época de Hogwarts eran los primeros! Supongo que el misterio es por qué Quien-tú-sabes nunca había tratado de ponerlos de su parte...

—Pfff, como si ellos se hubieran pasado al lado de Voldemort—bufó Moody. —Ni todo el oro del mundo podría haber conseguido que se pusieran de parte de ese loco.

Probablemente sabía que estaban demasiado cerca de Dumbledore para querer tener algo que ver con el Lado Oscuro. Tal vez pensó que podía persuadirlos... O quizá simplemente quería quitarlos de en medio. Lo que todos saben es que él apareció en el pueblo donde vosotros vivíais, el día de Halloween, hace diez años. Tú tenías un año. Él fue a vuestra casa y... y...

Las miradas de pena y compasión cayeron sobre Harry como un cubo de agua fría. Trató de ignorarlas todas y parecer impasible, pero algo debía estar fallando en su máscara, porque Ron le dio unas palmaditas amistosas en la espalda y Hermione volvió a tomarle la mano.

De pronto, Hagrid sacó un pañuelo muy sucio y se sonó la nariz con un sonido como el de una corneta.

Lo siento —dijo—. Pero es tan triste... pensar que tu madre y tu padre, la mejor gente del mundo que podrías encontrar...

La incomodidad en el comedor era casi tangible. Nadie sabía qué decir o hacer y la mayoría no podían dejar de mirar a Harry, quien solo quería que pararan de hacerlo.

»Quien-tú-sabes los mató. Y entonces... y ése es el verdadero misterio del asunto... también trató de matarte a ti.

Todos los que estaban centrados en Harry volvieron a centrarse en la lectura, intrigados por saber lo que sucedió esa noche. ¿Por qué sobrevivió Harry?

Supongo que quería hacer un trabajo limpio, o tal vez, para entonces, disfrutaba matando. Pero no pudo hacerlo. ¿Nunca te preguntaste cómo te hiciste esa marca en la frente? No es un corte común. Sucedió cuando una poderosa maldición diabólica te tocó.

Harry se tapó la cicatriz con el flequillo de forma automática, y menos mal que lo hizo, porque muchas miradas se acababan de dirigir hacia su frente.

Fue la que terminó con tu madre, tu padre y la casa, pero no funcionó contigo, y por eso eres famoso, Harry. Nadie a quien él hubiera decidido matar sobrevivió, nadie excepto tú,

En ese momento, Harry captó algo nuevo en la mirada de los demás: un respeto que no recordaba haber visto antes en sus ojos.

y eso que acabó con algunas de las mejores brujas y de los mejores magos de la época (los McKinnons, los Bones, los Prewetts...) y tú eras muy pequeño. Pero sobreviviste.

—¿Cómo sobrevivió, exactamente? —preguntó Umbridge con esa vocecita aguda que ponía de los nervios a Harry.

—No haga preguntas estúpidas —gruñó la profesora McGonagall. Algunos sonrieron.

Algo muy doloroso estaba sucediendo en la mente de Harry. Mientras Hagrid iba terminando la historia, vio otra vez la cegadora luz verde con más claridad de lo que la había recordado antes y, por primera vez en su vida, se acordó de algo más, de una risa cruel, aguda y fría.

—¿Recuerdas eso? —gimió Hermione, escandalizada.

—¿Cómo puedes recordar algo así? —preguntó Ron, quien también parecía muy sorprendido y triste, algo que sorprendió a Harry.

—No lo sé, solo me acuerdo —Harry se encogió de hombros, tratando de quitarle importancia al asunto. No le agradaba la forma en la que todos volvían a mirarlo con pena.

—No es justo —escuchó que la señora Weasley le susurraba a su marido. Por su voz, parecía que estaba conteniendo las lágrimas. —No basta con que haya vivido ese momento siendo un bebé, sino que encima tiene que recordarlo. Recuerda su risa. Es demasiado horrible, ¿cómo puede ser tan buen chico teniendo recuerdos así?

Harry decidió que lo mejor era continuar con su táctica de parecer impasible, ya que tratar de quitarle hierro al asunto no parecía ayudar mucho.

Hagrid lo miraba con tristeza.

Yo mismo te saqué de la casa en ruinas, por orden de Dumbledore. Y te llevé con esta gente...

Tonterías —dijo tío Vernon.

—Se me había olvidado que tus tíos seguían ahí —confesó Ron.

Harry dio un respingo. Casi había olvidado que los Dursley estaban allí.

Los dos amigos se sonrieron. Hermione también los miró con una sonrisa. Soltó en ese momento la mano de Harry, que todavía sostenía. El chico le agradeció su apoyo con la mirada.

Tío Vernon parecía haber recuperado su valor. Miraba con rabia a Hagrid y tenía los puños cerrados.

Ahora escucha esto, chico —gruñó—: acepto que haya algo extraño acerca de ti, probablemente nada que unos buenos golpes no curen.

—¿Cómo puede ser tan cruel? —chilló Molly.

Y todo eso sobre tus padres... Bien, eran raros, no lo niego y, en mi opinión, el mundo está mejor sin ellos...

—¡Será imbécil! —gritó, para sorpresa de Harry, el profesor Lupin. Si bien siempre había sido el más calmado de los merodeadores (Harry deliberadamente ignoró que Pettigrew era un merodeador), eso no significaba que no pudiera ser tan impulsivo como los otros.

A Harry le hizo gracia notar que muchos alumnos miraban a Lupin con los ojos muy abiertos, sorprendidos de que el profesor, a quien recordaban siempre sereno y tranquilo, hubiera exclamado algo así. Lupin pareció no darse cuenta.

Recibieron lo que buscaban, al mezclarse con esos brujos... Es lo que yo esperaba: siempre supe que iban a terminar mal...

—Tú sí que vas a terminar mal— gruñó George.

—Qué ganas de pegarle una patada en la boca —dijo Dean al mismo tiempo.

Pero en aquel momento Hagrid se levantó del sofá y sacó de su abrigo un paraguas rosado. Apuntando a tío Vernon, como con una espada, dijo:

Le prevengo, Dursley, le estoy avisando, una palabra más y...

—¡Hazlo!

—¡Enséñale lo que es bueno, Hagrid!

Eran los gemelos los que habían gritado.

—Por favor, dime que lo hiciste —le pidió Lee a Hagrid, quien simplemente le sonrió de forma enigmática.

—Yo apuesto a que sí que le hizo algo a Dursley— dijo Fred, mirando a su gemelo y a Lee e incitándoles con la mirada a que apostaran.

—Pues yo apuesto que no necesitó hacer nada. Seguro que ese imbécil se lo hizo en los pantalones sin que Hagrid tuviera que mover un dedo —dijo Lee con una sonrisa vindicativa.

—Pues yo digo que Hagrid hizo magia, pero que salió mal —dijo George, aunque automáticamente miró a Hagrid como pidiendo disculpas. —No es por nada, Hagrid, pero es que tu varita está rota…

Hagrid solo rió y no quiso decir nada sobre lo que sucedió esa noche.

Ante el peligro de ser alanceado por la punta de un paraguas empuñado por un gigante barbudo,

Hubo risas en el comedor.

el valor de tío Vernon desapareció otra vez.

—Pff, como no —dijo Seamus rodando los ojos.

Se aplastó contra la pared y permaneció en silencio.

Así está mejor —dijo Hagrid, respirando con dificultad y sentándose otra vez en el sofá, que aquella vez se aplastó hasta el suelo.

Harry, entre tanto, todavía tenía preguntas que hacer, cientos de ellas.

Pero ¿qué sucedió con Vol... perdón, quiero decir con Quien-usted-sabe?

—Murió—dijo el ministro automáticamente, aunque segundos después se llevó la mano a la boca al ver la cantidad de miradas asesinas que se dirigieron hacia él.

—Si cree usted que murió, ¿qué hace leyendo estos libros? —dijo la profesora McGonagall con fiereza. A Harry le sorprendió mucho escucharla hablar al ministro en ese tono.

—¿Ha olvidado usted nuestra conversación en el ministerio, Cornelius? —preguntó Dumbledore calmadamente. El ministro solo suspiró. Estaba claro para todos que el hombre estaba teniendo problemas para asimilar lo mucho que había cambiado la situación en solo un par de días.

Buena pregunta, Harry. Desapareció. Se desvaneció. La misma noche que trató de matarte. Eso te hizo aún más famoso. Ése es el mayor misterio, sabes... Se estaba volviendo más y más poderoso... ¿Por qué se fue?

»Algunos dicen que murió. No creo que le quede lo suficiente de humano para morir.

Dumbledore no pudo evitar asentir para sí mismo, pensando en lo cierta que era esa afirmación.

Otros dicen que todavía está por ahí, esperando el momento, pero no lo creo. La gente que estaba de su lado volvió con nosotros. Algunos salieron como de un trance. No creen que pudieran volver a hacerlo si él regresara.

—Muchos de ellos son más que capaces de hacerlo de nuevo—dijo Harry con seriedad. Su mirada se dirigió directamente a Malfoy, quien devolvió la mirada, desafiante.

»La mayor parte de nosotros cree que todavía está en alguna parte, pero que perdió sus poderes. Que está demasiado débil para seguir adelante.

Harry no pudo evitar recordar lo que Voldemort era antes de recobrar su cuerpo: esa cosa que había echado Colagusano al caldero, esa cosa que Harry había visto en pesadillas. Le dio un escalofrío, pero afortunadamente nadie lo notó.

Porque algo relacionado contigo, Harry, acabó con él. Algo sucedió aquella noche que él no contaba con que sucedería, no sé qué fue, nadie lo sabe... Pero algo relacionado contigo lo confundió.

Hagrid miró a Harry con afecto y respeto, pero Harry, en lugar de sentirse complacido y orgulloso, estaba casi seguro de que había una terrible equivocación.

—¿Cómo? —preguntó Dean, perplejo. Harry vio cómo Hannah lo miraba con comprensión, recordando lo que le había dicho antes.

¿Un mago? ¿Él? ¿Cómo era posible? Había estado toda la vida bajo los golpes de Dudley y el miedo que le inspiraban tía Petunia y tío Vernon. Si realmente era un mago, ¿por qué no los había convertido en sapos llenos de verrugas cada vez que lo encerraban en la alacena?

—Eso habría estado bien —rió Harry.

Si alguna vez derrotó al más grande brujo del mundo, ¿cómo es que Dudley siempre podía pegarle patadas como si fuera una pelota?

Hagrid —dijo con calma—, creo que está equivocado. No creo que yo pueda ser un mago.

—Menuda chorrada —dijo Tonks rodando los ojos, pero con una sonrisa.

Para su sorpresa, Hagrid se rió entre dientes.

No eres un mago, ¿eh? ¿Nunca haces que sucedan cosas cuando estás asustado o enfadado?

—No, solo echarle encima una asquerosa serpiente a tu primo —rió Ron. Harry no pudo evitar reír con él.

Harry contempló el fuego. Si pensaba en ello... todas las cosas raras que habían hecho que sus tíos se enfadaran con él, habían sucedido cuando él, Harry, estaba molesto o enfadado: perseguido por la banda de Dudley, de golpe se había encontrado fuera de su alcance; temeroso de ir al colegio con aquel ridículo corte de pelo, éste le había crecido de nuevo y, la última vez que Dudley le pegó, ¿no se vengó de él, aunque sin darse cuenta de que lo estaba haciendo? ¿No le había soltado encima la boa constrictor?

—Eso fue muy épico —dijo Neville con cara de admiración.

Harry miró de nuevo a Hagrid, sonriendo, y vio que el gigante lo miraba radiante.

¿Te das cuenta? —dijo Hagrid—. Conque Harry Potter no es un mago... Ya verás, serás muy famoso en Hogwarts.

—Demasiado —se quejó Harry en voz baja, de forma que solo las personas más cercanas lo escucharon.

Pero tío Vernon no iba a rendirse sin luchar.

¿No le hemos dicho que no irá? —dijo con desagrado—. Irá a la escuela secundaria Stonewall y nos dará las gracias por ello. Ya he leído esas cartas y necesitará toda clase de porquerías: libros de hechizos, varitas y...

Si él quiere ir, un gran muggle como usted no lo detendrá —gruñó Hagrid—. ¡Detener al hijo de Lily y James Potter para que no vaya a Hogwarts! Está loco.

—Ciertamente es ridículo —dijo la profesora Sprout, sonriendo a Harry.

Su nombre está apuntado casi desde que nació. Irá al mejor colegio de magia del mundo. Siete años allí y no se conocerá a sí mismo. Estará con jóvenes de su misma clase, lo que será un cambio. Y estará con el más grande director que Hogwarts haya tenido: Albus Dumbled...

¡NO VOY A PAGAR PARA QUE ALGÚN CHIFLADO VIEJO TONTO LE ENSEÑE TRUCOS DE MAGIA! —gritó tío Vernon.

—No debería haber dicho eso —Ron se echó a reír, al igual que Harry. Algunos los miraron con curiosidad.

Pero aquella vez había ido demasiado lejos. Hagrid empuñó su paraguas y lo agitó sobre su cabeza.

¡NUNCA... —bramó— INSULTE-A-ALBUS-DUMBLEDORE-EN-MI-PRESENCIA!

—¡Dale, Hagrid!

—¡Demuéstrale quién manda!

Harry no supo quién había gritado eso.

Agitó el paraguas en el aire para apuntar a Dudley. Se produjo un relámpago de luz violeta, un sonido como de un petardo, un agudo chillido y, al momento siguiente, Dudley saltaba, con las manos sobre su gordo trasero, mientras gemía de dolor. Cuando les dio la espalda, Harry vio una rizada cola de cerdo que salía a través de un agujero en los pantalones.

El Gran Comedor al completo estalló en carcajadas.

—¡Brillante!

—¡Sublime!

—Hagrid, ¡eres mi ídolo!

Decenas de voces alababan a Hagrid, quien se levantó e hizo una reverencia frente a todos, sonriendo.

—Más magia ilegal —dijo Umbridge, pero nadie le hizo caso. Estaban demasiado felices con la idea de que Dudley Dursley ahora tenía un rabo de cerdo como para hacerle caso a la mujer sapo.

—¡Yo gano la apuesta! —dijo Fred, sonriendo.

—Espera —rió Harry. Fred lo miró con curiosidad.

Tío Vernon rugió. Empujó a tía Petunia y a Dudley a la otra habitación, lanzó una última mirada aterrorizada a Hagrid y cerró con fuerza la puerta detrás de ellos.

Hagrid miró su paraguas y se tiró de la barba.

No debería enfadarme —dijo con pesar—, pero a lo mejor no ha funcionado. Quise convertirlo en un cerdo, pero supongo que ya se parece mucho a un cerdo y no había mucho por hacer.

—¡Ja! ¡Gano yo! —dijo George, eufórico. A Fred se le puso cara de haber chupado un limón. Lee solo gruñó, antes de intercambiar unas monedas con los gemelos.

Miró de reojo a Harry, bajo sus cejas pobladas.

Te agradecería que no le mencionaras esto a nadie de Hogwarts —dijo—. Yo... bien, no me está permitido hacer magia, hablando estrictamente. Conseguí permiso para hacer un poquito, para que te llegaran las cartas y todo eso... Era una de las razones por las que quería este trabajo...

—Tenía permiso para hacer algo de magia, pero no para atacar a muggles—dijo Umbridge, triunfante de nuevo. Todo el mundo la volvió a ignorar.

¿Por qué no le está permitido hacer magia? —preguntó Harry.

Bueno... yo fui también a Hogwarts y, si he de ser franco, me expulsaron. En el tercer año. Me rompieron la varita en dos. Pero Dumbledore dejó que me quedara como guardabosques. Es un gran hombre.

¿Por qué lo expulsaron?

—Porque alguien le echó la culpa de algo que no había hecho —dijo Harry en voz alta. —En el segundo libro se explicará todo.

Muchos estudiantes parecían ansiosos por saber la historia tras la expulsión de Hagrid.

Se está haciendo tarde y tenemos muchas cosas que hacer mañana —dijo Hagrid en voz alta—. Tenemos que ir a la ciudad y conseguirte los libros y todo lo demás.

Se quitó su grueso abrigo negro y se lo entregó a Harry

Puedes taparte con esto —dijo—. No te preocupes si algo se agita. Creo que todavía tengo lirones en un bolsillo.

—Aquí acaba el capítulo —dijo la Hufflepuff con una sonrisa. Dumbledore se levantó.

—¿Quién quiere leer el siguiente?

—Yo lo haré —se ofreció Ernie Macmillan, de Hufflepuff. El chico caminó hacia la tarima y cogió el libro.

—El siguiente capítulo se titula: El callejón Diagón.


●LA HISTORIA NO ES MÍA, LA PUEDEN ENCONTRAR ORIGINALMENTE EN FANFICTION AUTORA REAL: Luxerii 



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